Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 9 de noviembre de 2002
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Cultura
Juan Arturo Brennan

Pulcinella divertido

Antes de la reseña, una declaración: por más que lo intento, sigo sin entender a los supuestos ''aficionados" a la ópera. Cada vez que uno de estos extraños personajes envía una carta a la redacción o llama por teléfono al programa de radio en turno, se queja amargamente y se desgarra las vestiduras porque no hay más oferta operística y más espacios alternativos para la representación de óperas. Eso sí, en el momento en que se materializan esas alternativas, los operófilos, operómanos y operópatas brillan por su ausencia. Caso específico: el jueves abrió en la sala Covarrubias una breve temporada con una muy atractiva puesta de una ópera de Giovanni Paisiello, y la sala estuvo semivacía. Y no se trataba de una puesta amateur a cargo de principiantes, sino que tenía como cabeza musical a Antonio Florio, uno de los más importantes especialistas actuales en el estudio, rescate y difusión de estos repertorios.

La ópera en cuestión es Pulcinella vendicato nel ritorno di Marechiaro, sabrosa farsa lírica basada en un libreto de Francesco Cerlone. La trama de la ópera no es nada del otro mundo y puede resumirse en la presencia de dos parejas protagónicas que se deshacen y se vuelven a rehacer gracias a la acción de diversas presencias y mecanismos, secundadas por otras dos parejas subsidiarias.

Más allá de este sencillo esquema narrativo, sin embargo, está la enorme riqueza de la fuente genérica del libreto de Cerlone, la siempre fascinante commedia dell'arte que de tantas maneras ha nutrido las artes escénicas a lo largo del tiempo.

La puesta en escena, sencilla pero imaginativa, está a cargo de Davide Livermore, quien asume con convicción los anacronismos visuales planteados y mezcla con fluidez elementos teatrales de épocas diversas. La parte musical de este Pulcinella es singularmente atractiva por diversas razones. Por una parte, el placer auditivo de escuchar las inflexiones (muy bien logradas por los cantantes) de una lengua que, por más que lo parezca superficialmente, está lejos del italiano de Verdi y Puccini. (Ventaja añadida en este aspecto: la mayoría de los cantantes proviene de Nápoles). Por otra parte, tratándose de un grupo especializado en repertorio antiguo, se agradece una intención vocal que privilegia la claridad semántica sobre el gorgorito lucidor.

Así, al interior de un reparto de un nivel generalmente uniforme, es posible hablar de tres presencias destacadas: la Carmosina interpretada por Maria Grazia Schiavo, la Claudia de Maria Ercolano y, de manera especial, el sólido, poderoso Coviello cantado por Giuseppe Naviglio. Al frente de la orquesta barroca Cappella della Pietà de' Turchini, Antonio Florio hizo patente el conocimiento profundo de la obra, al que ha llegado entre otras cosas participando activamente en la revisión de la partitura. Más allá de los instrumentos antiguos, las técnicas antiguas y la afinación antigua, se nota en la Cappella esa intención particular de diferenciar este tipo de trabajo musical de otros más convencionales, y de adaptarlo cabalmente al texto y a la línea vocal propuestos por Paisiello. Así, con la actuación conjunta de orquesta y cantantes, se aprecian con claridad ciertas aventuras armónicas que no solían ser usuales en tiempos de Paisiello y sus contemporáneos, así como numerosas y ricas referencias a las músicas populares de la época.

En la propuesta orquestal de Paisiello, muy homogénea a lo largo de la obra, destaca el parco y dosificado uso de los alientos, la momentánea, pero efectiva presencia del salterio y, de manera muy notable, el trabajo de los instrumentos de cuerda punteada (en lo esencial guitarra barroca y colascione) que resulta particularmente efectivo en los recitativos. El resultado general de todos estos elementos es una sesión operística ligera en el mejor sentido del término, divertida como corresponde a una farsa y, sobre todo, musicalmente muy atractiva. No puede ser mala una puesta de ópera en la que los principales elementos escenográficos son enormes latas de puré de tomate de La Costeña, y el villano del cuento es convertido en asno y aparece vestido con el uniforme de Diego Armando Maradona, de gloriosa (a veces) memoria en Nápoles.

Si los diletantes de la ópera deciden asistir a las funciones que quedan de este Pulcinella, algo podrán aprender. Si no, se comprobará que están ansiosos de alternativas, siempre que la alternativa sea un palacio de mármol blanco donde a diario se den funciones de La Traviata y La bohemia.

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