Martí Batres Guadarrama
No debe haber ninguna duda
La guerra no es una fatalidad. Aún hay tiempo para evitar que ocurra, y el papel que el gobierno de México juegue puede ser fundamental. No obstante, las indecisiones del Presidente de la República al respecto, con el transcurso de los días hacen suponer que todavía no hay una postura firme sobre el particular y que la duda persiste.
En diferentes oportunidades hemos señalado que vemos con mucha preocupación la enorme presión que viene ejerciendo el gobierno de Estados Unidos y sus aliados sobre el nuestro, con el propósito de que adopte una postura favorable a sus afanes belicistas en contra de Irak. Pero en este contexto, insistimos, México debe despejar toda duda y, por el contrario, jugar un papel de liderazgo. Y liderazgo significa marcar ruta, establecer rumbo, definir destino. El gobierno mexicano estará lejos de hacerlo si continúa navegando en la indefinición, esperando, viendo cómo se da la correlación de fuerzas en el contexto internacional. Lo que el actual gobierno tiene que hacer es ofrecer sus mejores oficios diplomáticos para influir en el resto de las naciones y para que el resultado que se busca, la paz en una explosiva región del mundo, coincida con la postura nuestra.
Basado en su propia historia, tomando en cuenta su ubicación geográfica como país en vías de desarrollo, considerando que México no tiene ningún interés armamentista, que no es un país intervencionista, que la suya no es una historia de nación colonial, se cuenta con enorme autoridad moral, fortaleza política y diplomática para influir positivamente y hacer coincidir a otros países del mundo en una posición claramente pacifista. Eso es lo que espera la mayoría de los mexicanos y eso es lo que se observa de las manifestaciones masivas en favor de la paz en importantes capitales del mundo.
Pero si lo anterior no fuera suficiente para determinar la postura que habrá de adoptar México en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas al momento de votar la resolución 1441, baste recordar que jurídicamente el Presidente de la República está obligado a cumplir y hacer cumplir lo establecido en nuestra Constitución.
Vicente Fox tiene la atribución de conducir la política exterior del país, pero sin olvidar o hacer a un lado principios de nuestra Carta Magna. Ahí se hace referencia a la no intervención y a la autodeterminación de los pueblos. Pero también en el artículo 89 constitucional, fracción décima, se subrayan aspectos fundamentales como "la solución pacífica de las controversias, la proscripción de la amenaza, el uso de la fuerza y la lucha por la paz".
En este sentido, el Presidente de la República no puede avalar ésta ni ninguna otra guerra. Tampoco renunciar a defender la paz. Mucho menos a declinar la postura pacifista que históricamente enarbola México. Por todo ello, ésta tiene que ser la postura de México: por razones humanitarias, por razones de geopolítica y porque así se lo ordena la Constitución de la República.
En días pasados enviamos una misiva el presidente Fox para manifestarle nuestro apoyo sobre el particular, siempre y cuando acatara el mandato constitucional a que está obligado. Sin embargo, no dejamos de señalar en esa oportunidad que ni la guerra, ni el horror, ni la muerte, ni el genocidio, ni el Holocausto son políticas de México.
Es claro que las resoluciones de Naciones Unidas deben cumplirse, pero éstas deben obligar a todos aquellos a quienes les atañen. No son ni pueden ser selectivas ni pueden imponerse mediante el uso de la fuerza en aquellas naciones que ahora ya no son consideradas como "amigas" o "cercanas" de una superpotencia . En todo caso, ello debe lograrse mediante caminos pacíficos, con el ejercicio de la política y la diplomacia, nunca avalando el tránsito a la guerra.
Como en todo, habrá quienes no coincidan con lo aquí expresado llamando la atención sobre las posibles "consecuencias" o "represalias" que padecería nuestro país por no apoyar el belicismo estadunidense. A ellos habría que recordarles que hay un clamor nacional en contra de la guerra y que si en verdad hubiera algún tipo de represalia por asumir una postura soberana, la nación se uniría más y los mexicanos tendrían entonces mayores motivos de cohesión nacional.
La presencia de México en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sólo puede ser en favor de la paz. Esto es lo que ordena el sentido común, la vocación humanista, la responsabilidad con el conjunto del planeta, pero también la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Así que no debe haber más dudas al respecto.