Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 2 de noviembre de 2002
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Cultura
El Señor del Mundo de los Muertos continúa su desafío al tiempo desde El Zapotal

Tarde o temprano los mortales estarán ante Mictlantecuhtli

Se considera pieza única en el mundo y la equiparan con los guerreros chinos de terracota

Indiferencia oficial frente al olvido y lento deterioro de esa importante deidad totonaca

ANDRES T. MORALES CORRESPONSAL

Ignacio de La Llave, Ver., 1º de noviembre. Ataviado con la corona sacerdotal que muestra su jerarquía sobre otras deidades precolombinas y con sonrisa irónica para recordar a los mortales que tarde o temprano comparecerán frente a su trono, el Señor del Mundo de los Muertos continúa desafiando el tiempo en El Zapotal, sitio donde se le edificó, quizá, el santuario más relevante de Mesoamérica.

Elaborado en barro crudo y con una antigüedad que se calcula entre mil y mil 700 años, el monumento a Mictlantecuhtli se considera pieza única en el mundo y equiparable a los guerreros durmientes de terracota de la provincia china de Xi'an, aunque la indiferencia de las autoridades federales y estatales ha enclaustrado al dios prehispánico en el olvido y condenado a un lento deterioro.

Mezclarse con el culto cristiano

En contraste con la importancia del adoratorio prehispánico, desde hace tres décadas están detenidos los proyectos de investigación sobre la ofrenda mortuoria de El Zapotal, donde se llegaron a contabilizar restos de 190 sacrificios humanos y un sinnúmero de figurillas y utensilios que durante años fueron el botín de saqueadores de joyas arqueológicas.

Pocas divinidades que conformaron el amplio panteón mesoamericano antes de la Conquista han logrado sobrevivir a la imposición de costumbres extranjeras, en especial al catolicismo. Una de ellas y quizá la más desafiante que pudo mezclarse con el culto cristiano es el Dios de la Muerte o Mictlantecuhtli.

El festejo de Todos los Santos es una de las formas en la que se continúa rindiendo culto a esta deidad que también se le conoce como Ixpuztec (El del rostro quebrado), Nextepehua (Esparcidor de Cenizas) y Tzontémoc (El que baja de cabeza) que todavía es venerado mediante las famosas calaveras que se colocan en los altares de difuntos.

Localizado a cien kilómetros de Jalapa, la congregación de El Zapotal alberga a unos 2 mil habitantes y se asienta sobre una antigua ciudad del imperio totonaca, y junto con Zempoala y El Tajín formó parte del complejo de adoratorios más sobresaliente en la zona costera del Golfo de México.

Según el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Daniel Nahmad Molinari, a diferencia de las otras dos zonas arqueológicas, los complejos arquitectónicos de El Zapotal no fueron construidos con piedra sino a base de tierra comprimida, debido a la falta de material sólido en la región, y en donde hasta el momento se tienen contabilizadas 30 pirámides de arcilla, la mayoría sin explorar.

Hallazgo de saqueadores

En una de estas pirámides fue localizado hace cuatro décadas el santuario en honor al Dios del Mundo de los Muertos más importante de México, cuya belleza y fragilidad se compara con la del ejército de soldados durmientes de terracota, que durante dos milenios resguardó el sepulcro del emperador chino Qin Shi Huang, descubierto en la provincia de Xi'an en la década de los 70.

La localización de Mictlantecuhtli se dio a raíz de los saqueos que hicieron famosa a la región de El Zapotal, por la ferviente actividad de los traficantes de piezas arqueológicas sustraídas de los montículos de arcilla y que en diversas ciudades de la entidad las ofrecían en venta, lo que obligó a que un grupo de arqueólogos de la Universidad Veracruzana se interesara por el sitio.

Fue en 1971 cuando oficialmente se da por descubierto el santuario que, además de la efigie del Señor del Mundo de los Muertos, sólo conserva una decena de ofrendas mortuorias, pues aparte del saqueo clandestino, la mayoría de las piezas fueron retiradas de la zona y enviadas al Museo de Antropología en Jalapa.

Nahmad Molinari, quien durante los pasados cinco años ha recopilado los escasos estudios y teo-rías recientes sobre el complejo mortuorio de El Zapotal, explica que el adoratorio se encontró en una galería subterránea, cuyo sitio principal era ocupado por Mictlantecuhtli, sentado en un trono fastuoso y ataviado con el tocado sacerdotal lleno de simbolismos que reflejaban su jerarquía.

En la corona destacan relieves de cráneos, cabezas de jaguar, y en la parte central, la figura de un murciélago, símbolo correspondiente a Tezcatipotlatl (Señor de la Noche), que muchas veces es confundido con Mictlantecuhtli. Atrás de la figura central zoomorfa, se distingue a Quetzal-coátl, otro de los dioses supremos del panteón precolombino.

''Hay una leyenda que dice que después de un cataclismo registrado en tiempos inmemoriales, Quetzalcóatl robó huesos a Mictlantecuhtli para elaborar a partir de ellos a los nuevos hombres, pero ello le valió que fuera perseguido por el Dios de la Muerte, porque tenía que estar huyendo constantemente de él'', refirió Nahmad Molinari.

La risa burlona

Otra de las peculiaridades del monumento son las facciones del dios, fiel testimonio de la unión entre vida y muerte. No es un esqueleto completo, sino un personaje descarnado. Manos, piernas y pies se encuentran íntegros, como una persona viviente, pero se exponen las costillas de la caja torácica, la columna vertebral y la cabeza cadavérica.

La expresión del rostro es otro de los enigmas de Mictlantecuhtli, ya que parece sonreír y burlarse de quienes lo enfrentan.

''Es una risa burlona, así se le puede catalogar, tal vez se mofa de los mortales que algún día llegarán ante sus dominios y comparecerán ante su trono'', señala el custodio del sitio, Gilberto Orozco Guadalupe.

Además, la deidad muestra la lengua de fuera, lo que algunos especialistas han interpretado como indicio de que el monumento también fue utilizado como oráculo, donde los sacerdotes entablaban conversación con él.

Orozco indicó que originalmente el trono estaba rodeado por un extenso osario que a manera sacra semejaba una columna vertebral que aglutinó a más de 82 esqueletos humanos, algunos sepultados en posición de loto, meditando ante el señor del Mictlán.

Indiferencia gubernamental

Daniel Nahmad manifestó que el trono con el Señor de la Muerte no pudo ser saqueado ni trasladado al Museo de Antropología e Historia de Jalapa, porque su base está adherida al suelo moverlo sería fatal por la fragilidad del material.

Asimismo, desde los años 70 se suspendieron los proyectos de investigación que inició la Universidad Veracruzana y por el deterioro del monumento funerario se corre el riesgo de perder información sobre el mismo. De manera inexplicable, dijo, los informes sobre la primera y única fase de investigación permanecen ocultos.

Así, siguen ignoradas nuevas hipótesis que de corroborarse arrojarían pistas sobre la cultura prehispánica de la zona costera de México, y en el marco de la explicación del monumento a Mictlantecuhtli, tesis inéditas que variarían su concepto actual.

Una, dijo, es que el osario sea un sacrificio masivo en honor de la deidad para detener alguna calamidad, o la tumba de un alto dignatario sepultado con guerreros y doncellas para acompañarlo en su viaje al inframundo, al reino de los muertos.

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