Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 30 de septiembre de 2002
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Deportes

Toros-toros en la México

Oreja y bronca para Javier Solís

LUMBRERA CHICO

Una vez más, la excelente presentación de las reses fue el mayor atractivo en la segunda del Encuentro Mundial de Novilleros y decimoquinta de la temporada aún más chica de 2002. La ganadería potosina de Espíritu Santo, de Pablo Labastida, envió un hermoso encierro de toros-toros, al menos cuatro de ellos, para el ya muy visto Ricardo González El Arriero, la esperada reaparición de Atanasio Velázquez y el debut del español Francisco Javier Expósito Solís, que firma simplemente como Javier Solís, sin tener una idea clara del llorado cantante mexicano del cual es tocayo.

Con una edad promedio de cuatro años, los toros-toros, hechos y derechos, porque tenían cara y cuajo para dar y prestar, no resultaron, sin embargo, ni siquiera remotamente bravos. No pelearon con los caballos y no mostraron celo ni casta, pero los dos últimos del encierro provocaron el aplauso de la simbólica concurrencia al saltar a la arena, debido a su estampa y seriedad. En los corrales, porque nadie quiso verlos, quedaron Azucarero, de 438, y Embrujo, de 454, que fueron descartados por los apoderados de los tres alternantes en razón de su aparatoso aspecto.

ƑA qué se debe la inexplicable inclusión de El Arriero en los carteles de este año, si el muchacho no tiene lo que se dice nada de nada? Con Oropel, un cárdeno bragado de 440, el menos presentado de los seis, Gonzalitos apenas si logró esbozar el toreo, aunque lo mató bien. En cambio, con Sol de Fuego, un castaño rebarbo de 429, el más bello de sus hermanos, consiguió entusiasmar a la clientela, pese a que lo desperdició lamentablemente.

Quienes aguardaban la reaparición de Atanasio Velázquez salieron más que decepcionados. Con Africano, un cárdeno nevado de 441 y bien puesto de pitones, que era el mejor de su lote, pasó inédito. Y con Amor de Calle, un señor toro de 480, entrepelado y listón, que se le fue para arriba y le pegó tres achuchones de espanto, se vio indefenso y digno de lástima.

Con mucha técnica y poco arte, el ibérico Javier Solís cortó la única oreja de la tarde a Tecolote, cárdeno oscuro de 427, al que mató en forma espectacular, pero nada más; el público batalló para que el juez Eduardo Delgado le otorgara el apéndice. Sin arredrarse, ni mucho menos, ante la impresionante lámina de Agua Dulce, un precioso marrajo, también cárdeno bragado, de 488, el visitante emocionó a la concurrencia al citarlo de largo con la muleta y aguantarlo en la reunión, pero luego se desdibujó porque el bicho era por demás difícil y, para colmo, lo mató fatal, de una estocada entera sin lesionarlo en absoluto, y oyó dos avisos antes de derribarlo de siete golpes de descabello.

Aunque poco involucrada con los aspirantes, la gente disfrutó de verdad la contemplación de los toros-toros, que ponen desde ahora en aprietos al doctor R, pues la afición no tolerará que, en el curso de la temporada "grande" o "menos chica", agendada ya para el 3 de noviembre, las figuritas ibéricas y nativas de siempre se enfrenten con animales de menos catadura de los de ayer.

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