AUSENCIA PRESIDENCIAL, VACIO LEGAL
La
intervención quirúrgica a la que hubo de someterse ayer el
presidente Vicente Fox, de la que ya se repone, dio pie para que la clase
política del país trajera a colación las lagunas constitucionales
en torno de la ausencia del titular del Poder Ejecutivo federal. Por fortuna,
la operación de columna practicada ayer a Fox no implicó,
según las voces mayoritarias y el sentido común, una "falta"
como aquellas a las que hace referencia el texto constitucional en sus
artículos 84 y 85.
De hecho, y por una inaudita buena suerte, el país
no se ha visto en tal situación desde los tiempos del maximato,
hace ya siete décadas, cuando Plutarco Elías Calles ponía
presidentes a su antojo y los obligaba a dimitir antes del término
de sus periodos. El paso del mandatario por el quirófano del Hospital
Central Militar sería, en palabras de legisladores de distintos
partidos, equivalente a unas horas de sueño y descanso. Así,
aparte de la estridencia habitual del jurista Ignacio Burgoa Orihuela,
según el cual Fox habría debido pedir licencia temporal para
separarse del cargo, predominaron la sensatez y la tolerancia ante un mero
quebranto de salud.
Pero los vacíos de la Carta Magna siguen allí,
como reconoció la semana pasada el propio Fox, y representan un
riesgo potencial para la estabilidad y la institucionalidad. El precepto
constitucional que, en ausencia del titular del Ejecutivo, otorga al Congreso
de la Unión -o a su Comisión Permanente- la facultad de nombrar
un presidente provisional o interino resulta complicado y poco eficiente,
y podría dar lugar a interregnos inciertos y difíciles. Al
pasar a manos del Legislativo la tarea de resolver la ausencia del jefe
del Ejecutivo, la Constitución omite, además, la definición
de una línea sucesoria precisa para evitar que la Presidencia permanezca
acéfala en caso de incapacidad, ausencia o muerte de su titular.
Ese escenario hipotético, pero posible, resulta particularmente
grave si se considera que, en nuestro país, la jefatura del Estado
y la jefatura del gobierno recaen en una misma persona.
Sería pertinente, además de propiciador
de consensos políticos, que el Legislativo se abocara a perfeccionar
y afinar el texto constitucional en esos aspectos.