Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 21 de noviembre de 2002
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Cultura
LA MUESTRA

Carlos Bonfil

Besos perdidos

besosperdidos1UNA HISTORIA DE amores desesperanzados. Sybill, una Lolita eslava, adolescente de 14 años, de físico exuberante y desparpajo estudiado, se enamora perdidamente de Alexandre, de 41 años, cual una heroína de Chéjov (La gaviota), y sin consideración alguna por la suerte sentimental de Mickey, hijo de su amado, quien también le profesa una devoción intensa. Nana Djordjadze, la directora de Robinsonada (cinta de 1986, ya exhibida en México), narra en Besos perdidos (27 missing kisses), la pasión frustrada de Mickey, a quien la bella Sybill habría prometido cien besos, y concedido sólo 73, antes de que un suceso trágico interrumpiera el comercio amoroso. Los besos pendientes del título original son el símbolo de una inocencia perdida, de la violenta maduración a que se ven obligados los jóvenes protagonistas en la gran aldea georgiana de la posperestroika.

SIN EL VIGOR y el filo crítico de los grandes autores georgianos, Tengiz Abuladze (Arrepentimiento, 1984) u Otar Iosseliani (La caza de mariposas, 1992), la cinta de Djordjadze, coproducción franco inglesa, con participación de Alemania y Georgia, elabora un simpático retrato de Sybill, una pariente lejana de Linda (Emily Lloyd), la adolescente inglesa de Ojalá estuvieras aquí (Leland, 1987), con afanes similares de provocación y con el mismo perfil de ninfa insatisfecha. En su recuento lúdico, la directora insiste en los fastos del folclor y de la música (estupendo trabajo de Goran Bregovic), y la frustración erótica aparece como contrapunto del ánimo festivo que se apodera de los personajes secundarios. Muy pronto el conflicto intimista se vuelve un mosaico de personajes pintorescos y conductas estrafalarias. Besos perdidos es una más de las cintas de esta muestra que ostenta la patente Kusturica, como si la referencia balcánica (folclor, banda gitana, desenfado vital) fuese algo ya ineludible en la selección propuesta.

A LA TRAMA muy sencilla de amores contrariados, la completa y anima una serie de viñetas humorísticas. La más divertida, la anécdota de un hombre de priapismo incontenible que vive el drama de poseer un falo descomunal (27 centímetros) y decide acortarlo de un modo original y casi funesto.

EN ESTAS HISTORIAS absurdas, donde el despecho sentimental se alivia, por ejemplo, lanzando indiscriminadamente granadas a la gente en los campos, sobresale también la figura del cómico francés Pierre Richard, quien contempla impasible el caos a su alrededor. Pareciéramos regresar una vez más al mundo de Tuvalu y a las incontinencias de Noche de bodas.

NANA DJORDJADZE CONDUCE con gracia su relato desenfrenado, no aporta muchas novedades a su exploración del triángulo pasional, pero tampoco pierde el control de su intuición cómica, lo más rescatable en esta cinta.


Salvajes

salvajes1¿VERSION ESPAÑOLA de El odio (Kassovitz, 95) o de Historia americana X (Kaye, 98)? Salvajes, primer largometraje de Carlos Molinero, se presenta como película choc, híbrido de documental y ficción con un asunto de nota roja en su primera secuencia: la golpiza propinada en el puerto de Valencia a un hombre senegalés. En un primer momento, el hecho semeja una agresión racista, aunque pronto queda claro que se trata de un ajuste de cuentas entre narcotraficantes.

EL RACISMO, DIRIGIDO en España preferentemente contra la inmigración clandestina, y exacerbado por las legislaciones de exclusión y los embates de la clase conservadora, confiere a esta cinta actualidad innegable. Los jóvenes golpeadores apenas se distinguen de sus acelerados colegas ''nacionalistas" de los países vecinos, los skinheads del Frente Nacional británico o francés, y los neonazis cercanos a un partido ultraderechista alemán con representación parlamentaria. La cinta los muestra violentos e irresponsables, y a uno de ellos, el más joven, con evidentes taras mentales. El riesgo de la caricatura es inevitable, y el trazo rápido incluye suásticas, símbolos nacionalistas, y tatuajes alusivos. Podría incluso haber figurado en un volumen de Mi lucha, de Adolf Hitler, de no ser tan evidente en estos jóvenes su aversión por la letra impresa.

ESTOS MANIPULABLES aprendices del odio tienen una tía protectora, la enfermera Berta (Marisa Paredes), que en buena vena melodramática se enamora de Eduardo (Imanol Arias), el policía que los persigue. ¿Sucumbir a la pasión y traicionar a los desorientados críos, o resistir estoicamente a las tentaciones de la carne y a la promesa del amor otoñal? He ahí el dilema que plantea la obra teatral de José Luis Alonso de Santos, inspiración de la cinta. Los cuatro guionistas de Salvajes deciden atinadamente ir más allá de esta premisa y añadir una dimensión ausente en la pieza original: la violencia contra inmigrantes africanos. Un epílogo documental enfatiza dicho propósito. Lo que no se consigue es evitar las rutinas del género elegido, un thriller sentimental que inevitablemente reduce la fuerza y verosimilitud de las interpretaciones. A los arrebatos crepusculares del policía y la enfermera, ambos en continua ignición sexual, se añaden las ambigüedades a que obliga el melodrama (¿Presentar skinheads, románticamente redimibles, como estúpida carne de cañón de intereses turbios, no equivale a trivializar el odio racista?).

QUEDA UN ATRACTIVO central: la interpretación de Marisa Paredes y su desencantada confrontación con los fanáticos imberbes (''Ustedes detestan a los negros, pero también a quienes usan corbata"), y un interesante trabajo en video digital, que abusa, sin embargo, del close up. El tema del racismo hispano y la enajenación juvenil daba suficiente para un esfuerzo mayor y más cuidado, tal vez aún pendiente en la carrera del joven realizador madrileño.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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