ƑLA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
Exigencia de interioridad
ENTRE LOS FACTORES que amenazan con desaparecer en fecha no lejana la fiesta de toros en nuestro país destaca la desesperante uniformidad de los metidos a toreros o, si se prefiere, la severa despersonalización de sus expresiones delante de las reses, despojadas también de características que las diferencien, en aras de la búsqueda pueril de una toreabilidad sin bravura, presencia ni emoción.
BASTO, SIN EMBARGO, que uno de los últimos toreros con exigencia de interioridad que quedan en el mundo se abriera de capa ante su anovillado lote para que el aterido y aburrido público de la undécima corrida en la México fuese deslumbrado por el milagro tauromáquico y comprobara la abismal diferencia entre torear por molde y torear por nota.
DAVID SILVETI -47 años de edad y 25 de alternativa, la mitad de ellos en quirófanos y desalmadas rehabilitaciones- regresó a la plaza de sus triunfos y sus fracasos para devolverle al toreo, como expresión individual, la jerarquía que la mercadotecnia y el amiguismo pretenden arrebatarle.
QUIETO, VERTICAL, AJUSTADO toda la gélida tarde, el hijo y nieto de Juanes, de acusada individualidad en los ruedos, se echó el capote a la espalda y quitó primero por gaoneras, en las que fue atropellado y tuvo que ser levantado por su cuadrilla, y luego por tafalleras, reiterando, por enésima vez, que vocación -ineludibles voces interiores- mata limitaciones.
CON LA MULETA David, que no había tenido empacho en poner su capote de paseo con la imagen de la Guadalupana en la barrera del secretario de Agricultura Javier Usabiaga, quizá por aquello de que sólo un milagro puede salvar al campo mexicano, derrochó en su lote una entrega ensimismada y una conmovedora convicción, hasta convertir el desprestigiado coso en solemne templo taurino.
HARTO DE PADECER antes que dolores toreritos clonados, el hijo de Doreen y hermano de Alejandro se estiró con su segundo en cuatro despaciosas verónicas, como para redimir al lance fundamental de tanto mandilazo efectista en los últimos años; reivindicó el señorío del toreo por alto, ligó en una de las tandas hasta seis derechazos girando apenas las zapatillas, sufrió una aparatosa cogida sin consecuencias, arrancó de los tendidos el grito unánime de štorero!, malogró con la espada aquella magnífica obra de arte y recorrió el anillo en olor de apabullante reconocimiento, sin orejas en las manos pero con el regocijo en el alma.
ƑSE ATREVERA EL promotor de la Plaza México a incluir a David Silveti en la corrida del próximo 5 de febrero? Es poco probable, ya que los consentidos de la empresa, Ponce y El Juli, en nuestro país eluden por sistema a los alternantes incómodos. Y en la raquítica actualidad taurina de México si algún torero resulta verdaderamente incómodo, es decir, exhibidor implacable de estéticas con troquel y tauromaquias demagógicas, ese es David Silveti, mermado de facultades pero sobrado de interioridades.