Narra que en su niñez Vasconcelos fue
su primer contacto con la cultura mexicana
Cintio Vitier lleva a su audiencia a la vieja
Matanzas, una noche estrellada
El poeta cubano, consecuente aun cuando fue incomprendido,
dice Abel Prieto
BLANCHE PETRICH ENVIADA
Guadalajara, Jal., 30 de noviembre. Si alguien
hiciera una encuesta en el enorme hormiguero de lectores y autores que
recorren ávidamente las hileras de pabellones en la Feria Internacional
del Libro (FIL) -el mayor mercado de hispanoamérica de esta singular
mercancía-, el poeta cubano Cintio Vitier, máximo homenajeado
en el evento, estaría muy lejos de ser un best-seller.
Así se veía él este mediodía,
en el centro del escenario de la FIL en el acto inaugural: ajeno al mercadeo
de libros, muy distante de la popularidad de los autores bien vendidos,
quién sabe si bien leídos.
Pequeño
entre las figuras del presídium, este hombre que publicó
su primer poemario en 1938 y que desde entonces no ha dejado de escribir
y producir literatura, hizo a un lado el clima ligeramente tedioso de los
discursos oficiales y llevó a su audiencia muy lejos del vibrante
ajetreo de este supermercado de letras.
Los condujo a las calles de Matanzas, a su pueblo, al
patio de su casa paterna, una noche de estrellas. El tenía siete
u ocho años. Su padre, Medardo Vitier, maestro y poseedor de una
respetable biblioteca familiar, brindaba una cena esa noche a un amigo
mexicano. Cintio elaboró para esa ocasión una bandera tricolor
con todo y águila y serpiente. El invitado era José Vasconcelos.
Para ese niño que estudiaba violín y pintura por las tardes,
en su pueblo tropical, ése fue su primer contacto con la cultura
de México.
Después hizo un recorrido por su itinerario personal
de amigos mexicanos, Carlos Pellicer entre los primeros. Seguramente un
vínculo precioso para un católico cubano que quiso vivir
la revolución y que, como reconoce hoy el ministro de Cultura, Abel
Prieto, no siempre fue bien comprendido en su tierra. También Carlos
Fuentes, quien lo invitó en 1955 a escribir en la Revista Mexicana
de Literatura con una graciosa carta en la que le decía: "Me
atrevo a dirigirle estas líneas para entrar (valga el vulgo) taconeando
a Torreón".
Citó al antiguo obispo de Cuernavaca Sergio Méndez
Arceo, quien le hizo llegar una propuesta de la editorial Siglo XXI para
publicar en México su obra Ese sol del mundo moral. Y concluyó,
como debe de ser, con Rulfo, "que alcanza dimensiones planetarias".
El galardonado, para rendir homenaje al escritor que da
nombre al premio, echó mano de un texto rulfiano escrito para la
película La fórmula secreta. Leyó: "se nos
regatea hasta la sombra, y a pesar de todo así seguimos: medio aturdidos
por el maldecido sol que nos cunde a diario a despedazos". Concluye Rulfo
en voz de Vitier: "Al menos estos no morirán calados por el hambre".
Parecía que Cintio quería hablar de Cuba por conducto de
Rulfo. Por eso se preguntó: "¿Qué hubiera pensado
José Martí de este poema que nos suena a verdadero manifiesto?"
Por esas reflexiones, Vitier fue aplaudido a rabiar. Ahora
habrá que leerlo.
Premio a la poesía, a la ética, a la
consecuencia
Abel Prieto comentaba al final de la jornada el sentido
de este premio a Vitier. "En momentos en que el mercado literario se está
deteriorando, en que muchos de los premios que se otorgan no están
necesariamente asociados a la calidad, este premio Juan Rulfo a Cintio
es un premio a la poesía, a la ética, a un hombre que fue
consecuente, incluso cuando fue incomprendido". Porque también Cintio
Vitier en algún momento padeció la censura de lo que el mismo
Prieto hoy le pone nombre: "La intolerancia de un marxismo vulgar y primitivo
que se nos coló de los soviéticos".