Luis Hernández Navarro
Alma de hacendado con formato Power Point
Al gobierno de Vicente Fox le brotó el alma de
hacendado. El PRI mangoneaba a los ejidatarios como si fueran menores de
edad. El PAN quiere tratar a los campesinos cual peones, y al campo como
si fuese un rancho de su propiedad.
Después de transitar por una zigzagueante ruta
desde noviembre del año pasado en la que distintos funcionarios
se contradijeron unos a otros y se llevaron la contraria hasta a sí
mismos, el Ejecutivo endureció su posición ante las protestas
rurales. El 26 de enero, en contra de su oferta original, convocó,
unilateralmente, a una caricatura de diálogo para elaborar una política
de Estado para el campo.
Apenas
el 7 de enero pasado anunció su disposición para llegar a
acuerdos de fondo con el movimiento campesino. Pero 24 horas después
cambió de opinión. El 8 de enero, el secretario de Agricultura,
Javier Usabiaga, se desdijo de su palabra y dio marcha atrás a la
oferta de llamar, junto al movimiento El campo no aguanta más, el
Congreso Nacional Agropecuaria (CAP) y El Barzón, a una negociación
sobre el futuro de la sociedad rural. Confesó entonces a un grupo
de dirigentes campesinos: "La Secretaría de Gobernación me
jaló las orejas". Y Gonzalo Altamirano, el funcionario de esa secretaría
que hizo las veces de rostro del Ejecutivo mientras el resto del gabinete
tomaba sus vacaciones navideñas, les advirtió que la convocatoria
era una prerrogativa del Ejecutivo en tanto era el representante de todos
los intereses de la nación.
La posición oficial se modificó nuevamente
el 23 de enero. Antes de salir rumbo a Davos, el Presidente de la República
refrendó la oferta inicial de convocatoria con las organizaciones
campesinas. Previamente, Alfonso Durazo, secretario particular de Vicente
Fox, se había reunido con un grupo de dirigentes rurales para pedirles
que, como señal de buena voluntad, suspendieran la manifestación
del 31 de enero. Sin embargo, poco duró la nueva oferta del Ejecutivo.
Apenas un día después del anuncio del primer mandatario,
los secretarios de Gobernación, Agricultura y Economía dieron
"machetazo a caballo de espadas" y anunciaron unilateralmente el llamado
al análisis sobre la situación del agro, con sus propias
reglas.
El gobierno federal bautizó su iniciativa con el
rimbombante nombre de Diálogo por una política de Estado
para el campo. Nada hay en ella que apunte a elaborar una política
de Estado. Se trata, tan sólo, de una acción coyuntural de
gobierno impulsada por el Ejecutivo, sin la participación real de
los otros poderes que constituyen el Estado mexicano y con la ausencia
de la sociedad rural. ¿Qué política de Estado puede
formularse cuando la convocatoria establece la prohibición expresa
de modificar el marco legal vigente y obliga a sujetar las propuestas presupuestales
a los montos previstos para cada dependencia?
Con esta iniciativa el gobierno de Fox recuperó
la vieja tradición de las consultas públicas del PRI, en
las que la gente habla y los funcionarios llegan a las conclusiones que
desean. Añadió, sí, una innovación tecnocrática
a estos foros: las ponencias deben presentarse 48 horas antes del inicio
de los trabajos, en formato word, acompañadas de un resumen
en formato Power Point.
El Diálogo por una política de Estado
para el campo traza una ruta de conversaciones ventajosa para la causa
del gobierno y sus amigos. En vez de diálogo y negociación,
sólo habrá diálogo. En lugar de compromisos vinculatorios
para las partes, se redactarán relatorías. El Legislativo
será un invitado más y no convocante. La conducción,
mecánica y alcance de las mesas será responsabilidad del
Ejecutivo. Sólo dos de los 10 integrantes de las comisiones coordinadoras
de las mesas pertenecerán a una organización campesina. Los
productores del sector privado agroalimentario tendrán la misma
representación que el sector social.
En síntesis, lo que el gobierno pretende es realizar
un simulacro de diálogo a modo, en el que no se toque ni
con "el pétalo de una rosa" al TLC, no se critique la contrarreforma
al 27 constitucional y sea imposible o inútil la participación
de las organizaciones rurales democráticas. De esta manera, los
opositores a la apertura comercial salvaje aparecerán ante la opinión
pública como intransigentes radicales que buscan la desestabilización
del país y que trabajan en favor de intereses inconfesables de partidos
políticos.
Mientras tanto, el Ejecutivo amenaza con la represión.
Cerca de 300 dirigentes campesinos de varias regiones del país tienen
órdenes de aprehensión por participar en movilizaciones de
protesta en contra del tratado o para exigir que se reduzca el precio de
la energía eléctrica o el diesel. A varios líderes
se les ha advertido que "todo tiene un límite" y que se les aplicará
"todo el poder del Estado".
La cúpula del Consejo Coordinador Empresarial (CCE)
se ha sumado a este clima de intimidación. Reclama aplicar esa variante
de la mano dura a la que gusta llamar estado de derecho, para "proteger
las inversiones y la estabilidad económica", así como acatar
al pie de la letra el TLC.
El Diálogo por una política de Estado
para el campo confirma la incapacidad del Ejecutivo para pactar acuerdos
y concertar políticas con la sociedad mexicana. Se negó a
hacerlo con el movimiento indígena. Incumplió su palabra
de promover una reforma laboral con las agrupaciones obreras. Aprobó
una legislación sobre medios de comunicación al margen de
las organizaciones civiles. Ahora quiere fijar una política para
el campo sin los campesinos, afín a los grandes intereses agroindustriales.
Está claro: su verdadera alma no es la de ranchero, sino la de hacendado
con formato Power Point.