Manuel Vázquez Montalbán
La triple B y Aznar
Shröeder trata de reconciliarse con Bush y para ello
ha requerido los buenos servicios de Blair, principal representante del
imperio en Europa y el político destinado a encontrar los argumentos
que fuercen a la Unión Europea a aceptar la intervención
en Irak. De la misma manera que en el pasado funcionó la triple
A como alianza contrarrevolucionaria actuante en diversos países,
el imperio se mueve hoy a partir de la triple B compuesta por Bush, Blair
y Berlusconi, los tres mosqueteros que, como siempre sucede, son cuatro.
Hay que sumarles al jefe de gobierno español, José María
Aznar, dispuesto a secundar la cruzada antiraquí a partir de un
curioso silogismo: puesto que Saddam es malo y Bush es bueno, yo me sumo
a la causa de los buenos. No es Aznar demasiado brillante en sus argumentaciones,
aunque su formación poética ha mejorado mucho en los años
recientes, hasta el punto de que algunos de sus hagiógrafos pronostican
que puede dedicarse a la poesía una vez que haya abandonado el poder
en 2004. Es sabido que uno de sus poemas predilectos es If, de Kiplig,
muy adecuado para adolescentes sensibles e inseguros y para jefes de gobierno
temerosos de su escasez de carisma y obligados a fingir estatura excesiva.
Así se explica que en un momento de vacilación europea ante
la belicosa actitud de Bush con respecto a Irak, Aznar se sume inmediatamente
a la expedición del emperador.
En el caso de Blair su alineamiento junto a Estados Unidos
obedece a la lógica de conducta imperial residual del Reino Unido,
corresponsable del desorden reinante en Oriente Medio desde el final de
la Primera Guerra Mundial y ávido de la inmediatez de los posibles
beneficios derivados del control del lago subterráneo de petróleo
que va desde Israel hasta Afganistán. Berlusconi es un oportunista
situado al frente del bloque de poder italiano con vocación neoautoritaria
y está en condiciones de sumarse a la conquista de Irak todavía
con menos motivos de los utilizados por Mussolini para la de Abisinia.
La B más importante de la triple es la de Bush
Jr., el emperador controlado por un lobby económico militarista
en el que el ministro de Defensa tiene una curiosa biografía muy
relacionada con Saddam Hussein. En tiempos en que la presidencia de Estados
Unidos la ocupaba Bush padre, mister Rumsfeld fue el interlocutor de la
administración estadunidense con el dictador iraquí, empeñado
entonces en un enfrentamiento con Irán que mucho interesaba a Estados
Unidos. La instigación y apoyo técnico de Rumsfeld a la fabricación
de armas bioquímicas por parte de Bagdad tenía como objetivo
que las empleara contra los iraníes, pero no se le reprochó
que también las utilizara contra los kurdos sometidos a la soberanía
iraquí. Los otros kurdos dependen de Turquía y no se conoce
intervención alguna por parte de Estados Unidos para que la política
turca con respecto a los kurdos sean diferentes y combinadas programaciones
de limpieza étnica.
Respaldado por la tecnoindustria de guerra estadunidense,
bien visto por Francia y el Reino Unido, Saddam Hussein llegó a
ser quien es, y es lógico que Rumsfeld pueda sostener que Irak es
un peligro, porque él contribuyó a que así fuera,
por procedimientos convergentes con los empleados por diferentes estados
democráticos para que Hitler creciera y fuera un dique contra el
posible avance soviético. La débil argumentación del
grupo Bush para justificar una inmediata agresión a Irak no ha merecido
que cuajara una contra argumentación humanitaria, previsora de lo
difícil que es matar terroristas incluso para los misiles más
inteligentes y en cambio la masacre que han producido entre civiles las
diferentes cruzadas imperiales de la posmodernidad, iniciadas en la no
guerra del Golfo y continuadas en las no guerras de Yugoslavia. Basta contemplar
el espectáculo de Afganistán remachacado ahora por la intervención
militar de Estados Unidos y en paradero desconocido oscuros objetos del
deseo bélico: Bin Laden y el jefe Omar, peligroso tuerto que escapó
al sofisticado cerco de Estados Unidos valiéndose de una motocicleta,
quién sabe si una vieja Lambretta.
A pesar del empeño de la triple B y el voluntarioso
Aznar, el frente receloso de la intervención en Irak no lo han formado
esta vez todavía las vanguardias antiglobalizatorias o los pacifistas
biodegradables, sino políticas de Estado, inicialmente europeas,
que temen el pantano sangriento en que puede convertirse Oriente Medio,
así en Irak como en Palestina o en Afganistán, donde no está
claro ni siquiera qué se hizo de tanto talibán, habida cuenta
de que a Guantánamo sólo viajó una escasa representación
de posibles integristas no homologados. También en Estados Unidos
los demócratas quieren convertir la sumisión de Bush a los
intereses de la política armamentista en su talón de Aquiles,
forzado el presidente a atacar Irak, si no quiere dejar en el limbo la
operación de desquite conocida como Libertad Duradera, desdichado
significante, tal vez a la espera de que el talento poético de Aznar
rehabilite el significado.