Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 15 de febrero de 2003
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Política
Ana María Aragonés

La guerra que viene, ¿y la migración?

¿Podríamos esperar represalias de Estados Unidos debido a la posición de México ante el Consejo de Seguridad al plantear la multilateralidad y la resolución pacífica de los conflictos? Más específicamente: ¿se verá afectada la posibilidad de lograr un acuerdo migratorio? Yo no lo creo. En primer lugar y lo más importante es que no debe haber ninguna presión que nos aleje de los presupuestos del artículo 89 fracción X de la Constitución.

En segundo término hay que recordar que la posibilidad de llegar a un acuerdo migratorio se veía remoto después de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, y así se mantuvo aun antes de las elecciones de noviembre pasado que se efectuaron en Estados Unidos. Además, las condiciones actuales en las que se despliega la migración mexicana no lo hacen necesario, ya que los trabajadores siguen llegando al vecino del norte en las cantidades necesarias para continuar con sus procesos productivos. El problema de la falta de documentos lo es sólo para los migrantes, pues la economía de Estados Unidos se sigue beneficiando de esta situación, y no tiene prisa en cambiarla.

Algunos datos nos confirman lo anterior. De acuerdo con Adrew Sum, director del Center for Labor Market Studies de la Northeastern University, ahora más que en ningún otro momento en los pasados 100 años la economía estadunidense se ha vuelto absolutamente dependiente de la fuerza de trabajo migrante. Señala que ha sido tan decisiva para el crecimiento económico que de no tener acceso a ella sin ninguna duda se habría estancado. La participación de los nuevos migrantes en el crecimiento de la fuerza de trabajo se ha incrementado de manera notable al pasar de 10 por ciento entre 1970-1980 a 27 por ciento entre 1980-1990 hasta alcanzar 50 por ciento entre 1990-2001. De acuerdo con el censo, de los 7 millones de indocumentados que se encuentran en Estados Unidos, 4.8 millones son mexicanos, es decir, 69 por ciento. Queda claro que no es ningún obstáculo que sean indocumentados.

Los atentados del 11 de septiembre han dado a Estados Unidos el pretexto para inaugurar lo que será su nueva doctrina: "la guerra preventiva", delineándose así su política económica y militar frente al siglo xxi. Su objetivo es afianzarse como la potencia que decide y marca el rumbo de las nuevas condiciones del orden mundial haciendo sentir su poderío con un despliegue militar incontestable. En este contexto los instrumentos que los países se dieron al término de la Segunda Guerra Mundial son un obstáculo para sus objetivos imperiales, concretamente la Organización de Naciones Unidas (ONU). No es extraño que George W. Bush la boicotee al intentar lograr el apoyo de un conjunto de países para formar una coalición, por fuera de la ONU, que pueda servir a sus propósitos de control de áreas estratégicas, llámense éstas reservas de recursos energéticos o posiciones geográficas.

Una de las graves consecuencias resultado de la guerra será, sin duda, el incremento de los flujos migratorios, bajo la figura de desplazados. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) señala que hay en el mundo 13 millones de niños desplazados como resultado de las conflagraciones. Otros tantos millones de adultos se encuentran en esta situación y Estados Unidos con su invasión incrementará su número. Estos nuevos migrantes empezarán a presionar las fronteras de muchos países, sin ningún compromiso por parte de aquellos que contribuyeron a crear semejante tragedia, pues los desplazados no tienen protección al permanecer bajo una especie de "limbo legal".

En este contexto sería absurdo pensar que debiéramos alinearnos a una posición que se da de topes con la política exterior de México, por un supuesto efecto negativo en los asuntos que tenemos pendientes con Estados Unidos.

Sin embargo, ahora más que nunca resulta fundamental plantearse la necesidad de superar nuestra condición de expulsores de fuerza de trabajo. El camino está en lograr un acuerdo nacional entre campesinos y gobierno en el que se ponga como prioridad nacional la autosuficiencia alimentaria absorbiendo así a su población y, de manera paralela, se lleve a cabo una verdadera política industrial que deje de colocar en el centro de su estrategia la lucha por la instalación de maquiladoras que mantiene salarios de hambre al obligarnos a competir con la situación casi de "esclavitud" de los obreros chinos, razón central que está en la base de los flujos migratorios.

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