TERRORISMO AL ESTILO BUSH
Mientras
presiona para lanzar una guerra contra Irak con el pretexto de eliminar
las armas de destrucción masiva de ese país árabe,
arsenal cuya existencia jamás ha sido demostrada, el gobierno de
Estados Unidos exhibe al mundo sus propios armamentos de esta clase y amenaza
con lanzarlos sobre los iraquíes. Así, la fuerza aérea
de la nación vecina probó ayer, en un campo de Florida, el
artefacto explosivo de nueve y media toneladas, denominado MOAB (Massive
Ordnance Air-Bust Bomb) y bautizado por los propios militares estadunidenses
como la madre de todas las bombas.
El arma empleada ayer, a decir del Pentágono, es
guiada por satélite; tiene una potencia explosiva comparable a la
de una pequeña bomba atómica; produce una nube en forma de
hongo, visible a varios kilómetros de distancia, y un ruido que
se escucha durante 15 segundos.
En armonía con los propósitos expresados
ayer mismo por el secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld,
el ensayo tiene el propósito de aterrorizar a los iraquíes,
de tal forma que desistan de antemano a presentar cualquier resistencia
a la invasión que se prepara contra su país. Los militares
estadunidenses dicen que piensan lanzar esa clase de proyectiles sobre
"objetivos cruciales".
El ejercicio bélico de ayer constituye, en suma,
un acto de terrorismo y un amago de genocidio. No hay manera de olvidar,
en la presente circunstancia, que el único país que ha empleado
armas atómicas en un escenario bélico, Estados Unidos, concibió
en su momento a Hiroshima y Nagasaki como "objetivos cruciales", cuya destrucción
habría de persuadir al régimen japonés a rendirse
antes de una masiva invasión terrestre por las fuerzas de desembarco
estadunidenses.
Hoy día, el desarrollo tecnológico permite
a Washington disponer de bombas convencionales con un poder de destrucción
comparable a las tristemente célebres Little Boy y Fat Man, arrojadas,
hace casi seis décadas, sobre los civiles inermes de esas infortunadas
ciudades japonesas.
Todo hace suponer que, actualmente, el gobierno de George
W. Bush se dispone a repetir, en Irak, la acción criminal, genocida
e injustificable que perpetró Harry Truman en Hiroshima y Nagasaki.
Con una diferencia: si en la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos podía
llamarse a sí mismo parte agredida, y si en aquella contienda había
motivos reales, claros y explícitos, esta vez la Casa Blanca no
ha sido capaz de articular ningún argumento para justificar su delirio
bélico contra Bagdad. Por el contrario, la administración
estadunidense se ha exhibido ante el mundo como un verdadero practicante
del terrorismo, la desestabilización internacional y el acopio de
armas de destrucción masiva.