Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 17 de febrero de 2003
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Política

Iván Restrepo

Pérdida de selva baja

Por noticias desalentadoras sobre los recursos naturales no paramos. Hace unos días, organismos públicos confirmaron lo que ya se sabía gracias a varios especialistas y centros de investigación: el agua del subsuelo escasea cada vez más en México, así como que las principales playas turísticas sí están contaminadas -y no se trata de campaña alguna contra determinada ciudad en aras de disputarle visitantes.

Ahora la mala nueva es que continúa la pérdida de la selva baja (la Cenicienta de la vegetación tropical, porque solamente en época de lluvias luce exuberante, llena de hojas y verdor) de la cual se pierden cada año 650 mil hectáreas. En el Bajío apenas quedan vestigios de lo que fue alguna vez un ecosistema abundante, mientras en el resto del país la destrucción es igualmente notable.

Integrantes del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México, que dirige el maestro Héctor Hernández, y en el que colaboran, entre otros, Miguel Ortega, Jorge Vega, Catherine Renton y Felipe Noguera, nos informan y alertan sobre las pérdidas económicas, sociales y ambientales que significa tener menos selva tropical baja.

Por una parte, el efecto negativo que la deforestación ocasiona en la producción de agua, la erosión y la falta de humedad en el clima. Por otra, los bosques tropicales son hábitat de miles de especies animales y vegetales que, en muchas ocasiones, solamente allí se encuentran. Esta diversidad biológica encierra una riqueza potencial para diversas actividades que van de las farmacéuticas y alimenticias a las industriales. Son la base del desarrollo futuro y eso mueve a los países industrializados a tratar de apoderarse de ella mediante patentes.

El absurdo es que muchas especies desaparecen antes de que se conozcan sus propiedades y utilidad. Aun así, el tesoro biológico de México sigue siendo enorme. Un ejemplo lo ofrecen los especialistas con la reserva de Chamela-Cuixala, Jalisco, donde la universidad tiene un centro de investigación que dirige Ricardo Ayala. Hasta ahora han clasificado más de mil especies de plantas. También allí sobreviven las seis especies de felinos que todavía existen en México, pero apenas hay dos jaguares y tres pumas por cada 100 kilómetros cuadrados, densidad baja si se compara con la del jaguar en los límites de Campeche y Quintana Roo, donde lentamente se recupera este felino, alguna vez sagrado para los mayas.

En cuanto a la vertiente del Pacífico, de Sonora a Chiapas, las especies de flora sobrepasan 6 mil, de las cuales casi la mitad son endémicas, es decir, únicamente allí se dan. La riqueza no sólo es florística, ya que en este magno universo de vida, cada especie, por insignificante que parezca, cumple su papel. Es el caso de los insectos que por medio de la polinización generan en el mundo casi 2 billones de dólares anuales.

La ganadería extensiva, la agricultura de subsistencia, los talamontes, la pobreza y recientemente la actividad de los narcos son las causas de esta pérdida de selva baja, la cual está en peligro de desaparecer para siempre en unas décadas más,

Esto sucede cuando los científicos recalcan en sus estudios la excepcional importancia biológica de la selva baja, pues en ella se localiza más de 40 por ciento de las plantas endémicas del país (en la tropical húmeda no sobrepasa 5 por ciento) y a que la población, en especial la rural, las utiliza en número apreciable. Precisamente la mayor parte de los campesinos de México vive en la selva baja. Sin embargo, muchas veces esa destrucción la patrocina el propio gobierno con sus programas agropecuarios inmediatistas, clientelares, que ni ayudan al sector rural a salir de su pobreza, ni nos hacen más eficientes en materia agrícola.

El sector público conoce bien lo que ocurre en el ámbito forestal, gracias a las instituciones que se dedican a estudiar los recursos naturales del país y a plantear soluciones a los problemas que los diezman. Por supuesto, cada sexenio se promete detener la destrucción, pero en los hechos ocurre lo contrario, como muestran los datos de los científicos del Instituto de Biología de la UNAM.

Y eso que al inicio de su gestión el gobierno del cambio anunció su principal programa en relación con los recursos naturales: la cruzada por el bosque y el agua.

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