Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 1 de febrero de 2003
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Cultura
Con dos noches privilegiadas se inició ciclo internacional en la Sala Carlos Chávez

Magia y prodigio con el Cuarteto de Piano de la Filarmónica de Berlín

Interpretó partituras de Mozart y Brahms, entre otros Culmina gira por México

PABLO ESPINOSA

El Cuarteto de Piano de la Filarmónica de Berlín culminó anteanoche en la Sala Carlos Chávez, del Centro Cultural Universitario, una breve gira mexicana con un par de conciertos que dejan constancia de por lo menos cuatro cosas: a) que en México existe un foro ideal para música de cámara: la Sala Carlos Chávez; b) que existe un público a la altura de ejecutantes que alcanzan el máximo nivel técnico que el ser humano ha logrado en la historia; c) que se trata, estas recientes veladas, de dos de los mejores conciertos que han ocurrido en México en muchos años y, por tanto, d) que el Paraíso existe.

Luego de un programa inicial la noche del viernes anterior en el Palacio de Bellas Artes, y después de ofrecer conciertos en Puebla y Cuernavaca, este agrupamiento camerístico alemán nacido en la mejor orquesta del planeta, la Filarmónica de Berlín, culminó su ciclo mexicano en el Centro Cultural Universitario con dos programas complementarios y perfectos en su planeación y puesta en vida, ambos cernidos en partituras de Mozart y Brahms con partes intermedias sucesivamente tejidas con los pensamientos musicales de Joaquín Turina, el miércoles, y Paul Juon, el jueves.

La Sala Carlos Chávez del Centro Cultural Universitario fue construida, afinada e inaugurada enseguida (tres años después) de su hermana mayor, la Sala de Conciertos Nezahualcóyotl, que acaba de cumplir 26 años. Ambas, ubicadas a unos metros una de otra, son las mejores en América Latina y equiparables a los mejores instrumentos acústicos -que es otra forma de llamarle a una sala de conciertos- en el orbe.

Es tan fina, delicada y perfecta la acústica de la Sala Carlos Chávez que en su interior el vuelo de un colibrí sonaría como un estrépito de alas arcangélicas, un estruendo de polen de alcatraces, un alud de magma hirviente calcinada dulcemente en los receptáculos humanos de quien se siente en una de sus butacas a vivir, por un par de horas, el Paraíso. Es, para ese ritual laico que equivale a La Meca para un melómano, un templo semejante al Taj Majal, una materialización de lo perfecto.

Público en éxtasis

John Milton rescribiría su Paraíso recobrado de haber asistido este par de noches a la Sala Carlos Chávez. Entre las muchas maneras de hallar un eco de estos conciertos de maravilla inenarrable, busquemos ésta: hubo un milésimo de instante en el que el violonchelista dejó caer, por accidente, el arco de su instrumento sobre la cuerda sol, suelta, y en esa micra de millonésima de milímetro de roce inexacto, uno en la butaca respiró tranquilo: ¡qué alivio, son humanos!

Pero no se piense que se trató de perfecciones robóticas, malabarismos cirqueriles, automatismos impolutos y toda esa superchería a la que muchos se obstinan en reducir lo que es un buen concierto. No, la Música, ese arte que enaltece, consiste en una vivencia superior que requiere concentración, buenos sentimientos, magia y prodigio, elementos todos ellos que se conjuntaron durante dos noches en la Sala Carlos Chávez con el Cuarteto de Piano de la Filarmónica de Berlín y un público en éxtasis. Al final del segundo de los conciertos se percibía con claridad un aura colectiva de tonalidades púrpura: una forma de la felicidad había ocurrido merced al milagro de la música.

El trabuco visitante fue fundado en 1985 como grupo de cámara de la Orquesta Filarmónica de Berlín. Está integrado por músicos completos: certezas técnicas, poderío comunicativo, ethos y pathos en estado puro: Rainer Sonne, nada menos que el concertino de la mejor orquesta del planeta, la filarmónica berlinesa; Rainer Mehne, violista de cualidades expresivas estupefacientes; Markus Nyikos, violonchelista que recuerda al músico de la película Kolya y que en vivo produce sonidos de belleza escalofriante; Pavel Gililov, pianista ruso que al igual que sus paisanos Arvo Part y Alfred Schnittke desarrollaron sus carreras musicales en tierras alemanas. Un cuarteto fantástico.

Esta historia tiene final feliz: no se trata de hacerle saber al lector que se perdió de unos conciertos históricos. Se trata de anunciar que esta serie de conciertos internacionales en la Sala Carlos Chávez apenas inicia con las sesiones aquí glosadas y continuará el jueves 6, a las 20 horas, con el violinista mexicano Erasmo Capilla y el pianista estadunidense Daniel Blumenthal. El jueves 20 estará en ese foro, el dúo Capucon de violín y violonchelo; el sábado 22 y domingo 23 se presentará el Quartet Sine Nomine, de Suiza, y el mes concluirá con esplendor: el eminente agrupamiento austriaco Vienna Piano Trio hará su magia en la Chávez, las noches del 27 y 28 de febrero.

Porque el Paraíso existe.

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