Miguel Concha
Comercio global alternativo
Ninguno de los promotores del primer "Sello de Garantía
de Comercio Justo", creado en 1988, pensó que 15 años después,
gracias a la respuesta de los consumidores, sería una de las alternativas
desde abajo a la globalización neoliberal que se nos impuso desde
arriba, en la que lo prioritario es el lucro irracional, y no el respeto
a la dignidad del trabajo y al cuidado del ambiente. La iniciativa corrió
a cargo de la Unión de Comunidades Indígenas de la Región
del Istmo (UCIRI), organización de caficultores de Oaxaca, acompañados
en la aventura, no sustituidos, por iglesias, grupos y empresas solidarias.
Este sello, que da garantías al consumidor de un mercado alternativo
socialmente justo y ecológicamente responsable, tomó el nombre
de Max Havelaar, personaje de la literatura holandesa, que luchó
por un mejor pago para las materias primas, principalmente el café,
que llegaban a su país provenientes de las colonias de Indonesia.
El "Comercio Justo" establece relaciones directas entre
productores y consumidores conscientes de las exigencias del mercado, que
además deciden hacer negocios en términos de justicia, equidad
y responsabilidad, obviando el acaparamiento y el control de intermediarios
y caciques. Los productores y consumidores establecen un convenio con reglas
claras sobre los costos reales de producción, en los que se incluyen
los costos sociales y ecológicos, es decir, precios basados en una
sobrevivencia digna del productor y en el cuidado del ambiente, que la
sociedad reconoce como bienes que deben ser pagados. En esta relación
de corresponsabilidad, los productores se comprometen a dejarse inspeccionar
y certificar para garantizar un producto orgánico de calidad, que
adquiere un valor agregado, por tratarse de una contribución al
mejoramiento del ambiente y la salud, tanto del productor como del consumidor.
A su vez, los consumidores se responsabilizan a pagar un precio justo,
generando conciencia de que su fuerza como ciudadanos no está solamente
cada tres o seis años, cuando eligen a sus autoridades, sino todos
los días como consumidores, cuando eligen qué y dónde
consumir, y a quién beneficiar con su dinero. Este tipo de experiencias
hacen tangible que en la práctica cotidiana se pueda soñar
en que otro mundo es posible, en el que nadie se quede fuera de sus beneficios
económicos, sociales, políticos y culturales.
En estos meses recientes hemos sido testigos de la crítica
y protesta de que ha sido objeto la política oficial hacia el campo.
Pero también hemos comprobado la verdad de sus planteamientos y
lo justo de sus propuestas. La protesta acompañada de la propuesta.
"Nosotros no queremos dinero regalado; no somos mendigos. Si se nos pagara
un precio justo por nuestros productos, podríamos vivir de nuestro
trabajo, sin más apoyo y sin más financiamiento". Estas palabras
de Isaías Martínez, dirigente cafetalero, resume la crítica
al sistema de "cooperación" al desarrollo vigente, al tiempo que
ofrece una alternativa, la de comprar y pagar a los productores precios
justos por sus productos. Junto a esta cruda realidad, y a pesar de lo
que se dice, vemos cómo se desarrollan alternativas que se construyen
colectivamente desde abajo, desde los pobres, que desenmascaran el mito
del pensamiento único, y echan por tierra la aseveración
de que no existe otro camino. En la actualidad 253 grupos de productores
de Asia, América Latina, Africa y 13 países europeos se encuentran
involucrados en el movimiento de "Comercio Justo". Más de 5 millones
de personas integradas en cooperativas agrícolas se benefician ya
de este comercio equitativo y responsable, y el sello de garantía
se ha implantado ya en 18 países, entre ellos México. El
volumen total de operaciones asciende a 64 mil millones de euros. Además
del café, el producto inicial, el abanico de productos comercializados
en estos términos abarca también té, miel, chocolate,
plátano, jugos de fruta y ropa. Esto y mucho más puede leerse
en el libro La Aventura del comercio justo. Una alternativa de globalización,
escrito por sus fundadores, Nico Roozen y Francisco VanderHoff, en el que
describen la contribución de UCIRI y Solidaridad, de Holanda, al
movimiento mundial del "Comercio Justo", como una propuesta entre otras
muchas, que esperamos se multipliquen en poco tiempo. Si la lectura de
este libro -que próximamente estará en venta en librerías-
invita a realizar otras empresas creativas, responsables y solidarias como
ésta, nuestras esperanzas se darán por confirmadas.