Silvia Gómez Tagle
Crisis en el campo
"La barbarie orillera irrumpe en los muros de la civilización", decía Armando Bartra hace unas semanas durante su intervención en el foro Estrategias para el desarrollo social, organizado por el Partido de la Revolución Democrática. Y es que los campesinos, sumidos en una situación de pobreza total, de hartazgo, se lanzan a invadir las ciudades, no como ocurrió al inicio de la Revolución Industrial de los siglos xvi y xvii, cuando casi eran obligados a abandonar sus tierras para incorporarse a las filas del proletariado.
Hoy, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que el desempleo creciente es el mayor drama humano del planeta, porque en lo que va del siglo xxi se han perdido 24 millones de empleos en el mundo. El próximo decenio ingresarán al mercado de trabajo 500 millones de jóvenes solicitantes, principalmente de países pobres, mientras es probable que se creen alrededor de 100 millones de nuevos empleos, así que éste es el problema más grave para la población mundial. Dado que no se trata de un fenómeno aislado ni marginal, se requieren estrategias para reactivar la economía y orientar la inversión en las áreas productivas que fortalecen el empleo y la producción de millones de campesinos, con el objetivo de que produzcan alimentos para sí mismos y para los consumidores urbanos. Pero sobre todo para que tengan viabilidad como grupos humanos, con su propio bagaje de conocimientos, tradiciones y lenguajes, y no se conviertan en eso que Bartra describe fatalmente: "surianos errantes que asedian las fortalezas primermundistas y toman por asalto las ciudades", porque la miseria y la desorganización social son intolerables consecuencias de una globalización que nos envuelve a todos en una misma dinámica.
Así como la especulación financiera ha atravesado fronteras y desafiado la capacidad de los estados nacionales para poner coto a sus intereses, así también la migración de millones de seres humanos transformará las sociedades ricas que hasta hace unos años podían mantener una distancia prudente de los problemas sociales y económicos de otras latitudes, seguras de su aislamiento. Como ocurre con el calentamiento terrestre, la destrucción de la biodiversidad o la contaminación del agua, los problemas de la pobreza y la devastación cultural que sufren las poblaciones campesinas obligadas a emigrar porque su sistema de producción ya no es viable, son problemas mundiales que deben asumir tanto las naciones ricas como las pobres.
Dado este panorama, nuestros gobernantes podrían decir: Ƒqué podemos hacer frente a problemas mundiales de tal magnitud para apoyar al campesino mexicano?
Hay experiencias en la Unión Europea (UE) y en otros países que indican que existen opciones para fortalecer el empleo y apoyar a los campesinos, aun en un contexto mundial desfavorable. La UE, por ejemplo, ha tenido claro desde hace más de 30 años que la integración no podía darse en el plano comercial y excluir el libre tránsito de las personas, por lo que una comunidad económica requería un equilibrio en los valores del trabajo y de las mercancías. También se requería un nuevo orden internacional con instituciones democráticas que permitiese establecer principios de equidad y criterios de redistribución de los beneficios para lograr un "piso de igualdad". Por eso los campesinos de todos los países han merecido un trato especial, gracias al desarrollo de estrategias que han fortalecido su capacidad productiva y les ha permitido insertarse exitosamente en los grandes mercados, obteniendo créditos y asistencia técnica. Esto les ha permitido también la organización colectiva que permite el almacenamiento y la conservación de productos, seguro colectivo para productores que cubre los problemas de pérdidas en las cosechas, evita las fluctuaciones excesivas en precios por exceso de producción y garantiza el acceso eficiente al mercado.
En México los subsidios a la producción agrícola se dieron durante muchos años para que los productores siguieran siendo ineficientes, no como proceso de capacitación, pero al final sirvieron para enriquecer a gran número de intermediarios y fueron usados como instrumentos de control político. No obstante, se podrían estudiar y promover mecanismos de apoyo económico, asesoría técnica en la producción y administración agrícola en colaboración con organizaciones campesinas, empresarios agrícolas, grandes cadenas comerciales, lo que probablemente no sería más caro que el costo que tendrá la solución de los problemas que genera la migración masiva del campo a las ciudades y de éstas a los países más ricos. Todo ello también serviría para hacerle entender a Estados Unidos, donde hay aproximadamente 260 millones de habitantes, que América Latina tiene 500 millones de habitantes, la mayoría en condiciones de extrema pobreza, que se moverán inconteniblemente hacia el norte si no encuentran soluciones para evitar el doloroso éxodo.
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