Javier Oliva Posada
Departamento de Seguridad de la Patria
El Homeland Security Department fue propuesto por el gobierno
del presidente George W. Bush en septiembre del año pasado con motivo
del primer aniversario de los atentados del 11 de ese mismo mes, y ha sido
considerada su creación como la reforma administrativa y política
más importante desde 1947, año en que se fundó el
Departamento de Defensa. Su aprobación fue lograda luego de las
elecciones de diciembre último, cuando el Partido Republicano alcanzó
la mayoría en ambas cámaras del Congreso.
Homeland,
en su traducción literal, es la patria. Es decir, el Departamento
de Seguridad de la Patria tiene por función, además, salvaguardar
los intereses de la nación, el país y el Estado. Pero, si
se toma con cuidado, la patria tiene connotación emocional, de particularidad
y excepción respecto de otras formaciones sociales. Pa-tria, para
los ortodoxos de la globalización, es un término anacrónico
que ya no responde en una era donde la integración y superación
de valores y costumbres conducen a la consolidación de una sola
cultura. Así, pues, no son sinónimos "defender la nación",
"defender el Estado", "defender al país" o "defender a la patria".
Hablar y más aún aprobar alrededor de 23
mil millones de dólares para el presupuesto de 2004 con el fin de
darle seguridad a la patria indica claramente que la prioridad y vigencia
de los orígenes del Estado son prioridades en un ambiente donde,
supuestamente, los nacionalismos pretenden ser superados. De allí
que la guerra, o mejor dicho, la invasión de Estados Unidos a Irak
es un asunto directamente relacionado no con la seguridad na-cional, ni
con el desafío al poder de Estados Unidos, sino que se actuará
en defensa, ni más ni menos, que de la patria.
Considerar como desafío a la patria la actitud
del tirano Saddam Hussein es un cambio de fondo para la comprensión
en la determinación del gobierno estadunidense para atacar con o
sin resolución de la ONU, con o sin el apoyo de la OTAN, con o sin
la aprobación de la propia sociedad. Esta actitud tiene su fundamento,
si así se le puede considerar, en la postura iluminada y mesiánica
de que son los altos burócratas quienes encarnan -en el sentido
estricto del término- la viabilidad de la patria y la responsabilidad
que Dios les ha conferido. En otras palabras, somos testigos de un conflicto
entre intereses patrióticos con su indispensable alto contenido
de aspectos religiosos, sin olvidar el factor geopolítico, por supuesto.
Esa explosiva mezcla es lo que hace de la invasión
una hipótesis que en pocas semanas habrá de concretarse.
La patria estadunidense se encuentra en peligro y debe ser rescatada para
asegurar la tranquilidad de sus ciudadanos, intereses e instituciones.
Así, hay muy poco que hacer. Y eso es en sí la manifestación
más relevante, a la fecha, de la imposición de un sentimiento
patriótico a la agenda mundial; es ahora, y en serio, una evidencia
de que la globalización amenaza con convertirse en la articulación
subordinada de las prioridades de otras naciones.
Las consideraciones patrióticas, en consecuencia,
no pueden atender las reglas internacionales, pues éstas se consideran
como un obstáculo, e incluso como un elemento que favorece a tan
odioso y peligroso enemigo. Para Estados Unidos se trata de un capítulo
que, a diferencia de la Guerra del Golfo, implica un directo desafío
a su viabilidad como nación. Por eso Saddam Hussein es un elemento
que tiene que ser eliminado, ya que no hay espacio para la negociación.