Se abordó al revolucionario visto por la prensa
Zapata sí tuvo un proyecto de nación: Alicia Hernández
RENATO RAVELO
Contra el mito de que Emiliano Zapata era un rebelde sin proyecto de nación, en el foro sobre zapatismo, Alicia Hernández, investigadora de El Colegio de México, sostuvo que el caudillo del sur sí contaba con ''una idea de gran coherencia, con capacidad para articular de manera típicamente liberal-democrática los derechos sociales con los políticos".
Hernández elaboró su ponencia para desmentir otros dos mitos sobre el zapatismo: el carácter conservador de movimiento y el reparto agrario ejidal que fue la gran conquista del campesinado, pues ''no hubo pretensión igualitaria, ya que el reparto se hizo conforme a la posibilidad y capacidad individual del ejidatario".
En este universo de discursos provocados en el Instituto de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana en dos jornadas, en las que se han repartido gratuitamente más de 2 mil ejemplares de sus publicaciones, participó asimismo María Herrerías Guerra, quien abordó el tema de Zapata visto por la prensa:
''La figura de Emiliano Zapata se transformó radicalmente cuando Obregón la necesitó en su lucha contra Carranza y requirió el apoyo de los líderes zapatistas que quedaban, entre ellos Gildardo Magaña y Genovevo de la O."
La variante guerrerense
A su vez, el investigador Renato Ravelo Lecuona expuso la que llamó la variante guerrerense del zapatismo, que desarrolló en siete puntos: el movimiento fue típicamente campesino y abarcó casi todo el estado; logró su identidad antes del Plan de Ayala; se enfrentó a una burguesía intermedia, amplia y diversificada; es la principal fuerza beligerante en Guerrero y alcanzó hegemonía militar; el zapatismo en Guerrero constituyó su gobierno que mostró falta de hegemonía política; allí los cacicazgos regionales se unieron para enfrentar al campesinado y el zapatismo sólo pudo mantener su dominio en el medio rural. El de Guerrero, destacó el investigador al contextualizar la sobrevivencia en el siglo de movimientos sociales, es un ejemplo ''de cómo se puede tener dominio territorial, pero no hegemonía política".
En la misma mesa de análisis de las manifestaciones regionales del zapatismo, David G. LaFrance desarrolló lo que llamó ''arrugas y verruga, y muchas de ellas provenían del hecho de que los seguidores de Puebla no se llevaban bien con sus hermanos del vecino estado de Morelos, sede del movimiento".
Para el investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, ''los zapatistas ni eran tan dominantes geográficamente, ni tan fuertes militarmente, ni tan reformistas ni tan bien recibidos por la población, como es comúnmente pensado".
María Teresa Alvarez Icaza destacó esa visión del zapatismo como un asunto rural, de justicia histórica en la posesión de la tierra, que ronda la ciudad. ''Los zapatistas, no siempre en las afueras, desde allí se aventuraron a incursionar en municipalidades sureñas de la capital, me refiero por ejemplo a San Angel y Tlalpan. Llegaron a proponerse controlar la ciudad en su conjunto, lo cual lograron de forma temporal".