Relata que en 67 fue censurado por su afición
a los Beatles, ya reivindicados en Cuba
Silvio Rodríguez enfermó de amor
durante su ausencia de los escenarios
El problema de las jineteras, generado por el
bloqueo económico de EU, sostiene
BLANCHE PETRICH ENVIADA
Guadalajara, Jal., 30 de noviembre. Se rumora que
Silvio Rodríguez no ha subido desde hace tres años a un escenario
a cantar en público porque padece una grave enfermedad. Silvio reflexiona
unos segundos sobre el rumor: "¿Será? Bueno, sí, me
enamoré en este periodo, se me cayó el pelo y me ha crecido
la panza. Pero, por lo demás, no sé, saliendo de aquí
voy corriendo a ver al médico".
En rueda de prensa, el trovador anunció que el
lunes 2 hará un paréntesis en esta ausencia voluntaria del
escenario para presentarse en concierto con la Orquesta Sinfónica
de Cuba, que dirige Leo Brower, en la explanada de la Expo. Ese día
cantará en escena por primera vez en tres años. "Este será
mi granito de arena para demostrar que la amistad entre México y
Cuba es indestructible."
Ya
entrado en desmentir rumores rayanos en el absurdo, como el de que se ha
convertido en una especie de magnate local, aclaró que no es el
único cantautor de Cuba que cuenta con un estudio de grabación
en su casa y que tampoco es dueño de la disquera paraestatal Aldala,
que acaba de lanzar su disco Expediciones.
Dijo que en esta nueva colección abordó
el proceso creativo con un método distinto al que aplicó
durante décadas. Esta vez no compuso las canciones a partir de la
guitarra, como siempre lo hizo, sino que abordó la composición
de manera integral, construyendo todo -letra, música, estructura-
de manera simultánea. Trabajó 11 meses en la composición
y un año más en la grabación de la música de
Expediciones.
Y en eso está, en componer, en aprender nuevos
métodos, "en una etapa de superación, en el buen sentido
de la palabra".
Como en canciones anteriores, aborda en su nuevo disco
temas sobre la cotidianeidad cubana, los problemas de las transformaciones
recientes, el periodo especial, la emigración o diáspora,
la prostitución. "Cuando entramos al periodo especial y proliferaron
las jineteras, creo que fui el primero en cantarle a las prostitutas
callejeras. Así le canto a los paladares (pequeñas fondas
de propiedad privada), a los aspectos nuevos de nuestra sociedad. Pero
quizá no lo hago de manera tan anecdótica como lo hacen otros
autores, lo hago conceptualmente, con ideas que reflejan la realidad, retablos."
Explica que nunca fue un compositor programado. "Más
que planear temas, hago apuntes de lo que me impresiona. Y de ahí
desarrollo."
Así llegó también el tema de la emigración,
exilio o diáspora, término aún en disputa, que es
hablar también de división en las familias. "No hay familia
cubana que no lo esté sufriendo. En mi familia pasa. ¿Verdad,
Rojas?", dice y palmea al funcionario del Ministerio de Cultura a su lado,
Fernando Rojas. Este asiente. Claro, su hermano Rafael Rojas, radicado
en México, es un intelectual de lo que llaman el exilio. Este último
dirige la revista Encuentro, uno de los espacios de la disidencia
cultural cubana más importantes fuera de Miami.
Este tema de la diáspora, dice Silvio Rodríguez,
lo aborda él en su canción Alas de colibrí,
en cuya letra propone fundar un partido de los sueños donde quepan
todos los desplazados.
Alguien de la prensa le pregunta que si no lo da pena
el problema de las jineteras de La Habana:
"¿Y cómo no me va a dar vergüenza?",
responde. "Mi padre, que en gloria esté, fue autor de un plan de
rehabilitación para prostitutas en los primeros años de la
revolución. A través de los comités de defensa de
la revolución se concentraba a esas muchachitas, guajiritas que
por cientos trabajaban en el malecón empujadas por la pobreza, a
talleres. Yo asistía a esos talleres. Ahí se les enseñaba
a leer, se les enseñaba a manejar autos para que fueran taxistas,
se les integraba al proceso productivo. ¿Cómo no me va a
dar vergüenza y a doler que ahora vuelva el problema, generado por
el bloqueo y la agresividad de Estados Unidos contra la economía
de mi país?"
Otra pregunta indagó si él, en algún
momento, había padecido la censura. Dijo que sí y contó
una parte de su vida:
"Fue en el 67. Yo estaba en el ejército, terminando
mi servicio militar. Además me dedicaba a dibujar caricaturas, hacía
una tira cómica para la revista del ejército. Pero me gustaba
cantar y componer. Sólo cantaba frente a mis compañeros.
Un día un amigo me presentó a una muchacha que también
componía. Nos hicimos amigos y nos sentábamos a cantar en
la entrada de su casa. Yo no sabía que su papá era director
de la orquesta de la televisión. Me escuchó un día
y me invitó a tocar en la televisión. Yo no tenía
ni idea de lo que era un escenario. Es un poco como la historia de la cenicienta."
La historia terminó poco después. Silvio
llegó a conducir un programa de música en la televisión.
Pero cierto día le comentó a su jefe que a él le gustaban
los Beatles, tabú para la ortodoxia revolucionaria de la época.
Fue despedido. Se esfumó el sueño de la cenicienta y empezó
sus carrera de cantautor. Años después, concluyó,
su afición a los Beatles -la suya y la de toda una generación-
fue reivindicada con la instalación de una bella estatua de John
Lennon en un parque de El Vedado.