ASTILLERO
Julio Hernández López
Aguas negras sobre Amigos de Fox
Zedillo, Ortiz, Fernández y asociados sacan los cuernos de chivo
GUILLERMO ORTIZ ES un ejemplo de la transexenalidad priísta neoliberal. Fue un funcionario importante en los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo, y hoy, gracias a las reformas hechas por éste, ocupa con carácter autónomo la gubernatura del Banco de México. Desde ese cargo altamente sensible para la economía nacional (por mandato constitucional debe procurar la estabilidad del poder adquisitivo del peso) ha mantenido un permanente duelo de análisis y previsiones con el actual Presidente de la República, cuyo enorme optimismo declarativo se ha topado incesantemente con las frías correcciones de Ortiz, que casi siempre han resultado acertadas. Famoso por sus sudoraciones a la hora de enfrentar cuestionamientos de legisladores, el ex secretario de Hacienda es cabeza de una poderosa corriente de funcionarios públicos del ámbito económico, que ha ejecutado las diversas maniobras con que las camarillas en el poder se han apropiado de dinero público para beneficio de clanes empresariales o de grupos políticos favoritos.
UNO DE ESOS funcionarios es Eduardo Fernández, quien ayer abrió fuego contra Fox y sus amigos con una contundencia que equivaldría en las historias de narcotraficantes a un ajuste de cuentas con cuernos de chivo, al que podría seguir una terrible guerra abierta de grupos o una necesaria conciliación privada de intereses y reparto de territorios y botines (no se habla aquí de calzado puntiagudo, sino de los premios de conquista que suelen quedar luego de refriegas intensas). Fernández llevó ayer a una expresión suprema las maniobras hasta ahora comparativamente menores de filtración que, según Lino Korrodi, ha practicado Guillermo Ortiz desde su posición privilegiada de funcionario transexenal. Con los pelos de la burra de los Amigos de Fox en la mano -porque fue caporal de ese hato-, Ernesto Zedillo podrá ver así, mediante los trasiegos de Ortiz y Fernández, que sea frenada la tentación electorera del foxismo de ahondar en el asunto del Pemexgate para usarlo como arma de campaña rumbo a la presunta conquista de San Lázaro. Sea salvado Vicente de las llamas del escándalo de sus Amigos trianguladores y lavadores, siempre y cuando también Ernesto quede a salvo de las implicaciones del Pemexgate. Justicia a plena conveniencia: impunidad para uno y para otro: el héroe de la transición uno, el Presidente del cambio el otro, o embarradero para ambos: transas de uno, el Presidente de la sana distancia, para hacer como que ayudaba al labastidismo ya encaminado a la derrota arrojándole dinero petrolizado al final del camino para que sus operadores pelearan por quedárselo y no por aplicarlo a estrategias electorales a todas luces enfiladas al fracaso, y transas del otro, el candidato de los gringos, para hacerse del dinero que le permitiera sufragar su larga y costosa campaña de proselitismo. Favor con favor se paga, y traición no se puede pagar sino con lo mismo. Arrieros somos y en el trafique del dinero andamos.
OBUS SIN PARANGON, pues, el enviado por ese Fernández fobaproico (cómplice silencioso del gran fraude nacional) que se convirtió en el acusador más duro que jamás haya tenido Vicente Fox desde que es Presidente. Según la versión que el ex funcionario zedillista dio ayer a Joaquín López Dóriga en su programa radiofónico de media tarde, se estaría cometiendo un "crimen de Estado" para ocultar las evidencias de lavado de dinero y de ingreso de fondos del exterior para la campaña política del ex gobernador de Guanajuato. Conocedor profundo de la cañería del sistema económico, Fernández hizo brotar aguas negras sobre los Amigos de Fox, en una maniobra incriminatoria que alcanzó a Lino Korrodi y a Fauzi Hamdan pero, sobre todo, al principal responsable de esos actos de delincuencia organizada -según el propio Fernández-, que sería ni más ni menos que Vicente Fox Quesada. Fernández trabajó durante 15 años en el área jurídica del Banco de México, luego en el Patronato del Ahorro Nacional y después en la citada Comi- sión Nacional Bancaria y de Valores, y
habría recibido del actual gobierno federal el ofrecimiento -que rechazó- de ser embajador en Portugal, según publicó en 2001 el columnista de asuntos económicos Alberto Barranco (la historia de Fernández está llena de acusaciones por juego financiero sucio. En La Jornada, Israel Rodríguez ha publicado, por ejemplo, los señalamientos de Mario di Costanzo por presunta triangulación de fondos fiscales para rescates bancarios mediante redes con base en las islas Gran Caimán, en la que habrían participado Fernández; su allegado Gabriel Reyes Orona -quien fue procurador fiscal de la Federación- y Javier Arrigunaga, ex secretario del Fobaproba).
A RESERVA DE VER el comportamiento que tenga la Procuraduría General de Justicia (PGR) luego de que se hayan dado a conocer los documentos presuntamente probatorios de esa confabulación institucional para ocultar los ilícitos de Vicente Fox, ha resultado lamentable la manera en que la funcionaria titular de la unidad de lavado de dinero de la PGR, Luz Núñez, pretendió hacer que el periodista López Dóriga le confirmara al aire si había recibido del denunciante Fernández esos textos que, entre otras cosas, demostrarían que desde septiembre de 2002 la oficina de Rafael Macedo de la Concha sabía de los indicios de lavado de dinero en las cuentas de los Amigos de Fox. Torpe, mas no por ello menos dolosa, fue la pretensión de la funcionaria de convertir una llamada de supuestas "aclaraciones", que ella misma había hecho, en una especie de interrogatorio oficial en cadena nacional.
CON INDEPENDENCIA, PUES, del rumbo institucional y jurídico que tome el asunto, conviene insistir en la necesidad ética de que el Presidente de México informe a la nación con claridad respecto a los hechos relacionados con un asunto que, contra su talante bravío, entrón y presuntamente siempre nítido, Vicente Fox ha pretendido mantener en el limbo de lo judicial, de lo formal. Es necesario saber exactamente cómo fue financiada la campaña (y la larguísima precampaña) de Fox y qué compromisos se adquirieron con cuáles mecenas o promotores. Igualmente es necesario ir al fondo del Pemexgate, que cada vez parece más una moneda de cambio político. De otra manera, el forcejeo en las alturas entre zedillismo y foxismo, con Ortiz y Fernández, y Korrodi y amigos enmedio, terminará demostrando que las historias políticas de hoy son más bien las historias de las complicidades sostenidas o traicionadas y de las consecuencias de esos pactos, desajustes y reacomodos virtualmente mafiosos.
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