Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 3 de octubre de 2002
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Política

Atrapó Isidore a campesinos de Tigre Grande

Viven siete días con 3 botellones de agua y seis morrales de maíz

LUIS A. BOFFIL GOMEZ CORRESPONSAL

Tigre Grande, Yuc., 2 de octubre. A esta población sólo se puede acceder por aire. Los caminos siguen cubiertos por las inundaciones que dejó a su paso el huracán Isidore, la comunidad está casi vacía y los últimos seis moradores que quedaban fueron rescatados el 28 de septiembre pasado con un helicóptero de la Marina.

José Manuel Chay, productor de maíz, es uno de los sobrevivientes de Tigre Grande, una de las comunidades más apartadas de Yucatán, ubicada en el municipio Tzucacab, 250 kilómetros al sur de Mérida.

Para llegar a ese pequeño poblado es necesario internarse por regiones montañosas. Razón por la cual el entonces gobernador Víctor Cervera Pacheco sólo realizó una gira de trabajo por esta zona durante su sexenio.

Ahora, 12 días después del paso de Isidore por la entidad, Tigre Grande está completamente deshabitado. Por todas partes hay agua, las viviendas están hundidas y las cosechas totalmente perdidas.

Chay, de 38 años de edad, no olvidará su amarga experiencia. El domingo 22 de septiembre, ya con la alarma del huracán, regresaba de su parcela en busca de su esposa y sus tres hijos, pero no alcanzó a llegar.

Las torrenciales lluvias le impidieron el paso y buscó refugio cerca de unas cuevas. Para su sorpresa, encontró a cinco amigos en condiciones similares. Todos angustiados. "No sabíamos de nuestras familias, simplemente no pudimos llegar a nuestras casas", explica.

Pero Chay no pierde el optimismo, no obstante que cree haber perdido toda su milpa. Está con su familia en un albergue y ahí les proporcionan alimentos y atención médica: "qué le vamos a hacer, Diosito nos mantuvo vivos y hay que darle gracias".

Fiel creyente, recordó que él y sus cinco compañeros llegaron a un terreno fangoso y, cuando se dieron cuenta, no pudieron avanzar más. Estaban rodeados de agua, como en un islote.

Sin más alimentos que el maíz que cada uno cargaba en su morral y tres botellones de agua, aguantaron lo peor del huracán. Una choza endeble fue su refugio.

Después del paso de Isidore, los campesinos buscaron ayuda, pero estaban solos. Los amigos se consolaban con oraciones y pláticas para matar el tiempo. Al tercer día sólo les quedaba un botellón de agua, dos itacates con maíz y un poco de chile.

Narró que el pasado viernes escucharon el ruido de un aparato aéreo que se acercaba a la región. Inmediatamente él y sus amigos agitaron los brazos y gritaron en lengua maya: "šUayé! šUayé!" (aquí, aquí). El helicóptero descendió y la pesadilla terminó después de siete días.

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