Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 13 de diciembre de 2002
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Cultura

Fernando Gálvez de Aguinaga

La derrota de McDonald's (una lección simbólica)

La sociedad civil de Oaxaca ha obtenido un triunfo invaluable al empujar al cabildo del municipio de Oaxaca a rechazar el permiso de uso de suelo a quienes querían abrir una franquicia McDonald's en la plaza central de la ciudad. Debemos reconocer la civilidad con que la autoridad actuó, no sólo escuchando los reclamos ciudadanos, sino tomando la iniciativa de realizar una encuesta y un foro sobre las diversas problemáticas del Centro Histórico de Oaxaca.

En el inciso quinto de la resolución del cabildo, se sienta un precedente histórico para quienes defienden el patrimonio cultural ante el embate de la homogeneización del país que impulsan las trasnacionales, puesto que se consideró que ''las características del establecimiento que se promueve no coinciden con el Reglamento de Conservación del Centro Histórico (...) y donde se establece el concepto de Patrimonio Cultural (...); la permisibilidad (sic) de dicho establecimiento trastocaría el espíritu del reiterado reglamento y la función simbólica del conjunto Zócalo-Alameda-Catedral (...)"

El simbolismo de este hecho se da además en un momento en que la soberanía alimentaria del país se ve amenazada por la desaparición de aranceles a las grandes trasnacionales agrícolas de Estados Unidos y Canadá, prevista en el Tratado de Libre Comercio que tanto festejaron Carlos Salinas de Gortari y George Bush padre recientemente, y que sin duda significará un golpe letal para el campesinado mexicano si éste no se organiza para revocar un capítulo de dicho tratado que es a todas luces injusto y atentatorio contra el sano desarrollo de nuestra economía y nuestra sociedad.

Haber derrotado a un emporio de las dimensiones de McDonald's demuestra que la sociedad puede defender sus intereses y dar un giro a las políticas que se nos quieren imponer desde los grandes centros financieros del mundo, por medio de acuerdos que no fueron consultados con la ciudadanía y que sólo benefician a los grandes consorcios que controlan la economía global. Resulta increíble que ante la tragedia socioeconómica que viven países como Argentina, ante los escándalos de corrupción y las quiebras financieras protagonizadas por el gran capital estadunidense, sus empresas, su gobierno y su sistema financiero, los gobiernos de Latinoamérica sigan empeñados en adoptar irrestrictamente un modelo que está demostrando día a día su ineficacia a todos los niveles y que, lejos de ayudar al desarrollo de los países, tiene al mundo sumido en una recesión económica que avanza inexorablemente hacia una crisis similar a la de 1929.

Los campesinos mexicanos tendrían que darse cuenta del poder potencial que tendría un movimiento que enlazara el tejido rural que está dividido entre los que se han quedado en sus tierras y los que han emigrado a trabajar en el campo estadunidense. El campesino mexicano alimenta hoy al pueblo mexicano y al estadunidense, pues resulta que ante la falta de apoyos y oportunidades para los productos agrícolas nacionales, el campesinado de este país es el que sostiene a California como la primera potencia agrícola del mundo, ya que el capital estadunidense contrata alegremente a los trabajadores indocumentados a bajo costo y sin brindarles prestaciones y derechos laborales, mientras con la otra mano compra las tierras de esos mismos campesinos e introduce sus productos hipersubsidiados y biomodificados al mercado mexicano.

Si un grupo de ciudadanos organizados pudo derrotar al gran monstruo de la comida rápida, los campesinos y la sociedad mexicana tienen que darle vuelta a ese sistema que piensa que se pueden patentar las semillas, es decir, el núcleo de la vida.

Para terminar estas reflexiones, sólo quisiera agradecer a los miles de ciudadanos de México y de todo el mundo, incluidos cientos de migrantes oaxaqueños radicados en Los Angeles y cientos también de estadunidenses conscientes, que nos hicieron llegar su solidaridad para llevar a buen término esta pequeña batalla de la dignidad contra la irracionalidad mercantilista. Vaya este pequeño triunfo como un homenaje al amenazado campo de nuestro país.

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