Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 1 de diciembre de 2002
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Cultura
Narra que en su niñez Vasconcelos fue su primer contacto con la cultura mexicana

Cintio Vitier lleva a su audiencia a la vieja Matanzas, una noche estrellada

El poeta cubano, consecuente aun cuando fue incomprendido, dice Abel Prieto

BLANCHE PETRICH ENVIADA

Guadalajara, Jal., 30 de noviembre. Si alguien hiciera una encuesta en el enorme hormiguero de lectores y autores que recorren ávidamente las hileras de pabellones en la Feria Internacional del Libro (FIL) -el mayor mercado de hispanoamérica de esta singular mercancía-, el poeta cubano Cintio Vitier, máximo homenajeado en el evento, estaría muy lejos de ser un best-seller.

Así se veía él este mediodía, en el centro del escenario de la FIL en el acto inaugural: ajeno al mercadeo de libros, muy distante de la popularidad de los autores bien vendidos, quién sabe si bien leídos.

Pequeño entre las figuras del presídium, este hombre que publicó su primer poemario en 1938 y que desde entonces no ha dejado de escribir y producir literatura, hizo a un lado el clima ligeramente tedioso de los discursos oficiales y llevó a su audiencia muy lejos del vibrante ajetreo de este supermercado de letras.

Los condujo a las calles de Matanzas, a su pueblo, al patio de su casa paterna, una noche de estrellas. El tenía siete u ocho años. Su padre, Medardo Vitier, maestro y poseedor de una respetable biblioteca familiar, brindaba una cena esa noche a un amigo mexicano. Cintio elaboró para esa ocasión una bandera tricolor con todo y águila y serpiente. El invitado era José Vasconcelos. Para ese niño que estudiaba violín y pintura por las tardes, en su pueblo tropical, ése fue su primer contacto con la cultura de México.

Después hizo un recorrido por su itinerario personal de amigos mexicanos, Carlos Pellicer entre los primeros. Seguramente un vínculo precioso para un católico cubano que quiso vivir la revolución y que, como reconoce hoy el ministro de Cultura, Abel Prieto, no siempre fue bien comprendido en su tierra. También Carlos Fuentes, quien lo invitó en 1955 a escribir en la Revista Mexicana de Literatura con una graciosa carta en la que le decía: "Me atrevo a dirigirle estas líneas para entrar (valga el vulgo) taconeando a Torreón".

Citó al antiguo obispo de Cuernavaca Sergio Méndez Arceo, quien le hizo llegar una propuesta de la editorial Siglo XXI para publicar en México su obra Ese sol del mundo moral. Y concluyó, como debe de ser, con Rulfo, "que alcanza dimensiones planetarias".

El galardonado, para rendir homenaje al escritor que da nombre al premio, echó mano de un texto rulfiano escrito para la película La fórmula secreta. Leyó: "se nos regatea hasta la sombra, y a pesar de todo así seguimos: medio aturdidos por el maldecido sol que nos cunde a diario a despedazos". Concluye Rulfo en voz de Vitier: "Al menos estos no morirán calados por el hambre". Parecía que Cintio quería hablar de Cuba por conducto de Rulfo. Por eso se preguntó: "¿Qué hubiera pensado José Martí de este poema que nos suena a verdadero manifiesto?"

Por esas reflexiones, Vitier fue aplaudido a rabiar. Ahora habrá que leerlo.

Premio a la poesía, a la ética, a la consecuencia

Abel Prieto comentaba al final de la jornada el sentido de este premio a Vitier. "En momentos en que el mercado literario se está deteriorando, en que muchos de los premios que se otorgan no están necesariamente asociados a la calidad, este premio Juan Rulfo a Cintio es un premio a la poesía, a la ética, a un hombre que fue consecuente, incluso cuando fue incomprendido". Porque también Cintio Vitier en algún momento padeció la censura de lo que el mismo Prieto hoy le pone nombre: "La intolerancia de un marxismo vulgar y primitivo que se nos coló de los soviéticos".

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