Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 29 de septiembre de 2002
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Editorial
 
VOX POPULI, VOX DEI , ¿O NO, MISTER BLAIR?

sol-2Doscientos cincuenta mil manifestantes en Londres (los organizadores hablan de 400 mil) dijeron no a la guerra contra Irak que promueve el gobierno de George W. Bush seguido por su fiel escudero británico, Anthony Blair. Entre los manifestantes se destacaba uno de los inspectores del rearme iraquí y viejo conocedor de la situación en ese país desde la época de la Guerra del Golfo, quien se cansa de repetir que los argumentos de Bush-Blair sobre la peligrosidad del armamento de Bagdad son pura patraña, exageraciones o suposiciones sin base real que las sustente. A esa manifestación (hubo otras similares en otros países europeos) hay que agregar el rechazo a la guerra contra Irak que dio el triunfo a la coalición entre los socialdemócratas y los verdes alemanes y las declaraciones de condena a esa guerra formuladas por el novelista alemán Günter Grass y el escritor estadunidense Norman Mailer, quienes unieron así sus voces de protesta a las de más de cuatro mil intelectuales y académicos de Estados Unidos que firmaron el documento titulado "No en nuestro nombre", en el cual desautorizan al presidente Bush a hablar y decidir en nombre de su pueblo.

No sólo es evidente que la camarilla armamentista y petrolera que gobierna Estados Unidos tropieza con crecientes dificultades en su propia patria, al enfrentar a un grupo importante de intelectuales y hasta de políticos demócratas (como Edward Kennedy), sino que también está claro que "Tony" Blair tampoco habla en nombre de los británicos. En efecto, primero los sindicatos y su partido, el Laborista, se negaron a apoyar su política belicista a la rastra de Washington y después las calles refrendan esa oposición masiva, a pesar de los desesperados esfuerzos de Blair por dar argumentos a su mentor del otro lado del Atlántico. La manifestación antibélica londinense de ayer tiene aún mayor importancia porque sigue, en apenas dos días, la publicación con gran refuerzo publicitario de un documento del gobierno de Londres que, con una serie de "se supone", "prepararía", "querría hacer" y otros condicionales, pretende demostrar la afirmación de Blair de que el gobierno iraquí podría lanzar ataques letales con sólo 45 minutos de preparación.

La marcha contra la guerra es así, al mismo tiempo, una demostración de que el pueblo del Reino Unido piensa lo contrario de lo que sostiene el dúo Blair-Bush y también una clara muestra de desconfianza frente al inquilino de Downing Street 10, el cual fue elegido como laborista y actúa y habla como conservador thatcheriano. De modo que queda claro que la administración Bush podrá contar con el apoyo incondicional del primer ministro inglés Tony Blair, pero no cuenta para nada con el del pueblo del Reino Unid, de la misma manera que la "alineación" o "inclinación" ante la voluntad de Washington expresada por el secretario de Relaciones Exteriores de México, Jorge Castañeda, no representa ni compromete al pueblo mexicano.

El aislamiento de los belicistas de Washington frente a Europa, China, Japón y el mundo árabe e islámico, así como frente a los pueblos latinoamericanos, agrava día a día el nerviosismo del gobierno de los petroleros, que ve aproximarse las elecciones en las que podría perder el control del Congreso y necesita lanzar cuanto antes una guerra injustificada. El grupo de Bush participa en una verdadera carrera contra el tiempo, pues la crisis económica y los despidos se suman a las protestas por la supresión de los derechos civiles y contra la guerra y, juntos, erosionan la base del presidente, cuya única arma es el patrioterismo exacerbado por las mentiras y la histeria.

De ahí la importancia de las manifestaciones como la londinense, contra las mentiras de Blair, y la neoyorquina, contra la política antisocial del capital financiero mundial (o sea, de los grandes grupos que George W. Bush representa). La voz popular, que según los antiguos romanos es la de los Dioses, se está haciendo sentir y condena a los sembradores de muerte.
 

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