Jorge Camil
Los "empleados" del señor Castañeda
México se ha distinguido siempre por la calidad
de su Servicio Exterior, y muchos de nuestros diplomáticos de carrera
fueron figuras clave de la política nacional. Los polifacéticos
hombres del Instituto Matías Romero han sido, a través de
la historia, arquitectos de la política exterior, estadistas, asesores
presidenciales, escritores, poetas, nuestros únicos premios Nobel,
juristas, y además fieles servidores públicos sobre quienes
descansó por mucho tiempo la difícil tarea de ejecutar los
caprichos de la presidencia imperial.
Durante la vigencia del sistema político que terminó
el 2 de julio de 2000, los cancilleres mexicanos sobrevivieron frecuentemente
como malabaristas incomprendidos, llamados por el Ejecutivo indistintamente
a complacer a Estados Unidos o a defender en los foros internacionales
a Fidel Castro y Salvador Allende contra los designios de Washington. En
algunos sexenios presidenciales, bien conocidos por los mexicanos, algunos
de nuestros diplomáticos fueron además obligados a apoyar,
contra cualquier manifestación de sano juicio, las delirantes aspiraciones
presidenciales al Premio Nobel de la Paz o a la Secretaría General
de la Organización de las Naciones Unidas.
Antaño promotores virtuales de raquíticas
exportaciones, los "empleados" del señor Castañeda son ahora
impulsores eficientes del comercio exterior en el marco del actual modelo
económico. ¿Quién podría olvidar la dignidad
de Luis Padilla Nervo, abogado y economista, asociado con Naciones Unidas
desde su fundación, presidente de la Asamblea General de ese organismo
y vicepresidente del Consejo de Seguridad en 1949? ¿Quién
se atrevería a negar la legendaria bonhomía y los servicios
prestados a la nación por el maestro Antonio Carrillo Flores, abogado
y doctor en derecho, secretario de Hacienda y Crédito Público,
embajador en Washington, canciller y forjador de una generación
de funcionarios del Banco de México? ¿Quién se resiste
a rendir homenaje al ingenio del prestigiado poeta, diplomático
y educador que fue Jaime Torres Bodet, secretario de Educación y
de Relaciones Exteriores? Afortunadamente, el legado cultural de los embajadores
mexicanos que han sido además destacados hombres y mujeres de letras
es de una riqueza inagotable: Octavio Paz, Carlos Fuentes, Amado Nervo,
José Goroztiza, Rosario Castellanos... Y cualquier homenaje al Servicio
Exterior mexicano sería incompleto sin reconocer el valor civil
de la renuncia de Octavio Paz a la embajada de la India por la matanza
de Tlatelolco.
Resulta obvio que en este rico contexto histórico
el comentario del actual canciller en una reunión informal con senadores
del PRD (La Jornada 19 y 20/09/02), calificando a los embajadores
de "sus empleados", constituye, a un tiempo, insulto intolerable a nuestro
prestigiado Servicio Exterior, muestra inequívoca de altanería,
ausencia de perspectiva histórica y lamentable ignorancia de la
Constitución. Para conocimiento del señor Castañeda,
los embajadores mexicanos son, en estricto sentido jurídico, altos
funcionarios designados por el Presidente de la República y ratificados
por el Senado de la nación.
Cambiar de filiación política no es delito.
En Francia, en cuya cultura ha abrevado el señor Castañeda,
es hasta fascinante juego intelectual, como se desprende del estupendo
libro de Catherine Nay, Le rouge et le noir (Lo rojo y lo negro),
un estudio magistral sobre los vaivenes ideológicos de François
Mitterrand: del catolicismo acendrado de su juventud (en una escuela confesional
que le permitió graduarse de bachiller en filosofía sin haber
escuchado jamás los nombres de Marx o Engels) al Partido Socialista,
y de ahí como primer presidente socialista de Francia, compartiendo
el poder con el Partido Comunista para instaurar, según su amigo
Jacques Attali, "un socialismo del Tercer Mundo".
Mitterrand, hombre enigmático con fobias y filias
muy definidas, terminó dando un sorprendente viraje a la derecha
que, según Catherine Nay, convirtió su idealista proyecto
inicial de rojo en negro. Jorge Castañeda puede cambiar de filiación
política para convertirse en un "político pragmático"
que busca tal vez la Presidencia con el apoyo de Washington. Pero no tiene
derecho a insultar públicamente a funcionarios como Adolfo Aguilar
Zinser, destacado politólogo que trabajó arduamente para
llevar a Vicente Fox a la Presidencia.
¿Celos? Tal vez, porque mientras Castañeda
conduce una cancillería paralizada por la "guerra contra el terrorismo",
y por los problemas políticos de la actual administración,
Aguilar Zinser está en uno de los sitios más fascinantes
de la Tierra para un politólogo: ¡el Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas en tiempos de George W. Bush!