Rolando Cordera Campos
Al fin solos
El jueves pasado, en la convención anual del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finan-zas (IMEF), que se realizó en Acapulco, el presidente Fox perdió otra oportunidad de desplegar una interlocución cuya ausencia suele lamentar a diario, no sin culpar de ello a unos partidos y un Congreso reacios al diálogo o el acuerdo. Quizás alguien dirá que más bien perdió la oportunidad de quedarse callado o hacer un discurso de circunstancia, en vez de embarcarse en una nueva e inútil parábola sobre México y su lugar en el mundo.
El presidente del IMEF advirtió sobre el momento crucial que vive México. "Las viejas estructuras de gasto (supongo que corriente) frente a la inversión; de corporativismo político y sindicalismo oscuro; de objetivos de corto plazo frente a los estratégicos; de problemas sistémicos ignorados y de postergación de decisiones frente al enorme riesgo de un conflicto, constituyen una verdad del México de hoy... No enfrentar la realidad y no utilizarla como palanca para evolucionar sería negar la circunstancia y desaprovechar la oportunidad histórica que usted alcanzó hace dos años" (Juan Manuel Venegas y David Zúñiga, La Jornada, 22 de noviembre, página 3).
Luis Jaime Levy abundó: "Hoy... las condiciones están dadas para que el cambio no se quede sólo en la invaluable alternancia... (hay que) renfocar la visión política hacia una estratégica, de nacionalismo moderno, que no fascista, en busca de conciliación de voluntades y solución de problemas estructurales... la ortodoxia en el seguimiento de un enfoque puramente económico nos puede llevar a relegar nuestra responsabilidad social, rigiendo la brutalidad del mercado globalizado".
Fox, supongo, acudió a la ironía desconfiando de la "ayudadita" que quiso darle el inefable gobernador de Guerrero, que acaba de ver la luz de la cooperación con el Ejecutivo, y "agradeció el plan nacional de desarrollo que le presentó Levy", pero prefirió reiterar su convicción de que México vive momentos de esplendor gracias a que el modelo económico es el "más adecuado".
Su método, puesto de nuevo en circulación por inesperados exégetas de la alternancia, el del vaso medio lleno o medio vacío. El nuestro, medio lleno; el de los otros, vacío y medio. Que por Argentina lloren otros.
Para ilustrar método y certezas, el Presidente recurrió a su memoria de la más reciente Cumbre Iberoamericana. Esta "se convirtió en un verdadero muro de los lamentos para los presidentes de las 22 naciones participantes", pero no para México.
"No hay duda de que el país está claramente diferenciado. No sólo por quienes evalúan decisiones de tasas de interés o de riesgo-país, sino diferenciado claramente de las realidades que se están viviendo en aquellas naciones. Hay mucho por qué luchar y por qué sentirnos orgullosos de lo hecho en México". Loor al blindaje tan costosamente bordado por Zedillo y Gurría. Horror a las promesas de Usabiaga el fantástico.
La fórmula del "no escucha, no responde" en todo su esplendor. En la cuneta queda el llamado de los ejecutivos financieros a sintonizar el país con un mundo desbocado en el que las ventajas de ayer se tornan la dificultad de hoy, como empieza a pasar con el TLCAN, que enfrenta ya la multiplicación acelerada de tratados bilaterales de libre comercio en todo el mundo. Convertida en estatua de sal por el representante de la "cúpula de cúpulas", queda también la presidenta de Canacintra, quien sin embargo volvió a advertir en Acapulco sobre la crisis devastadora de la industria doméstica. Atrás, en el olvido, las bravatas cosmopolitas de los propios colaboradores del Presidente.
Como México, señores, no hay dos. México, volverá a repetirse en Los Pinos, es el único camino. Sólo falta el "arriba y adelante". Con este nacionalismo del absurdo redivivo, para qué cuidarse de la xenofobia que tanto preocupa al canciller. Para qué preocuparse de la pérdida de las formas diplomáticas y del trato majadero al resto de los países de América Latina. Para qué, si al fin estamos solos.