DESFILADERO
Jaime Avilés
Alerta: llega la marea blanca
En poco tiempo habrá legiones de damnificados
Zozobra, al fragmentarse, la izquierda argentina
FALTAN ESCASOS DIEZ DIAS para que, a partir del
1º de enero, el territorio mexicano sea golpeado rotundamente por
un fenómeno natural que tendrá predecibles e incalculables
consecuencias. No estallarán las entrañas de los volcanes,
tampoco nos arrasará un huracán más o un nuevo estremecimiento
de la tierra; no nos aplastará un aerolito ni surgirá otra
plaga, pero en poco tiempo habrá legiones de damnificados que habrán
de perderlo todo y nadie les tenderá la mano.
Por debajo de nuestras puertas, por todas las aduanas
aéreas, marítimas y terrestres del país, una mancha
suave y silenciosa, al principio inadvertible, se deslizará en el
interior de nuestras vidas y empezará a inundarnos hasta amenazar
el fuelle de nuestra respiración. Se trata de la marea blanca, esa
catástrofe que destruirá millones de hogares, incrementará
el éxodo de los más hambrientos y modificará el paisaje
urbano y rural.
¿Dónde nos percataremos de su irrupción
primero? ¿En las góndolas de los supermercados, en las pantallas
televisivas, en los anuncios espectaculares de las azoteas, o en todas
esas partes a la vez? Nada se ha dicho al respecto, nada sabemos aún,
pero el daño ya está hecho y a corto plazo será inevitable
y devastador. Tal vez usted aún no lo crea, pero en cuanto el gobierno
de México inaugure la nueva fase del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN), una nueva forma de la desdicha será
parte de nuestra realidad.
Con toda premeditación, alevosía y desventajas
para nosotros, los ganaderos de Estados Unidos vertirán sobre nuestros
platos una cascada de leche fresca, subsidiada por el gobierno más
poderoso del mundo, que traerá la ruina a nuestros establos y avergonzará
a nuestras hermosas vacas. De acuerdo con especialistas, el litro de esa
sustancia, que no pagará un centavo de impuestos por concepto de
importación, saldrá a la venta con un precio inicial que
habrá de fijarse entre cuatro y cinco pesos.
Será, desde luego, un poco más cara que
la leche Liconsa, que el gobierno de Vicente Fox distribuye a 3 pesos con
50 centavos el litro, de los cuales el gobierno de Andrés Manuel
López Obrador paga 90 centavos para que el aumento establecido por
la administración federal panista no castigue aún más
el bolsillo de los que menos tienen en el Distrito Federal. Pero resultará
mucho más barata que la leche fresca que empresas como Lala, líder
en el ramo, ofrecen actualmente a 6.80, aunque ese precio suba hasta casi
8 pesos, lo cual depende, claro, del tipo de envase que la contenga y de
la cadena de tiendas de autoservicio que la comercialice.
La desproporción entre los precios de los ordeñadores
nacionales y extranjeros se mantendrá, asimismo, en lo tocante a
productos elitistas que se venden hasta en 12 pesos el litro -como la leche
sin crema, la leche sin grasa y la leche sin lactosa, de consumo restringido
a quienes pueden pagarse el lujo de una dieta especial-, y se prolongará
en los fríos escaparates que exhiben mantequillas y quesos de poca
monta.
Así que ya lo sabe usted. Viene la leche gringa
y no resistiremos la tentación de comprarla, supongamos, a 4.50
pesos por litro, aunque ello signifique la bancarrota de los establos mexicanos
que serán incapaces de bajar sus costos de producción y sus
precios al consumidor. En consecuencia, cada vez que ahorremos al preferir
una marca extranjera estaremos fabricando un pobre más.
Cien meses para pagar
Desde
luego, la marea blanca no vendrá sola. Traerá consigo otras
deslumbrantes oportunidades. Vea usted. En Ciudad Juárez han comenzado
a vender automóviles Mitsubishi, flamantes, a sólo 2 mil
500 dólares o 25 mil pesos para decirlo en castilla. Sólo
que hay que dar un enganche de 400 dólares o 4 mil pesos y comprometerse
a cubrir el resto de la deuda, sin intereses, en un cómodo plazo
de cien mensualidades. Si al año siguiente quiere usted cambiar
su vehículo por el modelo más reciente, le permiten canjearlo
por su "carcacha" sin pedirle nada más.
Bajo las leyes actuales, estos coches únicamente
pueden circular dentro de la zona fronteriza y las calcomanías que
autorizan a transitar por el resto del territorio nacional cuestan una
suma indecible. Sin embargo, a partir del 1º de enero, dentro de 10
días, en la nueva fase del TLCAN, la venta masiva de automóviles
importados a precios que no tienen comparación con los de aquellos
que son armados en México será algo común y corriente
en todo el país.
¿Cuántos obreros mexicanos serán
echados de esta industria? Eso es lo de menos, afirman quienes tratan de
calcular desde ahora los efectos de lo que vendrá. Lo peor del caso,
estiman, será la desaparición paulatina de los talleres mecánicos,
en virtud de que los autos del futuro en realidad son computadoras rodantes
acerca de las cuales poco o nada saben nuestros maestros de la talacha.
Además, las refacciones sólo podrán ser conseguidas
en las agencias que, a su vez, monopolizarán el servicio de dar
"servicio" a un carro cada tantos kilómetros.
