ITALIA: LA DESOBEDIENCIA CIVIL EN ACCION
Hace
una semana enormes manifestaciones llenaron las grandes ciudades en todos
los continentes para expresar su oposición a la guerra. Las más
numerosas se efectuaron en los países con gobiernos que se han sumado
a la escalada bélica. En Roma, Italia, más de 3 millones
de personas condenaron el belicismo de Estados Unidos y el servilismo de
su primer ministro, Silvio Berlusconi.
Sin embargo, el clamor global por la paz no fue escuchado
por los mandatarios que apuestan por las hostilidades. Ese fue el caso
del primer ministro Berlusconi, quien cree poder hacer olvidar con una
guerra al servicio de Washington las acusaciones sobre sus lazos con la
mafia y sus condenas judiciales. Aunque al igual que Aznar se ha proclamado
ultracatólico, no parece tener oídos para las exhortaciones
pacifistas del papa Juan Pablo II, como tampoco los ha tenido para las
manifestaciones populares que exigen el fin de la escalada armamentista.
Esta sordera ha llevado a una parte de quienes se oponen
a la guerra a pasar a la acción. Ante la noticia -proveniente de
los trabajadores ferroviarios- de que un tren cargado de armas estadunidenses
para la agresión a Irak pasaría por la estación de
Bolonia; en ésta, y en un desvío cercano, se formaron piquetes
que interrumpieron el tránsito, en un trecho se quemaron durmientes
y se levantaron las vías.
Se supo también que hay otros 25 trenes más,
dirigidos a Roma, que los pacifistas y los ferroviarios también
han decidido detener sosteniendo que no se autorizará al gobierno
estadunidense la utilización del suelo italiano para una guerra
que viola los principios mismos de Naciones Unidas.
Como ha sucedido en otros conflictos bélicos injustos
del pasado, en esta ocasión la protesta social comienza a expresarse
bajo la forma de desobediencia civil. Se trata de acciones voluntarias
y públicas que violan leyes, normas y decretos para expresar el
descontento que producen acciones del gobierno que se consideran inmorales,
ilegítimas o injustas. Son una transgresión que persigue
un bien para la colectividad, un acto de quebrantamiento del orden público
por razones de conciencia. Se dirigen a la ciudadanía y buscan orientar
a la opinión pública.
Al igual que sucede en España e Inglaterra, Italia
está dividida entre una mayoría de la población claramente
hostil a una guerra en el Medio Oriente y la minoría que aún
apoya el belicismo de gobiernos que miran hacia la Casa Blanca y corren
a ciegas hacia adelante mientras su consenso interno se restringe cada
vez más. Cuando la protesta se transforma en desobediencia civil
hace aparecer elementos de poder paralelo frente al poder oficial, el cual
aparece a la vez como antinacional y sin legitimidad moral.
A esta acción contra el tren clandestino que llevaba
armas para una guerra ilegítima le seguirán otras acciones
-cerco a aeropuertos, boicot a industrias armamentistas y a la acción
del Comando de Estados Unidos en el Mediterráneo meridional, con
sede en Italia, y otras similares también posibles- que harán
de Italia una base poco segura para Washington y pondrán al cavaliere
Silvio Berlusconi en una situación sumamente difícil. La
hora de la desobediencia civil contra la guerra ha llegado en Italia.