PRESTIGE, EL 1985 DE JOSE MARIA AZNAR
El
desastre ecológico que sufren las hermosas rías gallegas,
los pescadores y los pobladores, equivale política y socialmente
a lo que sucedió en 1985 en México con el terrible terremoto
que destruyó parte de la ciudad. En primer lugar, está el
hecho de que el azar y la fatalidad, muchas veces imprevisibles, no por
fuerza deben causar terribles daños, como lo prueban en cada temporada
de ciclones los huracanes que causan muertes y destrucción en el
Caribe, pero no en Cuba, país que aunque es pobre tiene una eficaz
Protección Civil, ni en Estados Unidos, que además de ser
rico cuenta con organización. Es evidente que en la Galicia de Aznar
y de la Xunta, el ultraconservadurismo gubernamental hace que la región
figure, sociológicamente, en el Tercer Mundo en cuanto a los servicios
de que carece.
En segundo lugar, el gobierno central, el del sin embargo
gallego José María Aznar, recién visitó la
región un mes y un día después del desastre ecológico.
El presidente del Consejo estaba primero de vacaciones y después
empeñado en reuniones políticas, y aparentemente no tuvo
ni tiempo ni sensibilidad como para acompañar, aunque fuera con
una hora simbólica de paleo del crudo, a sus coterráneos
que, con gran espíritu solidario, se movilizaron espontánea
y voluntariamente para reducir los daños, tal como lo hicieron los
jóvenes mexicanos en el salvamento de vidas ante la ausencia criminal
del gobierno (allí empezó el fin del PRI). Los jerarcas gallegos
de la Xunta y de Madrid desprecian demasiado a sus congéneres, a
los que consideran sólo una reserva de votos y en eso se ve también
el tercermundismo cultural de un gobierno antidemocrático.
En tercer lugar, Aznar, como De la Madrid, prefirió
inicialmente negar el problema e hizo llevar el Prestige, que inevitablemente
iba a zozobrar, a 120 millas, facilitando enormemente la contaminación,
en vez de hacerlo entrar en el puerto de La Coruña, como su calado
permitía, para vaciarlo una vez varado y sin perder una gota de
crudo.
En cuarto lugar, Aznar, que con Berlusconi y Blair forma
el desprestigiado trío de los Bush boys en la Unión Europea,
sólo consiguió de ella, dada su impopularidad, apenas 5 millones
de euros, que ni alcanzan para limpiar toda una playa, y debe además
tragarse la humillación de que, después de haber ocupado
el islote Perejil como demostración de fuerza antimarroquí,
tenga que permitir ahora que los pescadores gallegos sean acogidos y puedan
trabajar en las aguas de Marruecos, por solidaridad de un país pobre
a cuyos ciudadanos Aznar trata como inferiores y expulsa por millares.
Aznar, ex franquista como el cacique gallego Manuel Fraga,
pregona y aplica a rajatabla el neoliberalismo que incluye la eliminación
de controles estatales a las viejas carretas del mar, desechos flotantes,
fletadas por aventureros con bandera liberiana, panameña u otra
que no impone restricción alguna. Por eso se multiplican los derrames
petroleros y los naufragios, que no afectan ni a los intereses navieros
ni a las aseguradoras, sino a los criadores franceses o españoles
de moluscos, a los pescadores, simples campesinos del mar, a los habitantes
ribereños y su ambiente y a los marineros, cuya vida está
permanente expuesta. "Menos Estado" supone así mayores y peores
desastres ecológicos en España y en los países vecinos,
despreocupación por el Estado (salvo en su función policial
contra los inmigrantes, los pobres y los nacionalistas vascos) supone mayor
destrucción de la calidad de vida y de las fuentes de trabajo de
los súbditos del autoritario ex falangista.
Es de suponer que en breve tiempo el panorama político
de Galicia sufrirá un cambio --pero éste positivo-- equivalente
a la grave transformación sufrida por el paisaje de las rías.
Hoy los gallegos tienen ante sí parar la fuente de contaminación
(el hundido petrolero) pero también acabar con la peor fuente de
contaminación política e ideológica (el ineficaz,
prepotente e insensible gobierno del Partido Popular, con su líder,
el ultraconservador José María Aznar).