La toxicidad de químicos puede producir
cáncer, revela el investigador Samuel Salinas
Desprotegen firmas tabacaleras a 30 mil jornaleros
expuestos a plaguicidas
La mayoría de trabajadores, migrantes y ejidatarios;
niñas huicholes, las más vulnerables
ANGELICA ENCISO L.
Las empresas tabacaleras con ganancias anuales promedio
de 11 mil 500 millones de pesos no gastan un centavo en la protección
de casi 30 mil jornaleros indígenas migrantes y ejidatarios dedicados
al cultivo de tabaco en el norte de Nayarit, en el cual usan plaguicidas
altamente tóxicos que les pueden ocasionar desde dolor de cabeza,
paro respiratorio, cáncer hasta la muerte.
Los jornaleros, la mayoría huicholes, manejan los
productos a mano e inhalan directamente los químicos sin el equipo
de protección -mono blanco, guantes y mascarilla-, sostiene en entrevista
Samuel Salinas Alvarez, coautor con Patricia Díaz Romo del estudio
Plaguicidas, tabaco y salud: el caso de los jornaleros huicholes, mestizos
y ejidatarios en Nayarit.
Precisa
que la investigación que comenzaron en octubre de 1994 y concluyeron
el año pasado en el municipio de Santiago Ixcuintla -conocido como
la "capital mexicana del tabaco"- revela que quienes trabajan en las plantaciones
y quienes viven en la zona presentan bajos niveles de una sustancia que
funciona como neurotrasmisor y cuya deficiencia ocasiona salivación
excesiva, calambres, parálisis del soporte respiratorio y la muerte.
La literatura científica, señala, ha determinado
que el contacto directo con esos químicos puede causar cáncer,
malformaciones congénitas y anencefalia en los recién nacidos;
algunos de estos casos durante la investigación se presentaron en
el Hospital Civil de Guadalajara y podría haber relación
con los plaguicidas.
La mayoría de los trabajadores se emplearon en
las plantaciones de Cigarrera la Moderna, aunque allí también
están Tabacos Desvenados, Tabacos Pacífico Norte y Exportadora
de Artículos Mexicanos, las cuales establecen con los campesinos
dueños de sus tierras convenios conocidos como "agricultura por
contrato" para que cultiven el tabaco; ahí se contratan los jornaleros
migrantes huicholes, coras, tepehuanos y mestizos.
Este es el primer estudio del tipo en el país y,
aunque resultados preliminares se presentaron hace tres años en
el Congreso de la Unión y el año pasado ante oficinas gubernamentales,
no ha habido respuesta, asevera. Abunda sobre el desarrollo del trabajo:
"Se tomó como referencia el ciclo 1994-1995, aunque la superficie
cultivada varía cada año, se cultivan alrededor de 20 mil
hectáreas propiedad de 6 mil ejidatarios y se emplean unas 33 mil
personas".
Cada hectárea requiere entre 30 y 60 kilogramos
de plaguicidas para el control de plagas. Ahí, los trabajadores
mantienen contacto cotidiano con los insecticidas conocidos como carbámicos
y organofosforados, que en promedio permanecen seis semanas en el ambiente,
pero son más tóxicos que los organoclorados -como el DDT,
que dura hasta 50 años en el suelo.
Los dueños de las tierras viven alrededor de los
campos cultivados donde se utilizan esos químicos. En forma crónica
están expuestos ellos y sus familias a esas sustancias y en forma
permanente registran deficiencia de la sustancia neurotrasmisora -acetilcolinesterasa-,
lo cual se ha corroborado que causa severos daños a la salud, agrega
Salinas.
En el estudio se invirtieron 100 mil dólares donados
por organizaciones privadas y no gubernamentales, además de que
contó con el apoyo técnico de las universidades de Guadalajara
y Nayarit así como la participación del Pesticide Education
Center de San Francisco.
Vieja advertencia
En 1994 Díaz Romo había divulgado el video
Huicholes y plaguicidas, en el que "se denunció la situación
en que viven y laboran los jornaleros agrícolas, pero la reacción
oficial, a través de médicos de la zona y de la Comisión
Intersecretarial para el Control del Proceso y Uso de Plaguicidas, Fertilizantes
y Sustancias Tóxicas (Cicoplafest), sin ser muy abierta fue que
era demagogia, amarillismo y que eso no existía".
