Silvia Ribeiro
Alimentando al mundo ¡a la fuerza!
Trece millones de personas en Lesotho, Malawi, Swazilandia,
Zambia, Zimbabwe y Mozambique están amenazadas de hambruna, debido
a la sequía extrema, epidemias y "mala administración política",
según la FAO. Hubiera sido apenas una noticia más -pese a
ser terrible-, de no ser porque varios países se negaron a recibir
la ayuda alimentaria del Programa Mundial de Alimentos (PMA) por contener
maíz transgénico. Esto desató un virulento debate
internacional. Estados Unidos y su agencia para el desarrollo (USAID) censuraron
duramente a estas naciones, que según Colin Powell, en su discurso
ante la cumbre de Desarrollo Sostenible en Sudáfrica, "condenan
a sus poblaciones al hambre" al no aceptar transgénicos.
Los países africanos alegaron no contar con sistemas
de evaluación de riesgo y no estar dispuestos a arriesgar la salud
de sus ya sufridas poblaciones y a la contaminación de sus variedades
criollas, tal como sucedió en México. Por la presión
internacional, Zimbabwe y Mozambique aceptaron finalmente recibir el maíz,
con la condición de que fuera molido en sus propias instalaciones.
Zambia no acepta de ninguna manera.
India, Uganda y Tanzania, entre otros, ofrecieron enviar
granos no transgénicos. Estos últimos declararon que existen
suficientes alimentos en Africa, y que lo que falta es apoyo para que lleguen
a las poblaciones más necesitadas. Sus ofrecimientos ha sido ignorados
por el PMA. Sin embargo, esta solución ayudaría no sólo
a los países actualmente amenazados, sino también a los del
sur que ofrecen su producción, pudiendo contribuir a prevenir futuras
crisis de hambre en otras naciones.
Pero esto no integra los objetivos reales de la industria
de la ayuda alimentaria de Estados Unidos ni tampoco del PMA, que recibe
47 por ciento de su presupuesto de ese país. La ayuda alimentaria
es un negocio altamente rentable para Estados Unidos, ya que es otra forma
de subsidiar a sus grandes productores agrícolas y actualmente también
a las compañías que producen y comercian transgénicos.
Fue concebida desde sus orígenes como una forma de colocación
de los excendentes agrícolas estadunidenses (principal país
de origen de esta "ayuda") y de apertura o ampliación de mercados
para éstos, promoviendo al mismo tiempo los objetivos de política
exterior de Estados Unidos. Por ello la ayuda alimentaria estadunidense
se concentró en los años 60 y 70 en Vietnam del Sur, Camboya
y Corea del Sur; en los 80 se canalizó a Egipto y Centroamérica,
y en los 90 a los países de Europa de este, en cada caso coincidiendo
con sus intereses de hegemonía política. Actualmente su interés
parece ser la contaminación con transgénicos en Africa, para
entrar a ese mercado con sus productos rechazados en otras regiones.
La llamada "ayuda" alimentaria no es mayoritariamente
donación. Se trata de un paquete de medidas: préstamos de
intereses bajos condicionados a la compra de ciertos granos, condicionamientos
a la estructura de producción y mercados agrícolas de los
países receptores (por ejemplo, no producir ni exportar el tipo
de grano que se recibe, apertura a otros productos del país donante,etcétera)
y generación de ingresos para la marina mercante estadunidense,
ya que el transporte debe ser obligatoriamente con sus empresas. En Estados
Unidos este sistema de ayuda alimentaria ha "permitido colocar productos
que no habrían sido exportados en ausencia de un financiamiento
concesional, aumentando así el total de las exportaciones norteamericanas".1
Confirmándolo, el PMA declaró a la revista
New
Scientist (19/09/2002) que desde hace siete años ha incluido
transgénicos en la ayuda alimentaria que han recibido países
como Filipinas, India, Bolivia, Colombia, Guatemala, Ecuador y varios africanos,
sin informarlo a las naciones receptoras. Se ha constatado en Bolivia la
presencia de starlink, variedad de maíz prohibida para consumo
humano.
La FAO y la Organización Mundial de la Salud afirmaron
ante la situación en Africa que "no existen acuerdos internacionales
en vigor que se ocupen del comercio de alimentos y la ayuda alimentaria
con OGM", pero también que "de acuerdo con el conocimiento científico
actual, no es probable que ofrezcan riesgos para la salud humana." Declaraciones
irresponsables que muestran el alto nivel de cabildeo que tienen las multinacionales
de transgénicos sobre ambos organismos. Aunque el Protocolo Internacional
sobre Bioseguridad, firmado en 2000, aún no ha entrado en vigor,
los organismos de Naciones Unidas deberían promover que se actuara
siguiendo su espíritu. Al declararse que es "probable" que no se
representen riesgos, no se toma en cuenta la controversia científica
sobre los alimentos transgénicos sobre posibles alergias y mayor
cantidad de residuos químicos, y particularmente no atiende los
resultados de recientes estudios oficiales del Reino Unido, que comprobaron
que las bacterias de los intestinos pueden desarrollar resistencia a antibióticos
al ingerir alimentos transgénicos con este componente. Aspecto que
podría ser más dañino en poblaciones debilitadas y
con mayor riesgo de infecciones, como en los países del sur de Africa.
La opción de "aceptar transgénicos o morir
de hambre" es falsa. Existen muchas otras, pero no dan de comer a las multinacionales.
1 Wilma Salgado, en Ayuda alimentaria
y transgénicos, Acción Ecológica, Quito, 2002.
La autora es investigadora del Grupo ETC.