TIEMPO DE BLUES
Raúl de la Rosa
¿Quién fue realmente Robert Johnson? (I)
Primera llamada
UN GRAN MISTERIO y una gran leyenda del blues.
El llamado Rey de los cantantes de blues del Delta existió
intensamente: sólo vivió 27 años, pero su influencia
abarca a todo músico que haya tocado blues desde 1937 y a numerosos
grupos de rock que han grabado sus canciones. Con Johnson pasa lo que con
Karl Marx (guardadas las enormes diferencias): casi todos lo conocen, pero
pocos lo han leído. Si tomamos en cuenta que sólo grabó
29 piezas, es más sorprendente que haya influido de tal manera en
la música popular estadunidense.
SU LEYENDA VA más allá de la música,
más allá del blues. Su corta vida está salpicada de
situaciones violentas, de alcohol, de pactos con el diablo y de un gusto
desmesurado por las mujeres (especialmente las de otros). De hecho, esa
fue la causa de su muerte: envenenado por una mujer celosa o por un hombre
al que le había bajado la novia. En su agonía, terminó
ladrando como un perro, el 16 de agosto de 1938, después de su actuación
en un bar de Three Forks, Mississippi, en donde bebió la copa envenenada.
Segunda llamada
MUCHO
SE HABLA de él, pero poco se conoce de su vida. Son retazos
con los que se ha reconstruido la existencia de este bluesman. Lo
que es cierto es su talento y el extraño y fascinante carisma que
Johnson tenía, y lo mostraba ante su público. Su más
famoso mito: el pacto que hizo con el diablo en un cruce de caminos a las
12 de la noche, en el que vendió su alma a cambio de convertirse
en el mejor guitarrista, tener éxito con las mujeres y dinero. Sobre
este mito se han tejido historias, libros, documentales y hasta una película
(Crossroads).
PERO EL DIABLO no cumplió con lo prometido.
Lo que sí fue real fue el empeño y capacidad que tuvo para
aprender a tocar la guitarra, ya que él tocaba la armónica,
instrumento con el que solía acompañar a los inseparables
Willie Brown y Lonnie Johnson, mismos que le aconsejaron que no tocara
jamás la guitarra, ni cantara, pues lo hacía bastante mal.
Esto fue el pivote para que el joven Robert Johnson desapareciera (como
era su costumbre) y al cabo de unos pocos meses regresara al lugar donde
sus amigos actuaban. Subió al escenario para echarse un palomazo,
pero en esta ocasión tocando la guitarra. Todos -músicos
y público- no podía creer que alguien (en tan poco tiempo)
hubiera aprendido a tocar la guitarra de esa forma.
LA OCASION FUE perfecta para inventar lo del pacto
con el diablo. Pero la realidad es que, aparte de excelente guitarrista,
fue un poeta de gran y aterradora profundidad.
Tercera llamada
ROBERT NACIO EL 8 de mayo de 1911. Su madre estaba
casada con Charles Dodds y habían procreado ya 10 hijos cuando apareció
Robert en escena. El problema fue que el señor Dodds no fue su veradadero
padre, sino un trabajador de la plantación: Noah Johnson. A partir
de entonces su vida es un vaivén permanente. Creció en Memphis
y más tarde regresó al Delta, donde se casó, a los
18 años, con Virginia Travis, una jovencita de 15 años. La
tragedia apareció al año siguiente, cuando Virginia murió
al dar a luz, junto con su hijo.
EN HISTORIA DEL Blues,
Paul Oliver escribe: "Numerosísimos cantantes de blues pudieron
apreciar la música de Robert Johnson: Muddy Waters le escuchó
de joven, el pianista Sunnyland Slim y David Honeyboy Edwards. Este
último lo describió con estas palabras: 'Robert era alto,
de piel morena y muy delgado. Tenía una mirada muy extraña.
Se asomaba por uno de sus ojos, mientras el otro mostraba una especie de
catarata. Por aquel entonces tocaba una guitarra Sears-Roebuck, Stella.
Sí, era muy bueno'''.
CARLOS TENA, EN su bien documentada obra Los
maestros del blues, escribió: ''Constantemente citado como el
más grande, el más expresivo y conmovedor poeta del blues,
su figura siempre ha estado rodeada de misterio. Llevaba una vida errática
y era un hombre huraño y esquivo, algo esquizofrénico, bebía
mucho y se mostraba muy tímido con todo el mundo, aunque con las
mujeres su comportamiento era muy distinto".
CON UN PANORAMA tan adverso, con una personalidad
tan contradictoria, podían pasar dos cosas: una, que al igual que
tantos con vidas tan difíciles, fuera un ser que transitara por
esta vida sin pena ni gloria, consumido por el alcohol y en la amargura.
La otra (a pesar de esas circunstancias tan poco aleatorias), que el hombre
logró imponerse. Le cantó a la infelicidad y al amor, a las
mujeres, a la amistad y a la esperanza de encontrar en algún lado
el bienestar; aunque para esto tuviera que haberle vendido su alma al mismísimo
diablo.