Tras largas jornadas de análisis en Santiago Ixcuintla,
donde cada año los ejidatarios y propietarios rurales se reúnen
en las plazas de las comunidades para esperar a los indígenas y
contratarlos, porque su trabajo es apreciado debido a que el ensarte de
las hojas es una labor casi artesanal, el documento fue terminado el año
pasado y "los resultados son graves", destaca.
Hasta hace 10 años en la zona se utilizaban los
plaguicidas organoclorados -como el DDT-, que también son cancerígenos
y permanecen por largo tiempo en el ambiente porque no son degradables.
Por políticas internacionales de eliminación de ese tipo
de sustancias fueron sustituidos por los actuales: los carbámicos
y organofosforados, que desaparecen en seis semanas, pero son más
tóxicos.
A la zona tabacalera cada año llegan unos 8 mil
jornaleros huicholes -que representan 50 por ciento de este pueblo-, además
de pequeños grupos de mestizos de Zacatecas, indígenas coras
y tepehuanos. Entre las pruebas que se hicieron para la investigación
destaca la toma de muestras de sangre a ejidatarios y jornaleros, tanto
en el lugar de trabajo como en las comunidades.
El primer hallazgo, precisa, fue que la exposición
a plaguicidas rebasó el ámbito laboral para convertirse en
problema ambiental. Explica: "Se presentan dos tipos de intoxicación,
la aguda y la crónica. Los jornaleros agrícolas están
expuestos a la primera porque tienen contacto directo con las sustancias
durante sus labores, mientras que los ejidatarios tienen una relación
por más tiempo, debido a que el cultivo se hace en forma intercalada
entre las parcelas, alrededor de las cuales están sus viviendas.
Por eso es un problema ambiental".
Las conclusiones del trabajo indican que se encontró
que los jornaleros indígenas son quienes más resienten en
su salud el contacto con los químicos, pero de entre ellos "las
niñas son las más castigadas, pues pasan más tiempo
en cuclillas ensartando las hojas de tabaco y generalmente no se levantan,
por lo que están más expuestas a los plaguicidas".
El estudio, basado en todos los protocolos científicos,
fue presentado a los ejidatarios. Sin embargo, contrario a otras reuniones
en que la asistencia era nutrida, ahora sólo tres personas acudieron.
"No sabemos si por presión de las tabacaleras."
También se les presentó a huicholes en la
oficina de Pueblos Indios. Esa ocasión "fue muy desoladora porque
la gente necesita hacer el cultivo del tabaco para vivir. La reacción
fue de mucho estupor. Lo que planteamos es que se reduzca el riesgo en
el trabajo, que las autoridades entren a vigilar, que se cumplan los términos
de contratación con los jornaleros migrantes.
"Nosotros aportamos la información de base. Las
autoridades tienen que hacer algo. Es la primera vez que se hace un estudio
de esta magnitud con jornaleros migrantes y la situación es similar
en los campos de Sinaloa y Baja California. En cualquier lugar donde haya
monocultivo y agricultura industrial se van a encontrar grandes cantidades
de plaguicidas y cero protección a los jornaleros."
Lo que buscamos es que "las autoridades nos abran las
puertas para hacerles la presentación de los datos con toda claridad
y que se anuncie a la brevedad un programa intergubernamental de atención
a las zonas donde se utilizan esos químicos. Los dueños de
las tabacaleras se deben responsabilizar de los daños y asumir su
responsabilidad de salud pública".
El documento advierte que pese a "la actualización
de las leyes mexicanas relacionadas con los plaguicidas, la situación
original, en cuanto a los mecanismos legales para el control del uso son
insuficientes o inoperantes, no se han modificado en la práctica".
Sobre el papel de la Cicoplafest, organismo encargado
de regular el manejo de esos plaguicidas, desde que entró el actual
gobierno "no ha hecho ninguna declaración formal al respecto, es
válido pensar que el control de los plaguicidas no está entre
sus prioridades, ya que no ha tomado las medidas correctivas que son necesarias,
por lo que es muy posible que la caótica situación que se
describe continúe sin mayores cambios".