Marco Rascón
Las mil y una noches
En la Casa Blanca Scherezada intenta salvar su vida y proteger a Bagdad inventando historias al sultán, quien cree que demuestra al mundo cuánto lo ama destruyéndolo. Condoleezza, la vengativa esclava consejera, buscará interrumpir las narraciones para que su amo se mantenga iracundo y reine la destrucción. Mas Scherezada sabe que debe continuar y cada noche cuenta una historia como las que siguen.
Los misiles humanos
Una vez que llegó a oídos del visir del sultán, un tal Powell, que en un país pobre, vecino del imperio, se habían formado escudos humanos para impedir que murieran inocentes y Bagdad fuera destruida, mandó llamar a los súbditos jóvenes para enviarlos en calidad de misiles humanos. En Ciudad Juárez, que así se llamaba la frontera, miles de muchachos se enlistarían para destruir Bagdad a cambio de una pensión. Serían los primeros en caer en el ejército del sultán, pues no valían nada, sólo habían conocido la desesperanza. La bestia de la guerra sería alimentada con ellos.
El arte en guerra contra la guerra
En otras partes del mundo miles de artistas, pintores, escultores, músicos y poetas se unieron para hacer de sus obras un tesoro que cambiarían por litros de pintura, brochas, mantas para pintar las ciudades, clamando por que no estallara la guerra y salvar vidas en Bagdad.
Un pretzel en la garganta del sultán
Mientras Scherezada contaba historias, el sultán comía pretzels, pues la sal lo animaba a pensar que el mundo estaba sediento y que iría hacia él en pos de agua. Tanto emocionó al sultán la imagen que empezó a comer los pretzels a puños y sin agua, hasta que se tragó uno entero que se le atoró en la garganta. Al verlo con el rostro azul, a punto de la asfixia, Scherezada interrumpió su narración, mientras sus consejeros se lo llevaban le pedían que no escuchara más historias y mejor ordenara el ataque contra la demoniaca Bagdad y todos los reinos que tuvieran alguna riqueza. El pretzel se lo había mandado Alá, quien debía pagar con la vida.
La muerte de la ONU
La unión de las naciones, que había servido fiel y pacientemente al sultán, también estaba amenazada. Las consecuencias del pretzel y el extravío creciente del único soberano lo estaban poniendo bizco; no era un mal ocular, sino expresión de locura y violencia crecientes que sólo las historias de Scherezada aminoraban por momentos. "šNi un día más! šBagdad debe ser destruida con todos sus habitantes! šQue todas las naciones se pongan de rodillas o desaparecerán! -clamaba el sultán- šYo poseo cien veces más poder de destrucción que todos juntos! ƑCómo pretenden traicionarme las naciones y su consejo de seguridad si yo los hice? Aquí no hay neutralidad, šestán conmigo o contra mí!..."
Se puede compartir la vida en el planeta
Desesperada, Scherezada intentó convencer con su relato al sultán de que viviría muy aburrido, que estaría solo en el planeta, navegando solitario en sus mares de petróleo y de las grandes riquezas que acumuló, igual que Simbad El Marino y los ladrones de Alí-Babá. No quedaría nadie, ni Condoleezza, la esclava preferida que llegó al harén como una maldición de la cultura del esfuerzo y del resentimiento hacia los de su color. Quizá el negro Powell, el ogro de un solo ojo en la frente y dientes afilados, que comía árabes asados, acompañaría al sultán, pero para su desgracia no tendría más alimento que los malditos pretzels.
Bagdad se desarma
Scherezada piensa en otra historia, que no cuenta: Irak vende todas las armas que compró al padre del sultán de la Casa Blanca, asegura proveer con cascadas de oro negro que posee a todos los neutrales y pide a la ONU cuidar sus fronteras. ƑQué daño más grande para los que viven de la guerra que no poder hacer la guerra?
Un día después
Scherezada cuenta al sultán lo que pasará un día después si ordena su muerte y la destrucción de Bagdad: su soledad será inmensa, la división de países se ahondará y el odio será más grande que todos los océanos. La tranquilidad se acabará y no habrá quien apacigüe su locura con narraciones. Un día después del ataque los pueblos se lanzarán sobre los gobernantes y se comerán a todos sus aliados. Gracias a su procónsul Krauze y a timoratos como Fox y Martita, la nueva moneda serán huesos y calaveras con restos de carne quemada tras las explosiones de uranio. De Bagdad no quedará nada, pero de la dignidad tampoco. Quizá Bagdad resurja de las cenizas, pero los indignos no se levantarán nunca.
PD: Para seguir las narraciones con danzas árabes y música, el sábado 15 de marzo, a partir de las 12 horas, en el Angel de la Independencia habrá una exposición y subasta de obra: El arte en guerra contra la guerra. Habrá pintura y todos los asistentes pintarán un gran mural apoyando a Scherezada
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