De modo que, a la destrucción de la economía
rural, causada por el neoliberalismo a lo largo de la primera década
del TLCAN, se agregará el desmantelamiento de la industria automotriz,
hoy tan alicaída a causa de las políticas fiscales del gobierno,
que se lleva en materia de impuestos 45 por ciento del precio de venta
de cada vehículo. Por lo tanto, no sólo perderemos un importante
número de puestos de trabajo altamente calificado, sino que a la
vez descenderá la recaudación tributaria.
Estamos en la lona pero, dentro de 10 días, nos
pegarán todavía con mayor ferocidad y no cejarán en
hacerlo hasta pulverizarnos. La globalización realizó el
ideal anarquista de acabar con los estados nacionales. De éstos
no quedan en pie sino las estructuras policiacas y -en los casos de México
y Venezuela- algunos recursos estratégicos en poder de la nación.
Pero, de acuerdo con el guión escrito por los nuevos amos del planeta,
ahora lo que sigue es terminar con los países para que éstos
se conviertan en meros territorios proveedores de materia prima habitados
por esclavos.
Si Chile, bajo el garrote de Pinochet, se colocó
a la vanguardia en lo que a desarrollo de la economía de mercado
se refiere -depurando un modelo de alcance universal, que en México
fue implantado por PRI y PAN sin dictadura sanguinaria-, hoy Argentina
es la expresión más avanzada de aquello que el imperio se
propone: liquidar las instituciones nacionales, desorganizar a la población
(previamente reducida por hambre) y aprovechar su mayor riqueza estratégica
que no es la carne o el trigo, sino el agua, las inmensas reservas de agua
dulce de la Patagonia, elemento que será cada vez más escaso
y más disputado por las superpotencias.
Elisa Carrió se aísla
Dentro de tres sábados, cuando esta columna reaparezca,
el compañero Luiz Inacio Lula da Silva habrá asumido la presidencia
de Brasil con el apoyo de la clase obrera, de los campesinos sin tierra,
del sector nacionalista de los empresarios y... del Fondo Monetario Internacional,
que espera, como dijo un empleado del gobierno de George WC Bush,
que "no cometa locuras". Ojalá que Belcebú no lo permita
pero Lula va a sentarse en la silla eléctrica y en todo momento
correrá el peligro de quemarse.
Hoy, en vísperas de su asunción, debemos
alentar razonables esperanzas de que su administración impulsará
lo más parecido a una reforma agraria y, en las ciudades, intentará
reducir los aspectos más crueles del neoliberalismo. Pero al mismo
tiempo abrirá una ventana para que entre una corriente de aire fresco
en la vida política del Cono Sur, donde el cerco económico
impuesto a Argentina por el FMI empieza a rendir buenos dividendos para
el imperio.
La semana pasada, los sectores socialistas que estaban
aliados con la diputada Elisa Carrió -la figura política
más popular de Argentina- rompieron con ella y decidieron presentar
un candidato propio a las elecciones presidenciales que supuestamente van
a celebrarse a fines de abril. ¿Por qué decidieron dar este
paso? Porque les pareció demasiado tibio el programa que La Gorda,
como suelen llamarla por amistad, preparaba para forjar un verdadero acuerdo
nacional de cara a los inciertos comicios. Ese elenco de buenos deseos
dejó de lado la urgente necesidad de renacionalizar las empresas
estratégicas del Estado, creando así una laguna inaceptable
para la izquierda. En todo caso, resolvieron, si la Carrió pasa
a la segunda vuelta frente al candidato que nombre el peronismo, llamarán
a votar por ella.
En el otro polo de la izquierda argentina, el diputado
Luis Zamora, que plantea la conveniencia de promover el abstencionismo
aunque no señala a cambio ningún otro camino de participación
en la lucha por el poder, expulsó al otro diputado de su bloque
parlamentario formado por ellos dos y avanzó en pos de la incongruencia.
Así pues, la expectativa de que en medio del caos desatado por la
quiebra económica de aquel país pudiera surgir un gobierno
popular antagónico al neoliberalismo, aparentemente, se ha disipado.
Esquiroles, reprobados en geografía
Pese a que un tribunal reconoció la legalidad de
la huelga que han estallado los trabajadores de unomásuno,
los directivos de ese diario no han dejado de publicarlo en forma asombrosamente
ridícula. En la edición de ayer viernes no tuvieron empacho
en inventar una nota de primera plana, según la cual Gloria Trevi
llegó a México procedente de Brasil. Quien haya redactado
ese esperpento no sólo desconoce las normas elementales de la ética
sino que carece de nociones de geografía, por mínimas que
sean. Vea usted: "La cantante Gloria Trevi llegó hoy a México
después de tres años en Brasil; convertido en una fortaleza(,)
el aeropuerto (¿cuál de ellos?) recibió esta mañana
a la cantante (¿otra vez?), que fue trasladada desde Sao Paulo hasta
México por la línea aérea TAM, que salió a
las 19 horas locales en un vuelo que duró alrededor de 70 minutos
(en un modelo de avión dos veces más rápido que el
Concorde, pues recorrió casi 10 mil kilómetros en poco más
de una hora)".
¿Este es el nuevo periodismo mexicano? Esperemos
la verdadera llegada de la Trevi; entre tanto, y no habiendo otro asunto
que tratar, vayámonos al descanso... si nos dejan. No será
el próximo un año feliz. Ojalá que sea, por lo menos,
divertido.