BAJO LA LUPA
Alfredo Jalife-Rahme
La guerra biológica de Baby Bush: del ántrax
a la viruela
Polémico plan de vacunación masiva
Apoyo a las grandes empresas farmacéuticas
BABY BUSH SE HA lanzado
a una frenética carrera armamentista biológica (en forma
ofensiva y defensiva), bajo la débil coartada de combatir el bioterrorismo
elusivo de Irak y Norcorea, que podrían poseer cepas del bacilo
del ántrax y del virus de la viruela montadas en armas letales.
EN RELACION CON el pánico montado en Estados
Unidos por el envío selectivo de misivas con esporas de ántrax
a senadores y periodistas (¡ojo!), los excelsos microbiólogos
de ese país evidenciaron su origen en los laboratorios militares,
que al parecer buscan estimular el consumo de antibióticos para
beneficio del poderoso complejo farmacéutico. En el intermezzo
de la ignominia de la desinformación, los multimedia de los diez
grandes y la publicracia de los cuatro grandes endosaron las
esporas letales al régimen de Saddam, que se ha vuelto el basurero
favorito del que se sirve el equipo de Baby Bush para avanzar en
su agenda inconfesa. No es gratuito que los congresistas y los periodistas
de alcurnia sean los principales enemigos del nuevo totalitarismo orwelliano
que ha sentado sus reales en la muy ennegrecida Casa Blanca.
NI VALE LA PENA desempolvar toda la cacofonía
cataclísmica sobre la montada epidemia bioterrorista del ántrax,
manejada por comentaristas sin escrúpulos, quienes no solamente
carecían de cultura científica sino que, peor aún,
exhibían lastimosamente su falta de rigor profesional al contribuir
a la escenografía del pánico que sirvió de catalizador
para el control del Congreso por Baby Bush.
EN
NUESTRO LIBRO Los 11 frentes antes y después del 11 de septiembre:
una guerra multidimensional (Editorial Cadmo & Europa, próximo
a salir) avanzamos la hipótesis de que la "guerra biológica"
constituye uno de los múltiples frentes bélicos que Bush
ha desplegado en el planeta para revertir, primero, su inocultable quiebra
financiero-económica y, luego (si tiene éxito), intentar
imponer, por medio de la guerra preventiva, el nuevo orden mundial de la
petrocracia texana, basado en el imperio romano.
EN ESTE TENOR, el equipo de Bush, que insiste en
que Irak y Norcorea poseen grandes reservas del virus de viruela, ha diseñado
una muy polémica vacunación masiva para prevenir un ataque
bioterrorista que causaría la muerte de la tercera parte de los
infectados. Debido a las muertes que ocasiona la vacuna de la viruela (tres
muertos por cada millón) y a sus severos efectos colaterales (uno
de cada 10 mil), el equipo de Bush ha diluido sus ansias de vacunar a 284
millones de pobladores de Estados Unidos (lo cual hubiera redituado un
negocio redondo) y ha sido obligado a circunscribirse en una primera etapa
a 500 mil soldados y 500 mil trabajadores de la salud y, luego, a 10 millones
de trabajadores de los servicios de urgencia. ¿Tan repentinamente
se volvieron peligrosos Saddam Hussein y Kim Jong Il, quienes se encontraban
postrados en una hibernación obligada? ¿Cuándo han
atacado Irak o Norcorea a Estados Unidos en su suelo? ¿No ha sucedido
justamente lo contrario, es decir, que Estados Unidos continuamente se
ha refocilado en agredir bajo cualquier pretexto a Irak y Norcorea?
UNA ENCUESTA DE la muy seria Escuela de Salud Pública
de Harvard (a diferencia de la Escuela de Administración, que acaba
de ser mancillada por sus nexos fraudulentos con la quebrada empresa petrolera
texana Harken Energy y con el megaespeculador George Soros) encontró
que 59 por ciento de la población está dispuesta a vacunarse,
pese a los efectos colaterales severos. Uno de los ingredientes de la vacuna,
el thimerosal, fabricado por la poderosa empresa farmacéutica Eli
Lilly, parece provocar trastornos cerebrales como el autismo. El primer
problema de la vacunación masiva que planeaba en un inicio el equipo
de Bush radica en que solamente se cuenta con 15 millones de vacunas aprobadas
y, en forma extraña, la Enmienda de Seguridad de la Patria, recientemente
aprobada, que fusiona 22 agencias federales en una superestructura burocrática
de corte orwelliano, incluyó protecciones legales para quienes fabrican
y administran las vacunas.
LA EMPRESA FARMACEUTICA beneficiada es Eli Lilly,
el principal donador de la industria al Partido Republicano en las recientes
elecciones (The New York Times, 29 de noviembre). Se podrá
decir lo que sea de la dinastía Bush, menos que no gratifica con
creces a sus donadores especiales. No hay que olvidar que el padre del
actual presidente fue miembro del consejo de administración de Eli
Lilly en la década aciaga de 1970, y ahora nada menos que el director
de la Oficina de Presupuesto de la Casa Blanca, Michael E. Daniels Jr.,
fue un anterior ejecutivo de la empresa farmacéutica agraciada con
tantas canonjías. Más aún: Sydney Laurel, el jefe
supremo de Eli Lilly, fue nombrado en junio pasado por Baby Bush
miembro dilecto del consejo presidencial sobre seguridad doméstica.
¿Dónde quedan los probables trastornos cerebrales que provoca
un ingrediente de la vacuna? Al Congreso no le importó, y ahora
para cubrirse aducen que en forma "misteriosa" fueron introducidas las
protecciones legales al sector farmacéutico en la orwelliana Enmienda
de Seguridad de la Patria. ¿No será acaso la obra divina
de la esotérica mano invisible, ya muy vista, de Adam Smith,
que sigue gobernando el capitalismo desregulado, la más salvaje
de sus variantes teóricas?
