Fue abrumador en lo visual e impecable en lo
musical, pero en ratos aburrido
De lo profundo a lo superficial, el concierto de Maná
en el Auditorio Nacional, el jueves
JORGE CABALLERO
Con un buen espectáculo, abrumador en lo visual
e impecable en lo musical, el grupo Maná tocó, únicamente
por momentos, las fibras neuronales más profundas de sus 10 mil
seguidores que se dieron cita el jueves en el Audiotorio Nacional y les
voló la cabeza en las dos horas de recital; pero en otros momentos
también logró que el público se aplatanara en sus
asientos con los temas de su nuevo disco, Revolución de amor.
Concierto
de extremos, fascinación/aburrición, con mensajes verbales
sociales/políticos/nacionalistas: "Hemos viajado por muchos países
y siempre nos hemos sentido orgullosos de ser mexicanos; nos hemos dado
cuenta de que en Latinoamérica hay mucha pobreza y corrupción,
aquí en México también... falta más presupuesto
para la educación y servicios de salud, por eso les pedimos a las
nuevas generaciones que no sean tan mierdas y corruptos como los de ahora".
Toquín con combatividad visualmente ambivalente, con tres pantallas
-una al centro y dos equidistantes del escenario-, lanzada a través
de las intrínsecas imagenes de: Marcos, Rigoberta Menchú,
Che Guevara, Emiliano Zapata, Francisco Villa, Martin Luther King,
Nelson Mandela, Jesucristo, Bob Marley, Lennon, Gandhi... en la canción
Revolución; para luego salir/seguir con Oye mi amor.
Recital donde una desolada Mujer pantera esperaba El muelle de
San Blas, la cual llegó como colofón, pero el cansancio
juntado con los momentos bajos de la actuación de los músicos
hizo imposible que la escuchara. Muchos siguieron el ejemplo de esa mujer.
Concierto con homenaje deconstruido "al Jim Morrison mexicano",
(Fher dixit), José Alfredo Jiménez, en los temas Te
solté la rienda y Se me olvidó otra vez, con tintes
soneados/rumbeados con dedicatoria especial a "todos aquellos que tienen
el corazón dolido". Y como diría un filósofo francés,
"en época de posmodernismo el plagio se convirtió en cita",
Maná interpretó Ay doctor, que contiene la emblemática
frase trisolera No me consuela ni la mota, ni las pastas, ni el alcohol,
pero puesta al día con el Prozac.
"Pues dos/tres, ¿no?"
La bienvenida llegó al término de la tercera
canción: "Hace mucho tiempo que no estábamos tocando en este
país que nos vio nacer. Buenas noches México Defe". Después,
por los espacios de los cuatro marcos de tela blanca que acogían
al grupo, se vieron algunas leyendas que no se pudieron leer porque el
ángulo desde donde se atestiguó era nefasto.
La alineación de Maná: Fher, Juan, Alex
y Sergi entonaron también Cuando los ángeles lloran,
mientras las pantallas de los lados del escenario transmitían imágenes
de los músicos en blanco y negro contrastando con las ráfagas
de colores resplandecientes vomitados trepidantemente por la de enmedio.
Los asistentes de las primeras filas tocaban extasiados una guitarra imaginaria
y cantaron Corazón espinado, coronada con arreglos prehispánicos.
Después, Alex bajó de su batería para cantar Me
vale, pero antes de entonarla mencionó: Para que dejemos de
hacernos daño entre nosotros... a nuestro prójimo y familia...
para que tengamos sobre todo fe"; una anónima voz se desgarró
gritándole "papito". Después se echó un solo de batería;
luego le siguió el turno a la guitarra, que también estuvo
bien ejecutada. El tedio comenzó a hacer estragos y otra mujer gritó
su desacuerdo: "Ya canten una canción que ya me aburrieron"; la
finalización del solo de guitarra también dio el preludio
del mega hit Vivir sin aire, los encendedores y luces fluorescentes
comenzaron a contonearse por encima de las cabezas de los asistentes. El
mejor momento para cantar otro de sus hits Rayando el sol, con él
el concierto llegó a su cenit.
En síntesis, el concierto deambuló entre
lo profundo y lo superficial, entre lo macizo y lo insulso, actuación
que se resume en la opinión de un fanático bien prendido
en los temas más sonados de la banda y aplatanado en los temas nuevos:
"Pues dos/tres, ¿no?"