Ana María Aragonés
La guerra que viene, ¿y la migración?
¿Podríamos esperar represalias de Estados
Unidos debido a la posición de México ante el Consejo de
Seguridad al plantear la multilateralidad y la resolución pacífica
de los conflictos? Más específicamente: ¿se verá
afectada la posibilidad de lograr un acuerdo migratorio? Yo no lo creo.
En primer lugar y lo más importante es que no debe haber ninguna
presión que nos aleje de los presupuestos del artículo 89
fracción X de la Constitución.
En segundo término hay que recordar que la posibilidad
de llegar a un acuerdo migratorio se veía remoto después
de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, y así se mantuvo
aun antes de las elecciones de noviembre pasado que se efectuaron en Estados
Unidos. Además, las condiciones actuales en las que se despliega
la migración mexicana no lo hacen necesario, ya que los trabajadores
siguen llegando al vecino del norte en las cantidades necesarias para continuar
con sus procesos productivos. El problema de la falta de documentos lo
es sólo para los migrantes, pues la economía de Estados Unidos
se sigue beneficiando de esta situación, y no tiene prisa en cambiarla.
Algunos datos nos confirman lo anterior. De acuerdo con
Adrew Sum, director del Center for Labor Market Studies de la Northeastern
University, ahora más que en ningún otro momento en los pasados
100 años la economía estadunidense se ha vuelto absolutamente
dependiente de la fuerza de trabajo migrante. Señala que ha sido
tan decisiva para el crecimiento económico que de no tener acceso
a ella sin ninguna duda se habría estancado. La participación
de los nuevos migrantes en el crecimiento de la fuerza de trabajo se ha
incrementado de manera notable al pasar de 10 por ciento entre 1970-1980
a 27 por ciento entre 1980-1990 hasta alcanzar 50 por ciento entre 1990-2001.
De acuerdo con el censo, de los 7 millones de indocumentados que se encuentran
en Estados Unidos, 4.8 millones son mexicanos, es decir, 69 por ciento.
Queda claro que no es ningún obstáculo que sean indocumentados.
Los atentados del 11 de septiembre han dado a Estados
Unidos el pretexto para inaugurar lo que será su nueva doctrina:
"la guerra preventiva", delineándose así su política
económica y militar frente al siglo xxi. Su objetivo es afianzarse
como la potencia que decide y marca el rumbo de las nuevas condiciones
del orden mundial haciendo sentir su poderío con un despliegue militar
incontestable. En este contexto los instrumentos que los países
se dieron al término de la Segunda Guerra Mundial son un obstáculo
para sus objetivos imperiales, concretamente la Organización de
Naciones Unidas (ONU). No es extraño que George W. Bush la boicotee
al intentar lograr el apoyo de un conjunto de países para formar
una coalición, por fuera de la ONU, que pueda servir a sus propósitos
de control de áreas estratégicas, llámense éstas
reservas de recursos energéticos o posiciones geográficas.
Una de las graves consecuencias resultado de la guerra
será, sin duda, el incremento de los flujos migratorios, bajo la
figura de desplazados. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia
(Unicef) señala que hay en el mundo 13 millones de niños
desplazados como resultado de las conflagraciones. Otros tantos millones
de adultos se encuentran en esta situación y Estados Unidos con
su invasión incrementará su número. Estos nuevos migrantes
empezarán a presionar las fronteras de muchos países, sin
ningún compromiso por parte de aquellos que contribuyeron a crear
semejante tragedia, pues los desplazados no tienen protección al
permanecer bajo una especie de "limbo legal".
En este contexto sería absurdo pensar que debiéramos
alinearnos a una posición que se da de topes con la política
exterior de México, por un supuesto efecto negativo en los asuntos
que tenemos pendientes con Estados Unidos.
Sin embargo, ahora más que nunca resulta fundamental
plantearse la necesidad de superar nuestra condición de expulsores
de fuerza de trabajo. El camino está en lograr un acuerdo nacional
entre campesinos y gobierno en el que se ponga como prioridad nacional
la autosuficiencia alimentaria absorbiendo así a su población
y, de manera paralela, se lleve a cabo una verdadera política industrial
que deje de colocar en el centro de su estrategia la lucha por la instalación
de maquiladoras que mantiene salarios de hambre al obligarnos a competir
con la situación casi de "esclavitud" de los obreros chinos, razón
central que está en la base de los flujos migratorios.