La "biografía velada", continuum
en la obra del narrador argentino: Sergio Pitol
Por impaciencia e inseguridad, César Aira prefiere
escribir novelas cortas
La prueba, título que promueve en México,
es un texto que surgió de otro que no llegó a publicarse,
explica el autor
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
El argentino César Aira ha dedicado su carrera
literaria a escribir novelas cortas, alejadas siempre de lo convencional,
por tres razones: impaciencia; ofrecer al lector algo más llevadero
y, sobre todo, inseguridad.
Prefiere este género, dice en entrevista, ''porque
en general me aburro cuando estoy a medio camino y quiero terminar pronto;
se me ocurren otras ideas y tengo impaciencia por empezar otra. Además,
para darle al lector algo más llevadero. También por otro
motivo que me parece el más importante en mi caso: la inseguridad.
No podría invertir un año entero de mi vida en algo que no
estoy seguro de que me va a salir bien. En cambio escribir una novela de
100 páginas -una por día, no más- me llevará
tres meses, y ese tiempo sí puedo sacrificarlo. Eso me da la libertad
de lanzarme a experimentar con cosas que no sé si saldrán
bien".
Muchas veces, agrega, ''he fantaseado como todos los autores
en escribir una novela realmente larga, como La guerra y la paz,
pero ¿y si me sale mal? Tendría que pensarlo muy bien, ir
sobre seguro, hacer algo quizá más convencional y no me gusta
ser convencional''.
Aira
(Coronel Pringles, Argentina, 1949) vino a México a promover su
novela La prueba (Era), que fue escrita hace 14 años y publicada
por Grupo Editor Latinoamericano. La prueba, explica, es una novela
que escribió a partir de otra que no llegó a publicarse.
''En ese libro tenía la idea de escribir sobre dos amigas adolescentes.
A una de ellas le pasa algo realmente malo y su amiga decide vengarla y
mata a un hombre y la otra no se lo agradece. El último párrafo
de esa novela que no escribí es que meses después, en uno
de los paseos que da esa chica al atardecer para paliar su depresión,
sucede algo que la saca de la tristeza. Iba a dejar en el misterio qué
fue lo que terminó con su tristeza porque no sabía cuál
podía ser, pero después se me ocurrió escribirlo:
esta chica se encuentra con dos muchachas punks totalmente diferentes
de ella, que la llevan a otro mundo".
En las más de 50 novelas que ha publicado Aira
el humor está presente, a veces de manera disimulada y en otras
más abierta, pero el autor de Cómo me hice monja y
El congreso de la literatura señala que no es algo deliberado,
y expresa: ''humor es una palabra muy amplia, que cumple todo lo que rompe
el verosímil realista, que rompe las expectativas convencionales.
En realidad no me gusta que pase; me gustaría que no hubiera humor
en mis libros. Muchas veces he querido escribir cosas hasta trágicas,
como la novela Los dos payasos, que es sobre la muerte de un amigo
al que quería mucho y todo es muy triste ahí. Si hay una
cosa triste en el mundo son los payasos y todo el mundo se muere de risa.
El elogio más frecuente que me hacen es que se han reído
a carcajadas con mis libros''.
Contrapensamiento en el lector
Como escritor una de sus exigencias es la invención,
hacer algo nuevo y no atenerse a las expectativas, por ello al momento
de trabajar piensa de manera egoísta sólo en su placer de
escribir. ''Si pienso en el lector es en contra: en lo que le gustaría
que pasara y digo: muy bien, voy a hacer todo lo contrario".
El desafío "es que he hecho muchas cosas y por
eso tengo que buscar cosas nuevas". Este año, indica, su labor se
ha frenado un poco debido a una enfermedad y a la crisis por la que pasa
su país. Sin embargo "he pensado en volver a escribir novela, pensando
qué línea podría seguir que no haya explorado todavía.
Esa línea se acerca a la de los dibujos animados. Establecer un
verosímil distinto al del cuerpo humano y hacerlo un poco más
flexible. En los dibujos animados los seres se estiran, se rompen, se diluyen
y vuelven a recomponerse, tomar ese verosímil sin abandonar del
todo el verosímil realista que un novelista nunca puede abandonar".
