Sólo se perdieron las casas de pescadores:
regidor panista
Kenna se ensañó con San Blas y
sus pobladores
Queremos que Vicente Fox nos cumpla, dicen afectados
Suerte del manglar y el estero, gran preocupación
al volver
ROBERTO GARDUÑOENVIADO
San Blas, Nayarit, 26 de octubre. El viernes al
mediodía, la fuerza del oleaje provocada por el huracán Kenna
arrastró el agua del mar hasta las calles de este antiguo puerto
y destruyó por completo escuelas y las casas de los pescadores,
y dejó sin luz, teléfono y agua potable a mujeres, hombres
y niños.
El paso devastador del meteoro por Puerto Vallarta, donde
arrancó el malecón y dejó millones de pesos en pérdidas,
se multiplicó, tres horas después, a escasos 100 kilómetros
playa arriba, en la bahía de San Blas.
A las 11 de la mañana del viernes, el coletazo
de Kenna llegó al pueblo pesquero. Sus habitantes se prepararon:
aseguraron los botes en el malecón, otros decidieron remolcar sus
embarcaciones pueblo adentro, y la mayoría de las familias dedicadas
al turismo ecológico y a la venta de mariscos se fueron cuesta arriba,
rumbo a Tepic.
No imaginaron lo que vendría
Unos
pocos se quedaron, no imaginaron lo que vendría en pocas horas.
"Se salió de toda categoría y superó cualquier cosa
que hubiéramos vivido... mis hijos, mi mujer y yo nos subimos a
una dala (viga) y desde ahí vimos todo, gracias a Dios lo estoy
contando", recuerda Fernando Hernández Peñaloza, un acapulqueño
radicado en la comunidad Matanchén, donde las casas de las familias
pobres, como la suya, fueron borradas por el oleaje.
Al mediodía, las tradicionalmente tranquilas aguas
de la bahía de San Blas comenzaron a golpear con la fuerza de los
vientos las frágiles estructuras de los restaurantes ubicados en
la playa. En menos de una hora casi todo se lo llevó el mar. Después,
las olas llegaron con fuerza hasta el Subsector Naval -una fortaleza que
hasta 2001 fue la base naval de la región-, y el viernes mismo quedó
reducida a galerones desiertos, porque sus techos de laminas de asbesto
volaron con las rachas de viento de hasta 250 kilómetros por hora.
Gran parte de sus paredes se derrumbó. El Hospital
Naval quedó destruído, la estructura se cuarteó por
completo, el quirófano es hoy una serie de objetos inservibles y
el resto del mobiliario fue considerado inútil.
El drama para las familias evacuadas estaba por llegar.
El oleaje avanzó. Primero, la mayoría de las barcazas amarradas
en el muelle desapareció. Los hoteles se inundaron. El Centro de
Estudios Tecnológicos del Mar se vino abajo. La barda de la Escuela
Primaria Insurgente Mercado se derrumbó. Del cine-auditorio sólo
quedaron escombros. La pequeña plaza central se convirtió
en depósito de troncos de los árboles arrancados al paso
del viento y el agua, y la iglesia, la construcción más antigua
de San Blas, se resintió.
Mientras más avanzaba la crecida del mar y la fuerza
del viento castigaba cuanto encontraba a su paso, las propiedades de las
familias pobres comenzaban a ser presa de la fuerza del fenómeno.
La mayoría de esas casas -cercanas al manglar- perdieron por completo
sus techos de lámina. Sólo aguantaron las edificadas con
"loza" de concreto.
La precariedad de los pescadores fue evidente ayer. Casi
todos regresaron a sus domicilios, o lo que quedó de ellos, y se
instalaron. Acomodaron sillas debajo de un techo inexistente y esperaron.
La espera fue larga. María Dolores Terrazas, acompañada
por sus dos hijos y su marido, acepta la pregunta; no obstante, antes,
ella espera respuestas: "¿Es usted del gobierno? Necesitamos comer;
nos quedamos sin nada, usted vea".
La mujer se desespera porque sus hijos ya no tienen nada
para comer: "sólo nos llegó una despensa particular que nos
mandó una pediatra de Tepic, que sólo sabemos que se llama
Martha. Traía unas sopitas maruchán, azúcar, arroz
y frijol. ¡Ah, y un barrilito de agua!".
María Dolores se desahoga: "Nos salió el
mar a la altura de los hombros. Se nos vino fuerte, y no nos quisimos ir;
nos aguantamos..."
En Matanchén, el pescador Fernando Hernández
también reclama ayuda, mientras observa el paso de convoyes del
Ejército Mexicano y de la Armada. "Nadie se acerca. Nosotros esperábamos
que viniera Vicente Fox; queremos que nos cumpla, porque somos gente trabajadora
que ahora sí, perdimos todo. Déjeme decirle, señor,
lo único bueno es que no se murió nadie".
