Néstor de Buen
La soberbia en el futbol
En este mundo tenso, angustiado por los anuncios de la guerra, no podía faltar entre nosotros el ejercicio amenazante de la prepotencia en ese ámbito que tanto nos interesa que es el futbol. Es un espacio en el que las reglas de derecho parece que no tienen lugar y en el que las suspensiones colectivas las hacen valer los clubes en lugar de los sindicatos.
Me refiero obviamente a la maniobra del Cruz Azul, que con frescura inaudita dice que rescinde los contratos de todos sus jugadores y, por supuesto, previamente el del director técnico, Mario Carrillo; cambia a éste y convoca a los jugadores a que, humildemente postrados, se inclinen reverentes con una pluma de escribir para firmar un nuevo contrato que, con toda seguridad, reducirá notablemente su salario anterior.
En el mundo del futbol domina la idea de que las normas laborales no existen. Se manejan las propias, con una especie de comité de conciliación, y parecería que les tienen sin cuidado los problemas, que trascienden a los tribunales.
Por muchos años manejó la federación el cuento de que si alguien demandaba la FIFA se encargaba de retirarlo de la circulación. En el caso del entrenador holandés Beenhaker se pudo demostrar que eso era un mito y su despido indebido generó importantes indemnizaciones que el club América tuvo que pagar, curiosamente no en forma directa, sino a través de un convenio con el equipo al que se trasladó Beenhaker.
Las retenciones indebidas de salario de los jugadores que emigran a otros equipos, bajo el pretexto de que las primas de transferencia se pagan al jugador durante la relación laboral -que no hay quien lo crea-, ya han sido cobradas y otras aún se litigan.
Todo esto es reflejo de un fenómeno antiguo. Como se trata de una actividad de pocos años, efímera, los futbolistas prefieren no meterse en líos y rechazan en principio la posibilidad de organizarse, afiliarse a algún sindicato (que ya lo hay) y plantear de frente los problemas con la fuerza de la unión. Los clubes impulsan ese miedo y por ahora les ha servido mucho.
Sin embargo, me da la impresión de que ya se está llegando al momento en que los jugadores del Cruz Azul y de todos los demás clubes pongan un šhasta aquí!, enfrenten la realidad y sean capaces, como lo fueron nada menos que los beisbolistas estadunidenses, de mantener una huelga de un año con tal de lograr sus objetivos e imponer sus derechos constitucionales.
Me ha llamado la atención la actitud de cuatro excelentes miembros del equipo Cruz Azul: Sebastián Abreu, que de Loco tiene muy poco, Francisco Palencia, Oscar Pérez y Sergio Almaguer. Simplemente se han negado a aceptar las rescisiones y a firmar unos contratos disminuidos.
El ultimátum que les ha planteado el club no debe modificar su actitud. Por el contrario, deben ir preparando una buena cantidad de documentos, entre ellos las notas de periódicos que ponen de manifiesto el incumplimiento notable del patrón.
Y lo mejor sería que todos los miembros del primer equipo, y si los apoyan los del segundo mejor, se abstengan de jugar en tanto no se les mantengan las condiciones de trabajo que tienen contratadas.
De hecho, siendo pública y notoria la rescisión, los jugadores ya no están obligados ni a entrenar ni, por supuesto, a jugar. Mejor se van de paseo a climas mejores y a jugar alguna cascarita con los cuates.
Es una verdadera vergüenza que el mundo del deporte más importante en nuestro país viva bajo la idea, cultivada también por los medios, de que los contratos de trabajo están sometidos a la difícil condición de ganar siempre.
Sufren más las consecuencias los directores técnicos a los que, en mi concepto generalmente sin culpa, se les despide con toda frescura por un par de derrotas. Y es que a alguien hay que echarle la culpa de los fracasos de sus empresas millonarias.
Ha llegado el momento de que directores técnicos, sus auxiliares y los jugadores hagan un movimiento sólido, fundado y decidido que ponga un hasta aquí a estos señores federativos.
Que por supuesto tienen derecho a exigir productividad, pero que no la pueden fundar en amenazas cumplidas de pasar por alto contratos de trabajo, derechos constitucionales y mecanismos que exigen la intervención de las autoridades de trabajo.
Sin olvidar que por mucho que quieran firmar nuevos contratos, es tan evidente que se trataría simple y sencillamente de una rebaja de sueldo, que su nulidad será declarada sin problema alguno. Lo sabe muy bien Juan Francisco Rocha Bandala, que es un excelente experto en materia laboral.