VIENTOS DE GUERRA
Paz preventiva, idea generosa y fértil
Vivimos una época a la vez monstruosa y estimulante.
Por un lado, la pretensión de gobernar el mundo a nombre de la voracidad
unilateral; por otro, la emergencia de la mayor demostración conocida
hasta ahora de respeto a los derechos humanos y de reivindicación
de los múltiples sentidos de la paz digna. Esta marcha, por ejemplo,
es parte de la movilización internacional que le imprime sentido
al orgullo por las acciones y el pensamiento solidarios. De la otra parte,
el despliegue de fuerzas que busca eliminar una tiranía desdichadamente
muy real y, de paso, liquidar en el mundo cualquier independencia de criterio.
Hemos
presenciado en estos días un forcejeo declarativo a favor del voto
belicista de México en el Consejo de Seguridad de la ONU. La argumentación
que busca el sometimiento de un país a cuenta de su dependencia
económica es lamentable y es insostenible porque, si se debe ser
obvio, una nación no es una empresa. Una nación es algo más
que la suma de sus operaciones financieras, por indispensables que éstas
sean; una nación -y apena decirlo, pero el alegato guerrerista obliga
a ello- una nación es economía, pero también política,
cultura, vida espiritual, generosidad social y familiar, lucha a favor
y en contra de los prejuicios, vida emocional, altruismo, minorías
y mayorías que exigen sus derechos, arte, humanidades, tradiciones
que se mantienen y tradiciones que desaparecen; una nación es un
conjunto de instituciones y leyes y ha sido también, gracias a sus
minorías dirigentes, la costumbre de envilecer y trastornar a sus
instituciones y leyes; en síntesis, una nación es demasiadas
personas y situaciones como para reducirla a lo que, en la visión
de los partidarios del sí a la guerra, es un grupo aterrorizado
y aterrorizable que si se aparta de la voluntad de George W. Bush conocerá
indefectiblemente el abismo, y pagando renta además.
El silogismo del sometimiento es nítido: a) México
es un país dependiente y reprimible por las "ciertas medidas disciplinarias"
que mencionó Bush; b) Norteamérica (es decir, su elite dirigente)
es un país fuerte con un catálogo de represalias a la mano.
Ergo y para concluir, la voluntad de México como nación es
una fantasía canjeable por vales y despensas. Con lo anterior, no
caricaturizo la opinión de los entusiastas del sí; me limito
a señalar que su posición, al reducir de tal modo el conflicto,
es una caricatura y no muy brillante. Si de veras quieren conducir su tesis
a su desenlace lógico, deberán concluir no sólo en
el sí a la guerra, sino en el retiro de México de la ONU
(¿para qué sigue si su voluntad no es suya?) y en la próxima
abolición del gobierno: ¿qué caso tiene un régimen
cuyas decisiones últimas no están en su mano?
Los que decimos "no a la guerra" apoyamos nuestra demanda
en razones del humanismo, las leyes internacionales, los derechos humanos,
el respeto a los pueblos y el derecho de autodeterminación. Le exigimos
al gobierno que examine y razone lo más claramente posible su voto
en el Consejo de Seguridad y que tome en cuenta la seriedad de nuestra
posición. No somos antinorteamericanos ni demandamos nada que no
esté respaldado por la ley y la ética. Una nación,
insisto, no es una empresa que el oligopolio puede sacar del mercado cuando
le dé la gana; una nación es, y sobre todo debe ser, el debate
racional continuo y la decisión moral y ética como fundamento
de sus acciones. Si México está tan expuesto a las represalias,
al grado de que lo obliguen a renunciar a los juicios razonados de sus
mayorías, es que México, desde hace tiempo, es una ficción.
Sé que no es así, sé que esta marcha es una de las
numerosas pruebas de que no es así. Cualquiera que sea el criterio
adoptado por Vicente Fox no puede partir de la humillación, porque
si así fuera dejaría en ese mismo instante de ser criterio.
Nosotros decimos "No a la guerra, no en nuestro nombre". Le toca al gobierno
demostrar que, como sea, quiere serlo en efecto. La idea de guerra preventiva
es francamente inmoral y grotesca. En cambio, es generosa y fértil
la idea y la práctica de la paz preventiva.
Discurso leído ayer durante la marcha contra
la guerra en esta capital