A 50 kilómetros de ahí, en dirección
de la sierra, en Santiago Ixcuintla, no se decía lo mismo, una señora
había muerto al paso de los vientos y la lluvia. Este sábado
aún no se sabía si falleció porque le cayó
una barda o de un infarto. Como sucede en toda tragedia, las versiones
vienen y van. Se aseguraba que en Santiago había "por lo menos 50
desaparecidos".
Lo evidente en la región de San Blas fue el grado
destructivo de Kenna. Una preocupación manifiesta en sus
habitantes -que ayer regresaron luego de una larga peregrinación
desde Tepic- fue lo que habría sucedido con el manglar y el estero.
Ese fenómeno natural, que luego de un largo proceso
de evolución logra la sobrevivencia de distintas especies marinas,
en aguas saladas y dulces, fue inundado por el oleaje, por lo que saltó
la preocupación, ya que de él y su equilibrio dependen casi
todos los habitantes del pueblo.
Desde el manglar, en dirección a la montaña,
lo que fue montículos de verde y tupido follaje ayer se convirtió
en cerros casi al ras, pelones. Las palmeras y los cocoteros desaparecieron,
y los troncos se observaban como innumerables crucetas en una amplia zona.
Los campos donde los pobladores de San Blas levantaron
decenas de miles de árboles de mango también fueron arrasados
por la fuerza del viento. Y en dirección de Bahía de Banderas,
por el camino de Santa Cruz, las plantaciones de plátano desaparecieron
en su totalidad.
Ayer, los moradores de San Blas se preguntaban: ¿qué
va a pasar? En la subregión naval, el capitán Valerio, un
piloto de helicóptero, relató que en sus recorridos desde
Puerto Vallarta constató que "lo más destruido se encuentra
aquí; la población perdió casi todo, pero hay que
esperar. Sabemos que mañana estará aquí el señor
presidente Vicente Fox... no ha venido porque está cumpliendo su
papel de anfitrión en el APEC, y eso es muy importante".
En medio de la destrucción, por la tarde, cuando
aún no llegaba nada de comida ni ayuda para los habitantes del pueblo,
se presentó un convoy del Ejército Mexicano -declarado en
la fase DN III-, en el que se transportaron decenas de sus efectivos, una
gran cocina comunitaria, plantas de energía eléctrica, plantas
potabilizadoras de agua y unidades móviles de comunicación
vía satélite.
Más tarde también arribaron camiones de
Protección Civil del estado de Nayarit, vehículos de la Comisión
Federal de Electricidad y de Teléfonos de México.
Mientras ocurría ese amplio y coordinado despliegue
de fuerzas de seguridad en San Blas, las familias afectadas -la mayoría-
deambulaban por los predios donde algún día estuvieron sus
casas, y ayer volvieron para encontrar sólo algnos objetos, como
estufas, camas, roperos, muñecos de peluche y papeles personales
regados por los alrededores o, en el mejor de los casos, enterrados en
la arena del mar.
Y entre toda aquella complicación, apareció
Cipriano Vázquez, regidor panista en la ciudad de Tepic. Llegó
a San Blas para recuperar y salvar la casa de su mamá. Una vieja
construcción de hace 172 años, donde se elaboraban puros
con la marca La Fama.
Orgulloso, el funcionario panista dio al traste con aquella
sana intención de salvaguardar el patrimonio de San Blas. Cuando
se le preguntó si no estaba allí también para ayudar
a los pobres que lo perdieron todo respondió: "no, la verdad no;
esto es más espectacular que otra cosa, porque se perdieron las
casas de los pescadores, y no fueron daños tan grandes. La verdad
vine para salvar la casa de mi mamá..."
Uno más de esos personajes fue el gobernador de
la entidad, Antonio Echevarría Domínguez. A una hora de distancia
-por carretera- entre su oficina en Tepic y San Blas, el funcionario decidió
viajar en helicóptero a la cabecera municipal, y omitió conocer
el desastre en comunidades como Navarrete, La Libertad, Peñita de
Jaltumba, Huaristemba. "No le gusta ensuciarse los zapatos", dijo uno de
los habitantes del pueblo pesquero.
Rogelio Yarahuén, un nativo de Nayarit que estuvo
48 horas sin dormir para auxiliar a los habitantes de Guayabitos y San
Blas preguntaba: "¿por qué pasa esto? ¿Por qué
no hay coordinación para solucionar los problemas de esta gente
pobre? ¡Puede ser por los años de corrupción!, ¿verdad?".