PREMIOS NACIONALES /LUISA
JOSEFINA HERNANDEZ, DRAMATURGA
El teatro nunca ha sido hostil a las mujeres
LA INJUSTICIA SOCIAL CONTRA LOS INDIGENAS, UNA DE SUS
OBSESIONES
La escritora franqueó los muros de la casa familiar
para tratar temas sociales, sicológicos y oníricos
CARLOS PAUL
Luisa Josefina Hernández Lavalle es una de las
dramaturgas mexicanas más reconocidas cuyo trabajo comenzó
a destacar en los años 50. La crítica especializada resalta
en ella las cualidades de una mujer inteligente, talentosa y perspicaz,
con el don de la originalidad. Fue alumna predilecta de Rodolfo Usigli,
amiga íntima de Rosario Castellanos y, se dice, el amor imposible
de Jorge Ibargüengoitia.
A diferencia de las escritoras de principios de siglo,
en cuyos melodramas domésticos imperaba el conformismo de la mujer,
Luisa Josefina Hernández franqueó los muros de la casa familiar
para tratar temas sociales, sicológicos y oníricos.
Entre novelas y obras de teatro ha escrito más
de medio centenar. Ahora quien ejerció la cátedra en la Universidad
Nacional Autónoma de México, por más de 40 años,
es galardonada con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2002 en el área
de lingüística y literatura (distinción que comparte
con la escritora y periodista Elena Poniatowska), por su ejemplar trayectoria
y su contribución al desarrollo cultural del país.
Siempre escribir a mano
En
charla con La Jornada, Luisa Josefina Hernández, quien el
pasado 2 de noviembre cumplió 74 años, reflexiona sobre las
condiciones de las mujeres dramaturgas, la injusticia social, su magisterio,
las relaciones entre hombres y mujeres, y su actitud transgresora.
El teatro -considera la escritora- ''nunca ha sido hostil
hacia las mujeres dramaturgas, sino al revés, muy pocas mujeres
escriben teatro. Y gracias a esta singularidad son aceptadas con entusiasmo."
Más que un cambio de condiciones, ''lo que veo
es una diferencia en preparación. Me parece que la formación
de esas pocas mujeres es autodidacta, muy apegada a las artes escénicas
y por ello al teatro experimental, lo que a mi parecer resulta muy bien,
pero ignoro sus dificultades para lograr puestas en escena y me gustaría
conocerlas. Las condiciones (en aquel entonces) eran óptimas. Había
una poderosa protección para el teatro de los jóvenes por
parte de Bellas Artes y la Unión de Autores. Entre ambas instancias
lanzaron cuando menos seis escritores jóvenes de calidad, lo cual
es un milagro porque los dramaturgos buenos no abundan".
Hernández ha escrito durante toda su vida, ''salvo
en épocas de conflictos muy severos", y siempre lo ha hecho a mano.
''Me hice la costumbre de trabajar de cinco a siete de la mañana,
antes de que ocurra todo lo de la jornada."
En los últimos dos años ''he escrito ocho
o diez obras más. Muchas de mis obras han sido publicadas en la
revista Tramoya. Dos de mis novelas se han reditado, Memoria
de Amadís, por Planeta, y El lugar donde crece la hierba,
por la Universidad Veracruzana. El próximo año es posible
que publique algunos textos inéditos".
Una de sus ''obsesiones" es la injusticia social, en particular
lo relacionado con los indígenas. Al respecto, apunta: ''El actual
gobierno presentará resultados cuando termine su gestión,
entonces se podrá ver más claro el problema indígena.
Por mi parte, pienso que tanto lo referente a los indígenas, como
a la educación, tiene el inconveniente de ser por, sus características
humanas, un trabajo que no debe interrumpirse y que sufre mucho con la
renovación sexenal de los programas. No es opcional sino de continuidad
obligatoria, como comer y respirar. Ambos debe-rían ser proyectos
básicos e impostergables.
''Mi teatro realmente fue de protesta en tanto fue didáctico,
más que por abordar situaciones de la época (1960, más
o menos) o porque alentara acciones al respecto.
''Se trataba de un encargo repetido por el Auditorio Nacional
para escribir teatro juvenil dirigido a las secundarias. Opté por
tratar temas históricos como la Independencia, la Revolución
Mexicana o la Conquista.''
La cátedra y la teoría que impartió
durante más de cuatro décadas en la UNAM es recordada como
una de las más aleccionadoras de su tiempo. Esa teoría -dice-
''tal como estuve enseñándola era un instrumento para analizar
obras de teatro. Me resultó necesario rescatar ideas aristotélicas
y de otros críticos. No me parece haber inventado nada nuevo, sino
organizado una manera didáctica de leer el teatro.
''No se trata de un recetario, sino de la compilación
de algunos términos para hablar inteligentemente de un texto dramático.
Compilación que no es útil para dramaturgos, pues ellos pueden
ignorar la teoría sin perjuicio de sus obras; lo cual no funciona
para críticos, maestros y directores de escena."
Hernández Lavalle se considera ''una mujer transgresora,
en tanto que los prejuicios contra la mujer no me impresionan o me impiden
hacer exactamente lo que quiero. Mis padres eran personas libres, para
asombro y horror de sus respectivas familias. Me educaron como ellos fueron
y yo lo agradezco, más ahora que antes, cuando todavía no
podía comprender por qué se me prohibía una cantidad
de cosas risibles y banales. Ahora de vez en cuando veo a quienes no sufrían
esas prohibiciones y descubro que no me gustan sus vidas, ni sus logros,
ni nada de lo que tienen o hacen".
Creo que ''he tenido más suerte que méritos
y nunca se me ha discriminado en ningún aspecto. Sin embargo, todavía
pienso que el papel de la mujer en la sociedad y el del hombre en consecuencia
están en periodo de transición: ninguno de los dos tiene
claras sus obligaciones y sus libertades.
''Espero y deseo que estas situaciones se normalicen,
no me parece lejano ni absurdo el momento en que los hombres y las mujeres
puedan delimitar sus terrenos en forma natural y alcanzar así la
felicidad que les corresponde.''
''¿Qué me significa el Premio Nacional de
Ciencias y Artes? Lo que es. La distinción más alta que puede
otorgar el gobierno mexicano."