Juan Arturo Brennan
Pulcinella divertido
Antes de la reseña, una declaración: por
más que lo intento, sigo sin entender a los supuestos ''aficionados"
a la ópera. Cada vez que uno de estos extraños personajes
envía una carta a la redacción o llama por teléfono
al programa de radio en turno, se queja amargamente y se desgarra las vestiduras
porque no hay más oferta operística y más espacios
alternativos para la representación de óperas. Eso sí,
en el momento en que se materializan esas alternativas, los operófilos,
operómanos y operópatas brillan por su ausencia. Caso específico:
el jueves abrió en la sala Covarrubias una breve temporada con una
muy atractiva puesta de una ópera de Giovanni Paisiello, y la sala
estuvo semivacía. Y no se trataba de una puesta amateur a
cargo de principiantes, sino que tenía como cabeza musical a Antonio
Florio, uno de los más importantes especialistas actuales en el
estudio, rescate y difusión de estos repertorios.
La ópera en cuestión es Pulcinella vendicato
nel ritorno di Marechiaro, sabrosa farsa lírica basada en un
libreto de Francesco Cerlone. La trama de la ópera no es nada del
otro mundo y puede resumirse en la presencia de dos parejas protagónicas
que se deshacen y se vuelven a rehacer gracias a la acción de diversas
presencias y mecanismos, secundadas por otras dos parejas subsidiarias.
Más
allá de este sencillo esquema narrativo, sin embargo, está
la enorme riqueza de la fuente genérica del libreto de Cerlone,
la siempre fascinante commedia dell'arte que de tantas maneras ha
nutrido las artes escénicas a lo largo del tiempo.
La puesta en escena, sencilla pero imaginativa, está
a cargo de Davide Livermore, quien asume con convicción los anacronismos
visuales planteados y mezcla con fluidez elementos teatrales de épocas
diversas. La parte musical de este Pulcinella es singularmente atractiva
por diversas razones. Por una parte, el placer auditivo de escuchar las
inflexiones (muy bien logradas por los cantantes) de una lengua que, por
más que lo parezca superficialmente, está lejos del italiano
de Verdi y Puccini. (Ventaja añadida en este aspecto: la mayoría
de los cantantes proviene de Nápoles). Por otra parte, tratándose
de un grupo especializado en repertorio antiguo, se agradece una intención
vocal que privilegia la claridad semántica sobre el gorgorito lucidor.
Así, al interior de un reparto de un nivel generalmente
uniforme, es posible hablar de tres presencias destacadas: la Carmosina
interpretada por Maria Grazia Schiavo, la Claudia de Maria Ercolano y,
de manera especial, el sólido, poderoso Coviello cantado por Giuseppe
Naviglio. Al frente de la orquesta barroca Cappella della Pietà
de' Turchini, Antonio Florio hizo patente el conocimiento profundo de la
obra, al que ha llegado entre otras cosas participando activamente en la
revisión de la partitura. Más allá de los instrumentos
antiguos, las técnicas antiguas y la afinación antigua, se
nota en la Cappella esa intención particular de diferenciar este
tipo de trabajo musical de otros más convencionales, y de adaptarlo
cabalmente al texto y a la línea vocal propuestos por Paisiello.
Así, con la actuación conjunta de orquesta y cantantes, se
aprecian con claridad ciertas aventuras armónicas que no solían
ser usuales en tiempos de Paisiello y sus contemporáneos, así
como numerosas y ricas referencias a las músicas populares de la
época.
En la propuesta orquestal de Paisiello, muy homogénea
a lo largo de la obra, destaca el parco y dosificado uso de los alientos,
la momentánea, pero efectiva presencia del salterio y, de manera
muy notable, el trabajo de los instrumentos de cuerda punteada (en lo esencial
guitarra barroca y colascione) que resulta particularmente efectivo
en los recitativos. El resultado general de todos estos elementos es una
sesión operística ligera en el mejor sentido del término,
divertida como corresponde a una farsa y, sobre todo, musicalmente muy
atractiva. No puede ser mala una puesta de ópera en la que los principales
elementos escenográficos son enormes latas de puré de tomate
de La Costeña, y el villano del cuento es convertido en asno y aparece
vestido con el uniforme de Diego Armando Maradona, de gloriosa (a veces)
memoria en Nápoles.
Si los diletantes de la ópera deciden asistir a
las funciones que quedan de este Pulcinella, algo podrán
aprender. Si no, se comprobará que están ansiosos de alternativas,
siempre que la alternativa sea un palacio de mármol blanco donde
a diario se den funciones de La Traviata y La bohemia.