Escribe de lo que le pasa día con día, "soy
un escritor autobiográfico como tantos novelistas", y sin un plan
definido para todo el libro "empiezo con una idea más o menos vaga
y después lo voy rellenando a la manera de un diario íntimo,
con cosas que me pasan todos los días. Esa paginita que escribo
todos los días tiene algo de lo que me ocurre, de lo que he visto
ese día, el anterior o de lo que estoy viendo en ese momento porque
siempre escribo en los cafés y levantando la vista. Para mí
es más grato porque es como si también estuviera leyendo
una novela que desconozco, que voy descubriendo a medida que la voy haciendo,
y me salen estas pequeñas cositas chistosas".
El literato veracruzano comenta cuatro libros
ARTURO JIMENEZ ENVIADO
Jalapa, Ver., 29 de septiembre. El continuum
de toda la obra del escritor argentino César Aira, integrada por
más de 50 libros, es su "biografía velada", consideró
el narrador Sergio Pitol en el contexto de la Feria Internacional del Libro
Universitario.
Acompañado del editor Marcelo Uribe, Pitol, quien
ha leído casi todas las obras de Aira, considerado una de las figuras
más destacadas y provocativas de las nuevas letras argentinas, presentó
cuatro novelas de ese autor recién publicadas por Editorial Era:
Los dos payasos, Un episodio en la vida del pintor viajero, Los fantasmas
y La prueba.
"En el todo de Aira sus obras encajan como episodios que
dan luz a otras situaciones de su entera comedia humana: episodios de la
vida del escritor, por ejemplo, de las calles que transita, los cafés
donde escribe, el pueblo de su infancia."
Pitol consideró a Cómo me hice monja
una de las "más altas expresiones" de la narrativa de Aira. "En
muchos años no había encontrado ese escalofrío, ese
asombro, esa embriaguez que conocí al recorrer una y otra vez sus
páginas", confesó.
Y entre otras "novelas claves" de Aira mencionó
además La liebre, El bautismo, Varamo y El mago, además
de dos de las promovidas ahora por Era: Los fantasmas y Un episodio
en la vida del pintor viajero.
"Algunas novelas de este escritor son un punto de llegada,
donde se anudan todos los hilos de su obra anterior y, al mismo tiempo,
un semillero de posibilidades para saltar a otras aventuras, a otra temperatura."
El narrador veracruzano recordó que en un encuentro
de escritores en Venezuela, en 1993 o 1994, un introvertido y joven autor
argentino, en ese momento del todo desconocido para él, definió
su juego de procedimientos narrativos como un mecanismo que se movía
en dirección contraria a las convenciones literarias.
"A él no le interesaba hacer lo que todos hacían
ni seguir las líneas de Balzac, Stendhal o Zola, a quienes conocía
perfectamente y respetaba con fervor, porque esas formas ya estaban cristalizadas.
A él le interesaba remontarse a los orígenes, empaparse en
ellos, para luego proseguir una fuga hacia el futuro, hacia lo no manoseado,
hacia una escritura más estimulante."
Para mayor precisión, Pitol recurrió a un
ensayo del mismo Aira titulado La nueva escritura:
"Tal como yo lo veo, las vanguardias aparecieron cuando
se hubo consumado la profesionalización de los artistas, y se hizo
necesario empezar de nuevo. Cuando el arte ya estaba inventado y sólo
quedaba seguir haciendo obras, el mito se la vanguardia vino a reponer
la posibilidad de hacer el camino desde el origen.
"Si el proceso real había llevado 2 mil o 3 mil
años, el que propuso la vanguardia no pudo funcionar sino como un
simulacro o pantomima, y de ahí el aire lúdico, o en todo
caso 'poco serio' que han tenido las vanguardias, su inestabilidad carnavalesca.
Pero la Historia abomina de las situaciones estables, y la vanguardia fue
la respuesta de una práctica social, el arte, para recrear una dinámica
evolutiva."
Al final, evadiendo del todo hablar de su propia obra,
Aira reconoció la calidad de "guía de lectores" que para
él ha tenido Pitol al descubrirle autores que de otro modo no habría
conocido y luego optó por el leer su relato de ocho cuartillas La
pastilla de hormonas, que causó el regocijo de las decenas de
asistentes al Gimnasio Universitario, sede de la feria.
La fiesta editorial veracruzana continúa en estos
días con varias presentaciones de libros, entre ellas Del Tajín
a Venecia: un regreso a ninguna parte, libro de Teresa García
Díaz sobre la obra de Sergio Pitol. Otro volumen es ¿Te
acuerdas de Rulfo, Juan José Arreola?, de Vicente Leñero.
Ambos están editados por la Universidad Veracruzana.