El pintor español presenta hasta el 23
de enero Muestra antológica, en el Cuevas
Fernández de Molina se inclina por lo clásico
Su obra, inscrita en la tradición; no comulga
con instalaciones y montajes, explica
MERRY MAC MASTERS
La aparición de Javier Fernánez de Molina
(Badajoz, 1956) en el panorama de las artes plásticas españolas,
en la década de los ochenta, coincide con un retorno significativo
a la pintura-pintura.
-¿Cuál sería su postura frente al
arte de vanguardia, la tecnología, ya que su obra está más
dentro de la tradición?
-Sí, estoy dentro de esa tradición, pero
no estoy cerrado en absoluto. De hecho, acabo de hacer un trabajo con la
Calcografía Nacional, unas reproducciones digitales de obra gráfica.
Con lo que no estoy muy de acuerdo, y lo veo muy superfluo, es toda la
cuestión de instalaciones y montajes. Eso ya me interesa bastante
menos. Lo que sí me interesa es el sistema de reproducción
de lo clásico, de grabado, litografía, xilografía
o cualquier técnica. Ahora la impresión digital, por ejemplo,
da unas posibilidades que Goya o Rembrandt, de haberlas tenido, hubieran
hecho menos grabado y más impresión.
Una
Muestra antológica -medio centenar de pinturas, curada por
José-Miguel Ullán- de Fernández Molina permanecerá
hasta el 23 de enero en el Museo José Luis Cuevas (Academia 13,
Centro Histórico). La exposición fue organizada por el Museo
Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo, en Badajoz.
El artista tiene un especial interés por el flamenco.
Fue muy amigo del cantaor Camarón de la Isla, con quien colaboró
en trabajos discográficos. Al respecto comenta: ''Me ha influido
mucho su poder de trasladar su sensibilidad a la música". Al respecto
Ullán ha escrito: ''La imagen sale en busca de su latido. Y le gusta
al pintor que así sea, que algo parezca oírse en su pintura.
Resonar de pasos. Batir de alas. Bramar de olas. Un silbido. Un gorjeo.
Un zapateado. Un aliento. O el tiri-tiri-tiritar de Camarón de la
Isla...''
Pero más allá del buen cantaor, guitarrista
o bailaor, a Fernández de Molina le interesa el mundo gitano en
sí. Y aunque hay muy buenos intérpretes que no son gitanos,
''el flamenco gitano es el que más me interesa'', reitera, ya que
cree que es el "más puro", además.
Terminada la escuela por 1980, y al empezar a hacer una
obra "más personal", fue "un poco expresionista, un poco tocado
de lo que es la historia del arte. Tomaba un poco de todo lo que se llamaba
vanguardia de principios de siglo, que es lo que me ha interesado siempre".
Acerca del trabajo del extremeño, Alberto Blanco escribe: ''Y lo
que vemos que pasa en estos paisajes, en estos bodegones, es que pasa muy
poco, o que, en cuanto a la anécdota, casi no pasa nada. O, mejor
dicho, vemos que lo único que de verdad pasa en estos cuadros es
la pintura. O pasa el espectador frente a la pintura. Y lo que pasa es
la vida. Porque, a fin de cuentas, la vida es justamente lo que pasa''.
A primera vista parece que la obra de Fernández
de Molina se haya hecho más abstracto. Para el artista se trata
de una ''evolución'' en el sentido de quitar "lo anecdótico
desde el punto figurativo". Pero "sigo siendo figurativo, incluso a veces
demasiado". Añade: "La época en que estuve en la Escuela
de Bellas Artes era una cosa mucho más raro de, digamos, estudios
de la forma. Entonces, mi estudio de la forma es partiendo de la realidad
pura y dura para llevarla a mi forma de expresión".
Más adelante, agrega: ''Una cosa es el motivo y
otra es la forma de hacerlo". En cuanto al tratamiento pictórico,
"parto de los maestros. Por poner un ejemplo, desde Goya hasta todos los
impresionistas, todos los clásicos. Realmente se parte de lo clásicos
y de todo lo que conocemos, pero también parto de la pintura rupuestre.
Si no hago ese cuadro no hubiera hecho ese otro. Es algo que sale sobre
el trabajo que vas haciendo. Es pura evolución; no llevo nada premeditado.
El cuadro anterior es lo que te da el siguiente''.