Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 16 de octubre de 2002
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Capital
Emilio Pradilla Cobos

Héroe made in USA al rescate

El anuncio hecho por el jefe de Gobierno del Distrito Federal de que fue contratado Rudolph Giuliani, ex alcalde de Nueva York, para asesorar a la Secretaría de Seguridad Pública capitalina en materia de combate a la delincuencia, nos ha dejado perplejos a muchos.

Durante tres años oímos al jefe de Gobierno un diagnóstico acertado sobre la inseguridad, que ponía el acento en la lucha contra las causas socioeconómicas estructurales de la delincuencia, y que proponía cambios significativos en las estructuras de persecución del delito y procuración de justicia: descentralización de la policía a las delegaciones, coordinación interinstitucional en 70 ámbitos territoriales, énfasis en la investigación, lucha contra la corrupción en las policías, etcétera. A estas actividades está destinanda cerca de una cuarta parte del presupuesto del Distrito Federal. También nos ha dicho que la inseguridad está bajando considerablemente. De pronto, nos informa que todo ello no basta y que será el funcionario estadunidense que aplicó el programa Cero tolerancia en Nueva York (el jefe de policía que lo diseñó no trabaja hoy con él), quien propondrá el programa capitalino de lucha contra la delincuencia.

Esta decisión genera demasiadas inquietudes. Aunque esta multimillonaria asesoría será pagada por los grandes empresarios, lo que permite que las negociaciones sean privadas y no se requiera licitación pública, sus propuestas serán aplicadas por el gobierno local, lo que constituye una participación extranjera -Giuliani y su despacho- y privada -los empresarios- en asuntos que competen a los poderes públicos -Ejecutivo, Legislativo y Judicial- y a toda la ciudadanía capitalina; la soberanía popular y estatal está por lo tanto en cuestión. El modelo aplicado en Nueva York, ciudad con una legislación muy diferente a la nuestra, dio lugar a muchos atropellos y violaciones a los derechos humanos, sobre todo de los sectores vulnerables y excluidos (jóvenes, minorías étnicas, inmigrantes, pobres e indigentes, etcétera) que hoy penaliza la justicia estadunidense; ello preocupa con justa razón a los defensores locales de los derechos humanos.

Los riesgos de la aplicación de propuestas similares en la ciudad de México se hacen mucho mayores si tenemos en cuenta las diferencias entre los cuerpos policiacos de estas ciudades: nivel educativo y calificación, remuneraciones, equipamiento y técnica, y el alto grado de corrupción constatado en el aparato judicial y policial capitalino.

Hay una gran distancia entre la situación socioeconómica y cultural neoyorquina y la defeña, lo que podría hacer que la propuesta de Giuliani, quien desconoce la nuestra, sea inadecuada para la realidad mexicana y termine en otro fracaso más, o lleve a una actuación autoritaria y represiva de las autoridades capitalinas, que dicen gobernar democráticamente, en nombre de la izquierda.

Hay un aspecto político que desborda lo puramente simbólico. La tardía recuperación del prestigio de Giuliani, menguado por la Cero tolerancia y la mala administración, se debió a su papel en la atención a las víctimas del atentado del 11 de septiembre, que lo convirtió en héroe estadunidense; pero esa correcta actuación en cumplimiento de su función pública quedó indisolublemente ligada a la condenable e imperialista guerra global contra el terrorismo emprendida por Bush y sus halcones, cuyo nuevo episodio aterrorizante puede desarrollarse en Irak. Por ello, contratar a este héroe made in USA se tiñe de reconocimiento político-ideológico. En México y en otras partes del mundo hay expertos en seguridad pública que no tienen esa marca de origen. ¿O será que el jefe de Gobierno quiere beneficiarse electoralmente entre los empresarios y capas adineradas conservadoras de la ciudad, del prestigio, basado en el desconocimiento de este funcionario y sus métodos? Llama la atención que se ofrezcan resultados -poco creíbles- de la asesoría en seis meses, es decir, antes de las elecciones de julio de 2003. Ojalá nos equivoquemos al juzgar las intenciones, porque los hechos sí son claros.

De la que no nos sorprendemos, aunque rechazamos, es de la postura de la dirección del PRD-DF, hoy constituida como alianza de dos corrientes corporativas y clientelares que quieren aplastar y excluir a todos los que no se someten a sus intereses. Como en el caso del segundo piso para Periférico y Viaducto, sin discutir ni consultar a los militantes, optaron por un apoyo incondicional y acrítico a la decisión del jefe de Gobierno, que ni siquiera los panistas dan a Fox. Este caso es mucho más grave que el de las vialidades, porque muestra su amnesia en el campo de los principios y las luchas históricas de la izquierda y de sus propios militantes -muchos forjados en luchas y prácticas que Giuliani combatiría duramente-, que no pueden conciliarse con la ideología y la práctica del Robocop estadunidense que inconsecuentemente se ha llamado a rescatar al Distrito Federal de la delincuencia.

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