EL CAMPO LUCHA POR SU SUPERVIVENCIA
Sobre
el sector rural pende no la espada de Damocles sino algo mucho peor y más
mortífero: la importación sin traba ni obstáculo tarifario
alguno de los productos agroalimentarios estadunidenses, fuertemente subsidiados
por el gobierno de Washington. Es importante, por consiguiente, que 12
organizaciones campesinas no hayan esperado hasta lo que podría
ser el tiro de gracia para el sector y hayan comenzado a movilizarse detrás
de un programa unitario que incluye la suspensión de las resoluciones
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) referentes
al agro, y la elaboración de un programa de emergencia para el campo
y los campesinos, una reforma para los pueblos indígenas, así
como un verdadero apoyo financiero al sector rural y la asignación
a éste de 1.5 por ciento del Producto Interno Bruto.
Es igualmente importante que, ante el peligro de desaparición
de toda posibilidad de una seguridad alimentaria nacional (pues se pasará
a depender totalmente de las exportaciones y de los precios fijados en
el extranjero y en condiciones oligopólicas para los alimentos de
los mexicanos) el Partido de la Revolución Democrática (PRD)
ha sentido la necesidad de apoyar las movilizaciones campesinas y de hacer
suyas las reivindicaciones de este importante y naciente movimiento social.
Este apoyo podría revitalizar a ese partido, colocándolo
junto a los trabajadores del campo y, al mismo tiempo, ayudar a dar una
salida política a una situación sumamente tensa que podría
provocar estallidos desesperados. Porque es evidente que la lucha de los
campesinos será radical, ya que está en peligro su misma
supervivencia, y será también larga, pues Estados Unidos
se niega a renegociar el TLCAN y el gobierno mexicano a darles a los campesinos
algo que vaya más allá de las promesas y del llamado blindaje,
que es puramente verbal.
Por tanto, las primeras luchas campesinas dependerán
de si logran que, además del PRD, les apoye la bancada del Partido
Revolucionario Institucional (que tiene peso en la Confederación
Nacional Campesina), así como del éxito ante la opinión
pública que puede lograr la toma de la Cámara de Diputados
programada para el 10 de diciembre y el bloqueo de los 48 puntos fronterizos
del país, para el primero de enero del 2003. Este escalonamiento
busca, evidentemente, partir de la movilización de los ejidatarios,
campesinos y productores del norte, base más fuerte de las organizaciones
campesinas, para involucrar a todo el sector rural nacional, comenzando
por los indígenas del sureste, terriblemente afectados por los precios
para el maíz y para el café y al borde de la exasperación,
como se demostró, entre otras cosas, en el reciente bloqueo en Morelos
de las principales carreteras.
El hecho de que el gobierno no haya conseguido mover ni
una pulgada a los gobernantes de Washington en su decisión de aplicar
a raja tabla los artículos del TLCAN (manteniendo al mismo tiempo
las subvenciones a los productos estadunidenses) y de no flexibilizar la
política migratoria, coloca a los campesinos e incluso a buena cantidad
de productores capitalistas de hortalizas ante la disyuntiva de desaparecer
o luchar con todas sus fuerzas.
Como el problema afectó la seguridad alimentaria
nacional, la independencia del país, el nivel de vida de los mexicanos
y la más elemental justicia, es posible suponer que campesinos y
campesinos indígenas reforzarán sus filas con otros sectores
populares nacionales y contarán incluso con la solidaridad internacional
en esta lucha. De ahí, nuevamente, la importancia de lo que parecería
ser un importante cambio en la actitud del PRD, que anteriormente le apostaba
todo a la mera lucha electoral y comienza a parecer comprender la importancia
de los movimientos sociales, como base de la legalidad y de la independencia.
El cambio que el país quiere parece empezar a organizarse
desde abajo, modificando inclusive las instituciones mismas al calor de
las movilizaciones sociales.