Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 15 de marzo de 2003
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Mundo
Javier Oliva Posada

Departamento de Seguridad de la Patria

El Homeland Security Department fue propuesto por el gobierno del presidente George W. Bush en septiembre del año pasado con motivo del primer aniversario de los atentados del 11 de ese mismo mes, y ha sido considerada su creación como la reforma administrativa y política más importante desde 1947, año en que se fundó el Departamento de Defensa. Su aprobación fue lograda luego de las elecciones de diciembre último, cuando el Partido Republicano alcanzó la mayoría en ambas cámaras del Congreso.

Homeland, en su traducción literal, es la patria. Es decir, el Departamento de Seguridad de la Patria tiene por función, además, salvaguardar los intereses de la nación, el país y el Estado. Pero, si se toma con cuidado, la patria tiene connotación emocional, de particularidad y excepción respecto de otras formaciones sociales. Pa-tria, para los ortodoxos de la globalización, es un término anacrónico que ya no responde en una era donde la integración y superación de valores y costumbres conducen a la consolidación de una sola cultura. Así, pues, no son sinónimos "defender la nación", "defender el Estado", "defender al país" o "defender a la patria".

Hablar y más aún aprobar alrededor de 23 mil millones de dólares para el presupuesto de 2004 con el fin de darle seguridad a la patria indica claramente que la prioridad y vigencia de los orígenes del Estado son prioridades en un ambiente donde, supuestamente, los nacionalismos pretenden ser superados. De allí que la guerra, o mejor dicho, la invasión de Estados Unidos a Irak es un asunto directamente relacionado no con la seguridad na-cional, ni con el desafío al poder de Estados Unidos, sino que se actuará en defensa, ni más ni menos, que de la patria.

Considerar como desafío a la patria la actitud del tirano Saddam Hussein es un cambio de fondo para la comprensión en la determinación del gobierno estadunidense para atacar con o sin resolución de la ONU, con o sin el apoyo de la OTAN, con o sin la aprobación de la propia sociedad. Esta actitud tiene su fundamento, si así se le puede considerar, en la postura iluminada y mesiánica de que son los altos burócratas quienes encarnan -en el sentido estricto del término- la viabilidad de la patria y la responsabilidad que Dios les ha conferido. En otras palabras, somos testigos de un conflicto entre intereses patrióticos con su indispensable alto contenido de aspectos religiosos, sin olvidar el factor geopolítico, por supuesto.

Esa explosiva mezcla es lo que hace de la invasión una hipótesis que en pocas semanas habrá de concretarse. La patria estadunidense se encuentra en peligro y debe ser rescatada para asegurar la tranquilidad de sus ciudadanos, intereses e instituciones. Así, hay muy poco que hacer. Y eso es en sí la manifestación más relevante, a la fecha, de la imposición de un sentimiento patriótico a la agenda mundial; es ahora, y en serio, una evidencia de que la globalización amenaza con convertirse en la articulación subordinada de las prioridades de otras naciones.

Las consideraciones patrióticas, en consecuencia, no pueden atender las reglas internacionales, pues éstas se consideran como un obstáculo, e incluso como un elemento que favorece a tan odioso y peligroso enemigo. Para Estados Unidos se trata de un capítulo que, a diferencia de la Guerra del Golfo, implica un directo desafío a su viabilidad como nación. Por eso Saddam Hussein es un elemento que tiene que ser eliminado, ya que no hay espacio para la negociación.
 
 

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