José Antonio Rojas Nieto
Debilidades del mercado petrolero
Noviembre representó una caída de dos dólares para el barril de la mezcla mexicana de exportación. Así, es muy probable que en unos días más Pemex nos informe de un precio medio cercano a 20 dólares por barril, con lo que el promedio de los 11 meses de este año ronda los 21 dólares.
Para comprender un poco la dinámica reciente de esos precios, es útil notar que el descenso de noviembre fue resultado de una baja un tanto drástica que ya desde mediados de octubre había empezado. Sin embargo, desde finales de la segunda semana del mes los precios dejaron de bajar y, luego de cierta estabilidad, lograron ascender un poco. Se estima que no sigan subiendo por la persistente debilidad de la demanda, la que se expresa en incrementos inferiores a 250 mil barriles en 2001 y 2002, que contrastan con los crecimientos de 1999 y en 2000 en promedio superiores a un millón de barriles.
Una señal evidente de esta debilidad también la proporciona, por ejemplo, el similarmente débil comportamiento de la producción industrial en Estados Unidos. Según el último informe oficial disponible, en octubre se experimentó una muy leve recuperación respecto a octubre de 2001, pero con un índice de producción industrial inferior al de septiembre.
Aunque efectivamente hay tres señales que pudieran elevar los precios -guerra con Irak, que elimina sus suministros y dificulta el abasto del Pérsico; conflictos en Venezuela, que también pueden abatir temporalmente la oferta; bajo nivel de inventarios plasmado en cerca de 50 días de abasto de los países desarrollados-, por esa debilidad estructural de la demanda, se considera que sólo podrían afectar temporalmente, entre otras cosas porque el mercado petrolero internacional sigue sujeto a cierta puja entre productores -no sólo de la OPEP, sino aun de fuera de ella- que anhelan ampliar su participación en la oferta. Dos casos: Rusia y México. Con apoyo financiero de Estados Unidos -šquién lo creyera!- y en contra de la dinámica descendente del consumo, en tres años Rusia ha acumulado un incremento en su producción de un millón y medio de barriles al día, y espera elevarlo en 2003 a 2 millones de barriles. Esto, por cierto, le permitirá no sólo alcanzar una vez más una producción de 8 millones 300 barriles al día, sino superar al primer productor de la OPEP, Arabia Saudita.
El gobierno de México, por su parte, en sus Criterios de política económica para 2003 propone un incremento de 11 por ciento respecto al nivel de 2002 en sus exportaciones para 2003, lo que contrasta radicalmente con un crecimiento estimado en apenas un poco más de uno por ciento en la demanda mundial para el año próximo. Ahora bien, una caracterización más certera sobre la demanda exige decir que, pese a ser débil, tiende a fortalecerse, no sólo porque en términos de volumen su crecimiento ya parece no descender más, sino porque incluso crece un poquito, a diferencia de 2000, cuando el incremento en el consumo de crudo empezó a descender. Hoy, con todo y todo, asciende.
Este pequeño embrollo de explicación sirve para sugerir que, si bien no se puede pensar que los precios suban -con excepción de esos saltos momentáneos que pudieran derivarse de los tres hechos indicados antes-, tampoco se puede asegurar que tiendan a bajar. Si acaso bajan por retraso en la recuperación económica lo harían levemente, pues además, al menos los productores OPEP -con todo y la casi inevitable violación de sus cuotas- han tratado de ser muy cuidadosos en su nivel de producción y muy probablemente lo sigan siendo, como seguramente lo confirmarán en su próxima reunión del 12 de diciembre en Viena.
Nada sería, entonces, más recomendable que México limitara la expansión de sus exportaciones de crudo para el año entrante a no más de un millón 700 mil o un millón 710 mil barriles al día, y, en todo caso, elevar un poco el precio de referencia a 18 o 18.50 dólares por barril. Se podrá decir -con justa razón- que se trata de un juego de números, pues un precio menor con un volumen mayor puede ser equivalente a un precio mayor con un volumen menor, sin duda. Pero la más fina y cuidadosa comprensión de las características del mercado nos obliga a una más fina y cuidadosa formulación de expectativas, entre otras cosas para estar en mejores condiciones de responder ante los cambios.
Nunca será ocioso buscar una explicación de los fenómenos con mayor justeza conceptual. Aquí sólo he tratado de sugerir algunos elementos para ello. Toca al Congreso de la Unión afinar sus formulaciones e integrarlas en la Ley de Ingresos y en el Presupuesto de Egresos, donde -vale la pena decirlo una vez más- no sobraría el diseño de alternativas frente a cambios en el mercado que exigieran ajustar producción y exportaciones o revisar precios. Esto evitaría manipulaciones del presupuesto que ya en otras ocasiones se han dado. šSin duda que lo evitaría!
NB. šQué gusto leer a Monsiváis esta semana. Vale por La Jornada. Y vale también por Héctor Barba, Arturo Alcalde y todos los demás compañeros que aclaran las regresiones de la propuesta de legislación laboral de este gobierno: persistencia del control corporativo sindical y de los contratos de protección; pérdida de libertad y autonomía sindicales; flexibilización unilateral de la jornada de trabajo, šentre otras cosas terribles!
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