Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 15 de febrero de 2003
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Fotos del Día
  Librería   
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas 
  >

Política
Miguel Concha

Comercio global alternativo

Ninguno de los promotores del primer "Sello de Garantía de Comercio Justo", creado en 1988, pensó que 15 años después, gracias a la respuesta de los consumidores, sería una de las alternativas desde abajo a la globalización neoliberal que se nos impuso desde arriba, en la que lo prioritario es el lucro irracional, y no el respeto a la dignidad del trabajo y al cuidado del ambiente. La iniciativa corrió a cargo de la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI), organización de caficultores de Oaxaca, acompañados en la aventura, no sustituidos, por iglesias, grupos y empresas solidarias. Este sello, que da garantías al consumidor de un mercado alternativo socialmente justo y ecológicamente responsable, tomó el nombre de Max Havelaar, personaje de la literatura holandesa, que luchó por un mejor pago para las materias primas, principalmente el café, que llegaban a su país provenientes de las colonias de Indonesia.

El "Comercio Justo" establece relaciones directas entre productores y consumidores conscientes de las exigencias del mercado, que además deciden hacer negocios en términos de justicia, equidad y responsabilidad, obviando el acaparamiento y el control de intermediarios y caciques. Los productores y consumidores establecen un convenio con reglas claras sobre los costos reales de producción, en los que se incluyen los costos sociales y ecológicos, es decir, precios basados en una sobrevivencia digna del productor y en el cuidado del ambiente, que la sociedad reconoce como bienes que deben ser pagados. En esta relación de corresponsabilidad, los productores se comprometen a dejarse inspeccionar y certificar para garantizar un producto orgánico de calidad, que adquiere un valor agregado, por tratarse de una contribución al mejoramiento del ambiente y la salud, tanto del productor como del consumidor. A su vez, los consumidores se responsabilizan a pagar un precio justo, generando conciencia de que su fuerza como ciudadanos no está solamente cada tres o seis años, cuando eligen a sus autoridades, sino todos los días como consumidores, cuando eligen qué y dónde consumir, y a quién beneficiar con su dinero. Este tipo de experiencias hacen tangible que en la práctica cotidiana se pueda soñar en que otro mundo es posible, en el que nadie se quede fuera de sus beneficios económicos, sociales, políticos y culturales.

En estos meses recientes hemos sido testigos de la crítica y protesta de que ha sido objeto la política oficial hacia el campo. Pero también hemos comprobado la verdad de sus planteamientos y lo justo de sus propuestas. La protesta acompañada de la propuesta. "Nosotros no queremos dinero regalado; no somos mendigos. Si se nos pagara un precio justo por nuestros productos, podríamos vivir de nuestro trabajo, sin más apoyo y sin más financiamiento". Estas palabras de Isaías Martínez, dirigente cafetalero, resume la crítica al sistema de "cooperación" al desarrollo vigente, al tiempo que ofrece una alternativa, la de comprar y pagar a los productores precios justos por sus productos. Junto a esta cruda realidad, y a pesar de lo que se dice, vemos cómo se desarrollan alternativas que se construyen colectivamente desde abajo, desde los pobres, que desenmascaran el mito del pensamiento único, y echan por tierra la aseveración de que no existe otro camino. En la actualidad 253 grupos de productores de Asia, América Latina, Africa y 13 países europeos se encuentran involucrados en el movimiento de "Comercio Justo". Más de 5 millones de personas integradas en cooperativas agrícolas se benefician ya de este comercio equitativo y responsable, y el sello de garantía se ha implantado ya en 18 países, entre ellos México. El volumen total de operaciones asciende a 64 mil millones de euros. Además del café, el producto inicial, el abanico de productos comercializados en estos términos abarca también té, miel, chocolate, plátano, jugos de fruta y ropa. Esto y mucho más puede leerse en el libro La Aventura del comercio justo. Una alternativa de globalización, escrito por sus fundadores, Nico Roozen y Francisco VanderHoff, en el que describen la contribución de UCIRI y Solidaridad, de Holanda, al movimiento mundial del "Comercio Justo", como una propuesta entre otras muchas, que esperamos se multipliquen en poco tiempo. Si la lectura de este libro -que próximamente estará en venta en librerías- invita a realizar otras empresas creativas, responsables y solidarias como ésta, nuestras esperanzas se darán por confirmadas.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año