Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 9 de febrero de 2003
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Cultura
AUGUSTO MONTERROSO, 1921-2003

La moderación caracterizó la manufactura de sus libros

El universo de Tito, en 500 páginas

CESAR GÜEMES

Bondadoso, rubicundo, sonriente, suave al trato y anfitrión esmerado, Augusto Monterroso descansa ya en la paz de su obra. Con instrumentos de relojero y paciencia de Job laico consiguió crear un poblado universo en no más de 500 páginas. Obras completas (y otros cuentos), Movimiento perpetuo, La palabra mágica, La oveja negra y demás fábulas y Lo demás es silencio (La vida y la obra de Eduardo Torres) conforman el canon de su quehacer literario.

El también escritor y sólido intelectual Henrique González Casanova lo impulsó, en el sentido literal del término, para que se reconociera como escritor. Así lo recordó Monterroso para La Jornada al hablar de su primer libro, Obras completas (y otros cuentos): "De hecho yo no quería publicar ese trabajo. Cuando vine a México, luego de mi exilio en Chile en el 56, fue Henrique González Casanova quien me dio un trabajo en la imprenta universitaria. Me incorporé a la UNAM desde entonces. El, luego de un par de años, muy generosamente me ofreció la posibilidad de editarme un libro de cuentos. Eso me llenó de angustia, porque lo único que yo había publicado eran trabajos en revistas de escasa circulación y me sabía tranquilo porque pensaba que pocas personas pudieron leer esos escritos. Pero un libro ya era algo distinto. El caso es que pasó el tiempo y como no se llegaba el momento en que yo entregara el libro, Henrique me dijo: 'O me traes el volumen o te corro'. No quería que me convirtiera en burócrata. Me lo dijo muy en serio, aunque tal vez no tuviera la intención de despedirme. Entonces recogí de varias revistas los 13 cuentos que contiene el libro que finalmente apareció en el 59. Si no hubiera sido por González Casanova, creo que me la hubiera pasado haciendo como que algún día iba a publicar algo".

El volumen, que ha pasado a la historia de la literatura como ejemplo de prosa fresca, está conformado por las narraciones ''Míster Taylor'', ''Uno de cada tres'', ''Sinfonía concluida'', ''Primera dama'', ''El eclipse'', ''Diógenes también", ''El dinosaurio'', ''Leopoldo (sus trabajos)'', ''El concierto'', ''El centenario'', ''No quiero engañarlos'', ''Vaca'' y ''Obras completas''.

Hombre de su tiempo

La concisión, que no síntesis, y la gracia que había demostrado al escribir su celebérrimo cuento ''El dinosaurio'', encontró en Movimiento perpetuo ejemplos de la misma altura, como es el caso de ''Fecundidad'': "Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea".

Los trabajos y los días de Augusto Monterroso, nacido en Honduras en 1921, criado en Guatemala y mexicano desde hace más de medio siglo fueron los de un hombre de su tiempo. Así lo expuso para estas páginas: "Como puedo ponerme a escribir, tal vez lea o escuche música o quizá salga a la calle a no hacer nada. O tal vez me dedique a realizar tareas de la existencia doméstica, como ir por el periódico, realizar pagos en el banco o ir al mercado. Pareciera que es una molestia hacer fila en un banco o buscar la mejor mercancía en un mercado, pero yo lo considero algo bueno, porque me ha mantenido siempre en contacto con la gente de carne y hueso. Es decir, este tipo de trabajos me gustan porque no me dejan aislarme. No vivo en una torre de marfil".

La palabra mágica, uno de sus libros más breves en número de páginas, contiene cuatro historias que al mismo tiempo se apartan del estilo habitual del prosista y que le permiten ampliar su registro de voces: Llorar orillas del río Mapocho, La cena, De lo circunstancial a lo efímero y Las ilusiones perdidas.

Su forma de concebir la manufactura de un libro no era forzada, por el contrario, los textos se le iban acumulando con gran moderación, como nos explicó: "Escribo, como siempre. Escribo y guardo, a la espera de que los libros se formen solos. Cuando tengo material suficiente para un volumen, entonces lo suelto. Pero nunca tengo la idea de 'voy a hacer un libro, no pienso en sus características ni en su publicación. Escribo lo que se me va ocurriendo cada día, cada semana o cuando sea. Lo guardo, a veces 20 años enteros. Y en el momento en que creo que ya hay material suficiente para publicar, lo hago. Creo en las musas y entiendo que representan la inspiración o el impulso para escribir algo. Las ideas o las ocurrencias que tengo se las atribuyo siempre a una musa más que a un esfuerzo. Tomo la escritura como un regalo.

Luego de que sintió que el cuento como género no le permitía cumplir con sus propósitos literarios, se decidió por la fábula y dio a conocer La oveja negra y demás fábulas, amplio volumen en el cual incluyó, quizá premonitorio, el texto titulado ''El paraíso imperfecto'': "-Es cierto -dijo melancólicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno-; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve".

Modesto de verdad y como pocos escritores recatado, su labor dentro de las letras fue reconocida, entre otros, con distinciones como el Premio de Cuento Nacional Saker Ti, el Magda Donato, el Xavier Villaurrutia, el Aguila Azteca, el Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo y el Nacional de Literatura Miguel Angel Asturias. Aun así, en una de las última entrevistas concedidas para La Jornada, nos dijo: "Me siento como cuando empecé. Es decir, nunca he llegado a saber cómo se escribe un cuento, por ejemplo, ni un ensayo. Incluso le tengo prevención a ese conocimiento. No quiero saber. Tengo el prejuicio o la superstición de que si llego a saber cómo se hacen los cuentos, pasaría de ser un artista a un artesano, y entonces podría hacer uno cada ocho días. Pero como no sé cómo se hacen, sigo a merced de lo que vaya cosechando en cada ocasión".

Su tesoro mejor guardado fueron y son sus lectores, nos dijo también en esa ocasión: "Percibo el cariño de quienes me leen. A medida que ha ido pasando el tiempo lo he notado, en primer lugar porque me lo manifiestan espontáneamente. Luego, porque recibo muchas cartas de gente que no conozco y que me señala su aprecio. Sé que mis lectores me quieren. Con eso me quedo".

En algún lugar, en el sitio en que reposan los hombres y las mujeres de bien, un dinosaurio despierta y confirma satisfecho que su creador, Augusto Monterroso, todavía está allí.


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