Ningún funcionario de entonces ha sido
procesado; de 88 sentenciados, algunos, libres
La impunidad aún campea en el quinto año
de la matanza de Acteal
La recomendación de la CNDH, desoída
Los grupos paramilitares, intactos
DE LA REDACCION
La impunidad sigue reinando en torno a la sangre indígena
derramada en Acteal, Chiapas.
Como cada 22 de diciembre en que se cumple un año
más de la matanza de Acteal, los balances son obligados, aunque
los resultados, pese al tiempo transcurrido, son los mismos, porque hoy,
a cinco años de la matanza de 45 indígenas tzotziles, municipio
de Chenalhó, los autores intelectuales siguen impunes. No ha habido
disposición oficial para encontrarlos y menos para procesarlos.
La justicia para "ese crimen contra la humanidad", como
lo calificó el 23 de diciembre de 1997 el entonces obispo de San
Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz García, no llega aún.
Ningún funcionario del gobierno de Chiapas fue juzgado y de los
88 sentenciados como responsables materiales de la matanza, la mayoría
indígenas, algunos ya fueron liberados.
A
principios de este año, la Procuraduría General de la República
(PGR) apeló contra la liberación de seis indígenas
acusados de formar parte de los grupos paramilitares priístas que
el 22 de diciembre de 1997 sorprendieron en el paraje montañoso
de Acteal, en los Altos de Chiapas, a un grupo de tzotziles, mayoritariamente
mujeres y niños, quienes rezaban junto a una ermita y a quienes
agredieron de forma brutal.
Aunque en los expedientes judiciales hay evidencias de
la responsabilidad oficial en esos hechos e incluso en el libro blanco
que la PGR presentó un año después, donde la tesis
central es que la matanza se originó en un conflicto intercomunitario,
se detalla la coparticipación y complicidad de policías de
Seguridad Pública de Chiapas con los grupos paramilitares que dispararon
y luego a hachazos mutilaron los cuerpos de hombres, mujeres y niños.
Un año después de la matanza, Luis Hernández
Navarro escribió en La Jornada que al igual que con los asesinatos
del cardenal Posadas y de Luis Donaldo Colosio, en el caso de Acteal "el
poder es incapaz de esclarecer los crímenes que lo involucran. La
razón de Estado no admite que la verdad emerja cuando choca con
sus intereses".
A propósito de la publicación del libro
blanco sobre Acteal, señaló que el documento es "la última
cuenta puesta al collar de la ignominia de las versiones oficiales sobre
los grandes asesinatos de los últimos años, un episodio más
en la autoexculpación de la responsabilidad del Estado mexicano
en la masacre".
La PGR, a cargo en ese diciembre de 1998 de Jorge Madrazo
Cuéllar, consideró la venganza "como móvil específico"
del crimen colectivo, sin referirse a la actuación de los caciques
priístas ni de dirigentes de ese partido en Chiapas, entre ellos
Antonio Pérez Hernández, titular de la Secretaría
para la Atención de los Pueblos Indígenas, una de las instituciones
desde las cuales se coordinaron las acciones contrainsurgentes que buscaban
minar al Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Las pesquisas nunca se dirigieron a los autores materiales,
ni siquiera porque la ejecución de los 45 indígenas
a manos de paramilitares prohijados por las instancias estatales, con la
tolerancia federal, colocó a Chiapas nuevamente en el escenario
mundial.
Diez días después de la masacre, caían
las aspiraciones presidenciales de Emilio Chuayffet, quien de manera intempestiva
dejó la Secretaría de Gobernación. Un año más
tarde, el gobernador interino, Julio César Ruiz Ferro, solicitó
licencia indefinida y se fue tranquilamente, premiado después con
un cargo de embajador, pese a las voces que pedían se le fincaran
responsabilidades por la libertad que tuvieron los asesinos para actuar.
Según el expediente judicial, más de 90
personas armadas con fusiles AK-47, rifles .22 y metralletas Uzi dispararon
de las 10:30 de la mañana hasta las 17:30 horas contra 350 indígenas
que oraban en un cafetal, junto a la ermita católica del lugar:
siete horas de balazos, sin que los 40 policías militarizados que
estaban a 200 metros del sitio hicieran nada para impedir el ataque.
Ante el agente del Ministerio Público, el general
de brigada retirado Julio César Santiago, coordinador de asesores
del Consejo de Seguridad Pública del gobierno de Ruiz Ferro, aceptó
haber permanecido cuatro horas junto a la escuela de Acteal. Según
los autos del expediente 27/98, mientras la lluvia de balas continuaba
y la tierra se regaba con la sangre de tzotziles, varios funcionarios estatales
tenían conocimiento de los hechos y no hicieron nada.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos recomendó
sancionar a 17 funcionarios del gobierno chiapaneco, por su responsabilidad
en los hechos. Cuatro han sido consignados y 11 fueron inhabilitados para
ocupar algún cargo público, pero no se mencionó a
ningún funcionario del gobierno federal, tampoco a elementos del
Ejército Mexicano. La recomendación no ha procedido y tampoco
hay nada del desmantelamiento de los grupos paramilitares del área.
En el libro blanco de Acteal, la PGR documentó
la existencia de "grupos de civiles armados en Chenalhó, no organizados,
no articulados, no entrenados ni financiados por el Ejército Mexicano".
Nunca se investigó la relación entre militares, policías
y funcionarios públicos con los grupos paramilitares, que son la
clave para demostrar la guerra sucia contra los indígenas
rebeldes de Chiapas.
En
marzo de 1998 el gobierno mexicano envió un informe a la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el que precisa sobre las investigaciones
en torno a la matanza de Acteal. "Se ha ejercitado acción penal
contra 124 personas, 97 de ellas están sometidas a proceso penal,
privadas de su libertad y acusadas de los delitos de homicidio, lesiones,
portación de armas de fuego para uso exclusivo del Ejército
y asociación delictuosa".
El gobierno de Ernesto Zedillo destacó en ese informe
que entre los detenidos se encontraba el presidente municipal de Chenalhó,
Jacinto Arias, juzgado como presunto instigador de los delitos de homicidio
calificado, lesiones graves y asociación delictuosa.
El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de
las Casas, con sede en San Cristóbal, aclaró que los detenidos
no fueron 124, ya que sólo se abrieron procesos penales contra 82
indígenas, de los que 57 fueron sentenciados bajo el cargo de autores
materiales y están pendientes de ejecutar 29 órdenes de aprehensión.
En noviembre del año pasado se liberó a
Domingo Entzín López, Martín Santís Entzin,
Pedro Méndez Vázquez, Moisés Luna Pérez y Antonio
Santís López, a quienes se acusó de formar parte de
los grupos paramilitares que masacraron a los indígenas de Acteal.
El juzgado segundo de distrito de Chiapas los absolvió.
Una ONG con sede en Washington, Misión Internacional
de Justicia, reportó en junio de este año "serias irregularidades"
en los procesos judiciales contra 75 de los 88 implicados en el crimen
colectivo de Acteal.
Pese a todo, como cada 22 de diciembre, los sobrevivientes
de Acteal piden justicia y castigo para quien planeó y mandó
ejecutar a 15 niños, 21 mujeres y 9 hombres aquel día
negro de hace cinco años.