POR LO PRONTO, la Academia Nacional de Ciencias
instó a las empresas fabricantes de vacunas a eliminar urgentemente
el polémico thimerosal. ¿Le harán caso, con tantas
protecciones?
LA VACUNACION CONTRA la viruela daría pie
a un negocio inicial de 800 millones de dólares (USA Today,
21 de diciembre de 2001). La recuperación de la economía
de Estados Unidos no puede prescindir de las empresas farmacéuticas,
que generan negocios multimillonarios en una sociedad adicta al consumo.
Se empiezan a notar los preparativos de lo que pudiera desembocar en una
biocracia fomentada por tantas necesidades de seguridad, y en la
que desempeñaría un enorme papel la información
seudocientífica de los diez grandes multimedia y las
cuatro grandes de la publicracia para operar la guerra multidimensional
en varios frentes operativos que afloraron a partir del 11 de septiembre,
cuyas fallas flagrantes a la seguridad han sido encomendadas a la "investigación"
de una comisión presidida por el etnocida global Henry Kissinger
(a quien la Red Voltaire francesa señala como uno de los presuntos
autores intelectuales de los atentados contra las Torres Gemelas). ¿Quién
va investigar a Kissinger?
AUN ESTA POR ESCRIBIRSE el lado oscuro del negocio
de las vacunaciones en el Tercer Mundo. Existe un antecedente macabro de
un programa de inoculación masiva en Filipinas en 1917 (en ese entonces
territorio de Estados Unidos), aplicado coincidentemente por empresas farmacéuticas
estadunidenses, que poseían un "excedente" de vacunas contra la
viruela. Resultado: de 25 millones de filipinos "vacunados", 163 mil desarrollaron
la enfermedad y 75 mil 339 fallecieron, según revela Tim O'Shea
en la sexta edición (por salir en 2003) de su controvertido libro
La santidad de la sangre humana. El doctor Tim O'Shea ha sido despreciado
por la alcurnia científica debido a que es un quiropráctico.
¿Qué tiene que ver? ¿De cuándo acá los
científicos, no se diga los médicos, han sido vacunados
contra la crítica ciudadana, muchas veces bien fundada? Pues
este quiropráctico, a quien acusan los medios -muy bien lubricados
por la publicracia todavía mejor aceitada por las empresas farmacéuticas-
de haber publicado un infumable pasquín, aporta varios datos muy
persuasivos en un reciente escrito que resume su sexta edición ("Viruela:
cómo regresan a la vida una enfermedad erradicada").
SIN ACEPTAR LAS teorías paramédicas
de O'Shea (muy simpáticas, debido a su formación), destaca
la subestimación flagrante por el equipo Bush de las probables muertes
por la vacunación masiva de viruela y resalta el reporte demoledor
de un artículo de Reuters (10 de septiembre de 2002) sobre las advertencias
del Centro de Enfermedades Infecciosas, con sede en Atlanta, que recomienda
no usar la vacuna de la viruela en los infectados por VIH ni en quienes
ingieren medicamentos inmunosupresores (una población nada despreciable
de enfermos de cáncer y otro tipo de males inmunológicos)
ni en quienes padecen eccema. O'Shea recuerda que "la mayoría de
los estadunidenses mayores de 31 años han sido ya vacunados contra
la viruela, desde que la inoculación dejó de ser aplicada
en 1971", lo que lo lleva concluir de que solamente 10 por ciento de la
población podría ser vacunada. Esta cifra quizá sea
muy abultada, y sin menospreciar el aspecto cuantitativo, el debate se
debe centrar más bien en el cualitativo. ¿Por qué
tanta prisa de Baby Bush para vacunar solamente contra la viruela
a un buen segmento de la población de Estados Unidos? En caso de
que Saddam y Kim Jong Il posean tales armas biológicas (que los
soviéticos fabricaron generosamente y nunca fueron empleadas contra
Estados Unidos, y hasta donde se sabe contra nadie), ¿no sería
mejor negociar con ellos que exponer a un amplio segmento de la población
de Estados Unidos? ¿Y si resulta que la cepa de los bioterroristas
es diferente a la de la vacuna? Pues ganarían la guerra Saddam Hussein,
Kim Jong Il y Al Qaeda, por un error de la inteligencia de Estados
Unidos, cuya población sería diezmada. ¿Es posible
creer que la vida de los estadunidenses penda de la espada de Damocles
del muy elusivo bioterrorismo? La población de Estados Unidos ha
mostrado su disposición a creerlo después del reforzamiento
condicionado al que está siendo sicológicamente sometida
y bombardeada por la desinformación de los diez grandes multimedia
y los cuatro grandes de la publicracia, que ambos también
tienen su papel en la parte de la guerra cibernética que
libra Estados Unidos en su lid multidimensional, cuando la petrocracia
texana se ha aliado a la biocracia de las poderosísimas empresas
farmacéuticas.
A DIFERENCIA DE las demás armas de destrucción
masiva (atómicas y químicas), las biológicas son particularmente
ominosas por su contagio, virulencia y mutacionalidad, frente a los cuales
los antibióticos, antídotos y antivirales se verían
totalmente rebasados. Ya lo decía el genial astrofísico británico
Stephen Hawking, que el género humano podría extinguirse
por incontrolables agentes biológicos que no pueda combatir el sistema
inmunológico. La peor tragedia sería que fuese por uno de
los agentes biológicos experimentados como armas en los laboratorios
de la muerte de quienes pretenden proteger de sus estragos a su población.