Marco Rascón
ƑEl silencio de los inocentes?
El movimiento globalifóbico no fue el mismo después del 11 de septiembre de 2001. Estados Unidos rescató de los escombros del World Trade Center el viejo nacionalismo militar expansionista, el cierre de fronteras, la reivindicación de la supremacía sobre América Latina, el recelo a la Unión Europea y el miedo a la expansión asiática, tras lo cual llevó su lucha contra el terrorismo hasta el último jardín de niños al calor del patrioterismo, buscando justificar los bombardeos a Afganistán e Irak; si las Torres Gemelas no hubieran sido derribadas, el tema obligado habría sido la debacle económica y la recesión.
Por ello era más importante guardar silencio que malubicarse frente al mundo, pues ahora Bush es un globalifóbico de vanguardia, dada la derrota de su país frente al libre mercado y ante el bumerán en que se convirtió la globalización para los sectores más conservadores, racistas y pro intervencionistas, damnificados ante la falta de guerras y la expansión de mercados.
El silencio era más importante, sobre todo después de que se ha demostrado que el gran delito de los países es producir sin permiso: en América Latina la causa de Cuba se ha vuelto claramente continental frente a la histeria estadunidense, en Venezuela continúa el duelo de las oligarquías frustradas ante una democracia que ya no se dirige desde el Banco Mundial ni el FMI, y porque en Argentina la ruptura de la estabilidad financiera fortaleció la expectativa de encontrar una alternativa.
En medio del silencio triunfaron Lula y el PT brasileño, lo que casi coincidió con el nuevo escenario ecuatoriano. En ambos países surgió la posibilidad de nuevos rumbos para los países latinoamericanos a partir de procesos políticos de amplia participación que hablan de una globalización bolivariana fraternal y entre iguales contra el ALCA.
Durante el silencio han pasado muchas cosas: en México se aprobó una ley indígena que fue ampliamente rechazada. Todo sucedió durante el silencio de los interlocutores perdidos en la bruma de los acontecimientos nacionales y mundiales. Hoy la cuestión indígena no marcha sola y está ligada con los graves problemas agrarios generalizados en todo el país, relacionados a su vez con el tema migratorio, que ofrece endurecer la frontera sur de México, pues ya estamos todos, incluido Chiapas, en el área de seguridad estadunidense y va más allá del Plan Puebla-Panamá.
En el silencio, México todavía existía como tal, antes de que nos percatáramos de que España es lo más importante para nosotros y el mundo, antes de reconocer que la causa anarquista era también de la izquierda y de los movimientos indígenas.
ƑCuál fue el punto de inflexión? La nueva palabra parece más producto del aislamiento y el sectarismo que de la reflexión. La nueva palabra debió haber sido modesta, no soberbia, responsable con su contexto, no evasiva. En la nueva palabra no hubo mención de la abandonada "sociedad civil", que defendía la fuerza e importancia del silencio frente a los que reclamaban el protagonismo del diálogo.
Lo cierto es que la última carta del subcomandante Marcos a El Ruso estuvo muy por debajo de las expectativas, porque se esperaba que respondiera a lo que ha sucedido en el mundo, en México y en América Latina después del 11 de septiembre. Se esperaba que defendiera a Cuba, que levantara la voz por la paz contra la histeria de Bush y que no convirtiera a Durito en avestruz. Por todo eso el silencio fue más importante, pues dejaba en libertad a la imaginación y creaba la fantasía de un neozapatismo integrado, actuante y vigente ante la situación mundial.
El contenido de la carta del subcomandante Marcos poco ayuda a la causa de la autonomía vasca, contra las tropelías del juez Baltasar Garzón y el derechismo de Aznar, pues sólo caricaturiza y se conecta con la marginalidad política anarquista. ƑEs el anarquismo la alternativa de la lucha indígena? El anarquismo confeso en España y el mundo tampoco ayuda a la comprensión de los problemas ni a construir instrumentos de lucha política, pues se ha convertido en un acompañante del neoliberalismo: al no luchar por el poder y despreciar la existencia del Estado deja a las leyes del mercado las decisiones fundamentales. Dicen que los anarquistas más puros son los más ricos, porque son los únicos que pueden pasar por encima de las leyes.
Si el silencio marcaba el tiempo para avanzar y crear definiciones, la mala palabra se hizo confusa y se llenó de lugares comunes: una hispanofilia desconcertante y un tinte criollo desde las montañas del sureste mexicano hieren a los miles que han participado y luchado por la causa indígena, agraria y de liberación nacional. ƑPor qué no aceptar que existen otros mundos que también luchan? Hay que exigirlo, fraternalmente.
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